david guadilla
Viernes, 12 de agosto 2022, 00:40
Carmen Hernández todavía recuerda el «acoso terrible» que su familia sufrió durante años en Durango. Pintadas, dianas colocadas en la escalera de su domicilio, su casa empapelada de amenazas para que abandonasen Euskadi, los jóvenes que aprovechaban el recreo del instituto para acercarse a su ... casa y continuar con el hostigamiento... Una presión que continuó incluso durante la tregua de Lizarra y que finalizó cuando su marido, Jesús María Pedrosa, concejal del PP en la villa vizcaína, fue asesinado de un tiro en la nuca. En realidad, aquello no fue un punto final. Con su esposo fallecido, tampoco llegó el descanso. Luego volvieron las llamadas nocturnas, las amenazas... «Me decían todo tipo de obscenidades, tuve que quitar el teléfono».
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Hernández, que todavía reside en Durango, recuerda aquellos días, «momentos muy tristes que se convirtieron en cotidianos», a raíz de la querella presentada por Dignidad y Justicia para imputar a una decena de exjefes de ETA por el asesinato de su marido. La denuncia va un paso más allá y busca procesar a estos dirigentes por forzar la «expulsión forzada» de miles personas. La base del escrito es un vasto informe policial que repasa 26 años de comunicados de la banda.
Hernández no estaba al tanto de esta iniciativa. De hecho, se enteró a través de este periódico. Su discurso siempre ha sido el mismo. Una apuesta clara por la convivencia. Fue una de las primeras víctimas del terrorismo que se incorporó al programa puesto en marcha por el Gobierno vasco para que los afectados por la violencia de ETA o de otros grupos narrasen su experiencia a los jóvenes en colegios. También ha participado en los encuentros restaurativos, charlas en las que víctimas se reúnen cara a cara con miembros de ETA. Ella estuvo con Iñaki Rekarte, condenado por la muerte de tres personas en un atentado en Santander y luego acogido a la 'vía Nanclares'. Hernández siempre ha tenido un objetivo claro: «Aprender de lo que ocurrió para que no vuelva a suceder».
No entra a valorar la decisión de Dignidad y Justicia, porque para ella lo más importante realmente hubiese sido que aquellos que durante años ejercieron o avalaron el terrorismo hubiesen hecho un profundo ejercicio de autocrítica. «Que hubiesen hecho examen de conciencia, que está bien que paguen, pero también que dijesen algo tan simple como que matar estuvo mal».
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Nadie fue condenado por el asesinato de su marido, aunque las investigaciones posteriores apuntan a que fue cometido por el 'comando Bizkaia', integrado por Urko Gerrikagoitia, Zigor Arambarri, Ekain Ruiz y Patxi Rementeria. Pedrosa recibió el tiro mortal el 4 de junio de 2000. Sólo dos meses después, el 7 de agosto, los cuatro terroristas fallecían en Bilbao al estallar el explosivo que trasladaban. Varias asociaciones de víctimas denunciaron hace unos días el homenaje que Sortu tributó a uno de ellos, Ekain Ruiz, en Hernani. Otros dos de los fallecidos, veinteañeros, eran vecinos de Durango.
Aunque ETA ya había matado a varios concejales, Pedrosa no tenía escolta. Cuando fue asesinado regresaba caminando solo a casa después de haber ido a misa. «Tenía unas rutinas. Igual le hubiesen matado de todas formas. Mire a Buesa y a su escolta. Pero a pesar de todas las amenazas, nunca pensó que le fuesen a matar». Y tampoco pensaba abandonar Euskadi. «No se hubiera marchado». Hernández recuerda una entrevista que su marido dio varios años antes de su asesinato. «Le preguntaron si por las amenazas que estaban sufriendo los concejales del PP pensaba dejar Euskadi. Y él respondió: 'No sé si iré al infierno o al cielo, pero lo haré desde Durango'».
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