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david guadilla
Domingo, 2 de diciembre 2018, 00:50
«Había una atmósfera de confianza y entusiasmo compartido. No existía la hostilidad que se ve ahora. Todos éramos conscientes de que era una situación frágil y que teníamos que ser muy tolerantes para que aquello saliese bien». Ricardo Echanove echa la vista atrás para ... recordar la legislatura constituyente, la que recuperó la democracia y la que tuvo como punto culminante la aprobación de la actual Constitución, que el jueves cumple 40 años. Echanove, que salió elegido en la lista de Bizkaia por UCD, formó parte de aquel grupo de diputados que trató en apenas dos años de «desmontar la arquitectura institucional» de un régimen que se había prolongado casi cuatro décadas.
Eran tiempos complejos. Los nostálgicos de la dictadura se aferraban al pasado y ETA demostraba su voluntad de seguir matando a pesar de la llegada de la democracia. Solo 24 horas antes del referéndum del 6 de diciembre de 1978 la banda terrorista asesinaba en San Sebastián a dos policías nacionales y a un municipal.
En Bilbao, otro comando obligaba al dueño de una empresa de publicidad aérea a lanzar desde una avioneta 100.000 folletos en contra de la Constitución... Solo durante el mes de noviembre de 1978 ETA asesinaba a doce personas. En este ambiente los vascos llegaban a las urnas. Socialistas y UCD pedían el 'sí', el PNV la abstención, la izquierda abertzale el 'no', mientras que AP se partía entre partidarios y detractores. «Fue una campaña muy dura», recuerda José Antonio Maturana, elegido diputado por el PSOE en 1977.
Entre junio de aquel año, las primeras elecciones generales, y marzo de 1979, las segundas, el tiempo en España se aceleró. Hubo imágenes icónicas. De las que simbolizaban la nueva etapa que se abría. Manuel Fraga, por ejemplo, presentando a Santiago Carrillo en una conferencia celebrada en el club Siglo XXI solo unos meses después de la legalización del PCE y definiéndolo como un «comunista de cuidado».
No fue la única. Para la posteridad quedó el puño en alto de Francisco Letamendia, 'Ortzi', mientras lanzaba un «Gora Euskadi askatuta» desde la tribuna del Congreso poco antes de dimitir para mostrar su rechazo por la aprobación de una Constitución que, entre otras cuestiones, no recogía el derecho de autodeterminación.
88% fue el porcentaje de votantes que dijeron 'sí' a la Constitución en España, con una abstención del 32%. La autonomía en la que la participación fue mayor fue la Comunidad Valenciana, donde se elevó hasta el 74%. En cifras similares se movieron Aragón, Baleares y Madrid. En Euskadi fue del 44%.
55% fue la abstención que se alcanzó en Euskadi debido, en gran medida, a la postura del PNV. Aun así, de los vascos que fueron a votar en el referéndum del 6 de diciembre de 1978, el 69% apoyó la Carta Magna. En Navarra la participación fue mucho mayor. Llegó al 66% y los 'síes' subieron al 75%.
El hoy profesor emérito de la UPV y por aquel entonces diputado de EE -luego pasó a HB- recuerda con sorna cómo se sentía en la Cámara baja. «A veces me daba la impresión de que era como la mujer barbuda del circo, como un perro verde con el que la gente quería sacarse fotos. Como una rareza». De aquella época mantiene varias sensaciones.
La primera, una cierta decepción. «Existía un optimismo generalizado, incluso entre gente como yo. Reconozco que llegué al Congreso con ciertas esperanzas pero luego quedaron bloqueadas». La segunda, el clima que se respiraba dentro de la Cámara baja. «La gente no tenía la acritud que hay ahora; había broncas, pero luego había figuras como Tierno Galván al que era una maravilla escucharle. En el debate había una gran profundidad teórica. Eso ahora es imposible», afirma 'Ortzi', centrado en la actualidad en culminar su último trabajo, 'Cultura política en Occidente. Arte, ciencia y religión'.
«Es que vivimos en la época en la que se quiere decir la frase bonita para que quede bien en Twitter. Había un nivel altísimo, no como el vuelo gallináceo que hay ahora», compara Maturana. No es el único que tiene esa impresión, de que cualquier tiempo pasado fue mejor, al menos en lo que se refiere al debate político. En los tiempos mediáticos de Gabriel Rufián, José Ángel Cuerda, exalcalde de Vitoria y en 1978 diputado por el PNV, lamenta cómo se ha «degradado» el ambiente.
