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Como en el mejor suspense clásico, la convocatoria prometía: dos ministros, a primera hora, por sorpresa y sin desvelar el asunto que merecía tal urgencia como para saltarse la efeméride del 2 de mayo, festivo en Madrid y en otras seis comunidades autónomas. El conejo ... que el ministro Bolaños se sacó de la chistera sanchista no defraudó: nada menos que un 'Moncloagate' en teoría capaz de hacer palidecer al 'Catalangate' y, es de suponer, cerrar bocas de independentistas cabreados que amenazan con dejar al presidente colgado de la brocha. Y de enfriar las exigencias de dimisión de Margarita Robles, que pasaba así por arte de magia de superior orgánica de los presuntos espías a espiada.
Pero no sucedió nada de eso. El Gobierno pasó de sacar brillo al sombrero de copa a meterse en un jardín en el que quedaban semiexpuestas nada menos que las costuras del Estado. El anuncio de que los móviles de Pedro Sánchez y de la ministra de Defensa fueron hackeados con Pegasus entre mayo y junio de 2021 dejó en el aire más preguntas que respuestas. Y sobre todo un olor a miedo en el ambiente que sus rivales políticos detectaron enseguida. En lugar de aflojar la presa, las huestes de Junqueras y Puigdemont mordieron más fuerte, poniendo en duda la credibilidad de Moncloa y dando pábulo a la tesis de la tinta de calamar esparcida a placer para tapar sus protestas. Incluso el PNV, que ya venía insistiendo en que el espionaje sin validación legal es una práctica generalizada en el Estado, dio a entender, igual que Bildu, que los informes monclovitas podrían revelar en realidad la existencia de una trama urdida de manera autónoma por las famosas cloacas del Estado para espiar a los gobiernos de turno al margen de cualquier control.
Moncloa no logró aplacar, por lo tanto, a los socios soberanistas sino engrandecer su dedo acusador sobre eso que llaman 'deep state' (Estado profundo). Pero, además, situó bajo sospecha, más si cabe, a la directora del CNI, Paz Esteban, cuya cabeza cada vez aparece más como el sacrificio que Sánchez pretende ofrecer, sin éxito, para salvar la de Robles. De lo contrario, ¿cómo se explica que no se hubiera chequeado antes la seguridad de los terminales, en teoría dotados de sofisticados sistemas de encriptación, de las más altas autoridades?
La derivada marroquí tampoco es menor. En las fechas apuntadas, el líder del Frente Polisario acababa de entrar en España, lo que acabaría desatando una crisis migratoria sin precedentes en Ceuta. ¿Por qué verter ahora sospechas de espionaje sobre el régimen alauita despues de reconciliarse con Mohamed VI en un giro copernicano a la política exterior denostado por todo el arco parlamentario? Incomprensible. Demasiados flecos sueltos como para que la bola de nieve no acabe en riesgo de alud para Sánchez.
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