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Los despidos llegaron a las puertas del Parlamento vasco la pasada semana y se volvieron a ver imágenes de la Ertzaintza cargando contra trabajadores que defienden su empleo. Cuando salimos de la última crisis prepandémica comenzó a bajar el paro como principal problema de la ... ciudadanía vasca a la vez que subía la preocupación por las malas condiciones laborales. Se introducía por primera vez en el debate público cotidiano el concepto de trabajador y trabajadora pobre. Trabajadores precarios que necesitaban ayuda económica del Estado o de sus familiares para poder llevar una vida autónoma para la que su sueldo no alcanzaba.
En 2013, la distancia entre la preocupación por el paro y el malestar con las condiciones laborales era de casi 40 puntos, según el Deustobarómetro. Esa distancia se fue acortando hasta que en 2018, por primera vez, la mayoría consideraba un problema más grave la precariedad laboral que el desempleo. La percepción ha vuelto a cambiar y a pesar del colchón que suponen los ERTE para que no se generalicen los despidos, existe una sensación compartida de que los despidos han vuelto y que pueden ir a peor.
El 45% de los trabajadores y trabajadoras vascas que tienen un trabajo remunerado o están en ERTE creen que puede llegar a perder el empleo, según la encuesta del Gobierno vasco «Brecha salarial y brechas de género en el mercado laboral». El miedo sobre el futuro laboral está extendido, pero el presente ya tiene nombre de despidos: Tubacex, ITP, ValvoSpain, Gestamp, Aernnova, Alestis o Eaton. Solo en estas empresas hay más de 600 trabajadores atrapados ya por ERE.
Quienes están en ERTE han perdido toda su capacidad para renegociar sus condiciones laborales. La percepción mayoritaria es que todo depende de la voluntad de fondos de inversión y que los trabajadores no están en el centro de sus prioridades. Algunas de las empresas que han llevado a cabo recortes han tenido grandes beneficios en los años anteriores a la pandemia. No son empresas zombies.
Las reglas del mercado no han cambiado con la pandemia. Las instituciones públicas se han volcado en todos los niveles para tejer con dinero público la red temporal de los ERTE para proteger a empresas y trabajadores. La legítima opción liberal no ha inspirado los fondos 'Next Generation' que servirán para reactivar la economía. Por eso resulta chocante en estos momentos de crisis desconocida que el Gobierno vasco no esté siendo capaz de conectar con los trabajadores que están perdiendo su trabajo y que temen por su futuro y que la comprensión o la empatía estén completamente ausentes en su discurso público.
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