«No entiendo el tono agresivo que hay ahora, el insulto habitual», expone con argumentos similares a los de sus 'compañeros' en aquella primera legislatura. «Los debates se hacen pensando en la televisión. Se ha ido desvirtuando el respeto al propio Parlamento. Y en democracia las formas son esenciales», recalca Echanove.
El diputado de UCD recuerda la «autenticidad» de los debates que se daban aquellos años. A un Xabier Arzalluz «impresionante» en un discurso sobre la amnistía, a un Manuel Fraga «arrollador» y a un Santiago Carrillo demostrando que era un «gran orador».
«Era un momento virginal. Nadie se creía propietario del poder. Tengo la sensación de que todo lo que se hace ahora es para conquistar el poder o mantenerlo», afirma Echanove. El exdiputado de UCD y Maturana comparten un recuerdo. «La gran altura política que tenían entonces los líderes de los partidos en la Transición».
De aquellos años quedan las iniciativas de los cuatro diputados vascos. No formaron parte del 'núcleo duro' que negoció la Constitución, pero sí realizaron sus aportaciones para diseñar aquel futuro con el que soñaban. Cuerda recuerda su intervención para proponer un proyecto de ley para la asistencia del abogado al detenido, Letamendia denunciando la «opresión» que sufrían las mujeres...
Los resultados que salieron de aquel referéndum fueron abrumadores en el conjunto de España. La Constitución fue aprobada por el 88% de los españoles que acudieron a las urnas. En Euskadi ese porcentaje se redujo al 69%. Pero la gran sombra fue la abstención.
La participación en Bizkaia solo fue del 42% y en Gipuzkoa del 43%. En Álava subió hasta casi el 60%. En el conjunto del País Vasco fue de un 45%. Y durante años ha sido el principal argumento usado por los nacionalistas para deslegitimar la votación. Este mismo jueves, PNV y EH Bildu pactaron un texto en el que calificaban la Constitución de «antidemocrática». Lo curioso es que hubo sitios donde la afluencia a las urnas fue aún menor. En Lugo se quedó en el 41% y en Orense en el 39%, aunque en el conjunto de Galicia superó el 50,2%.
Cuatro décadas después, queda el legado de la Constitución y el debate abierto sobre su posible reforma. Echanove, Maturana y Cuerda están, en mayor o menor medida, satisfechos. El exdiputado de UCD, en todo caso, reconoce que tampoco es cuestión de «sacralizarla». Y, por tanto, que como cualquier texto puede ser modificado.
Pero la gran duda es si el ambiente político es propicio para hacerlo. No lo parece, por lo menos para frontar cambios de calado. «Creo que hay una desilusión a todos los niveles. Antes había voces discrepantes, pero era todo más civilizado», sentencia Cuerda.
Cuatro décadas después, la imagen de aquella España en blanco y negro que soñaba con dejar atrás las sombras de la dictadura es muy diferente. Entre otras cuestiones, por el papel de la mujer. La actual legislatura es la que cuenta con más diputadas de la historia, 138 sobre un total de 350 asientos en el Congreso, que además está presidido por una mujer, Ana Pastor.
Pero la fotografía de 1978 era la opuesta. Corbatas y trajes grises en una Cámara masculinizada. Solo 21 diputadas formaron parte de las primeras Cortes constituyentes. A ellas había que sumar seis senadoras. En la comisión constitucional, integrada por 39 personas, solo hubo una mujer, María Teresa Revilla López, por la UCD. «Hizo una brillante defensa de la igualdad», recordó el pasado martes Fernando Grande Marlaska. El ministro del Interior destacó el papel de las «madres» de la Constitución durante un acto solemne con motivo del 40 aniversario de la Carta Magna. «Tuvieron que superar más obstáculos que sus compañeros, pero tuvieron un papel decisivo», recalcó Marlaska en alusión a las diputadas que fueron elegidas en 1977.
Ese papel minoritario también tuvo su reflejo en Euskadi. De los 23 diputados vascos que formaron parte de la legislatura constituyente, bien desde su inicio o una vez arrancada, no había ni una sola mujer. Tampoco ninguna senadora. Su presencia en las listas electorales, independientemente del partido, resultaba anecdótica.
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