Los 2.658 heridos de ETA, los grandes olvidados

«El estudio de los supervivientes es útil y necesario desde la perspectiva científica. Nos ayuda a establecer una relación directa entre la evolución estratégica de ETA y las secuelas físicas y psicológicas que provocó», valoran los autores de este informe. De hecho, las cifras de damnificados retratan a la perfección la historia de la banda. Durante el franquismo, cuando usa generalmente armas de fuego contra militares y policías, hay pocos. A partir de mediados de los años 80, cuando recurre habitualmente a coches bomba, las cifras se disparan. Durante los años de la ponencia 'Oldartzen', que abogaba por «la socialización del sufrimiento», hay más heridos que son civiles y aparecen menos militares y policías.

También se constatan algunos virajes de la banda, como el recurso a los atentados con coche en el centro de las grandes ciudades o las campañas contra el turismo. En el atentado de la plaza de la República Dominicana de Madrid ETA asesinó a doce guardias civiles y provocó 60 heridos, que eran civiles, y de los que el Ministerio del Interior sólo ha reconocido a 51. Es uno de los que sitúan a Madrid como la provincia con más heridos (663), seguida de Gipuzkoa (476), Bizkaia (396), Navarra (201), Burgos (187), Zaragoza (141) y Álava (137).

El informe de Gaizka Fernández Soldevilla y María Jiménez, que viene a completar otro que realizaron previamente, constata que muchos de estos heridos jamás tuvieron ninguna indemnización. «No dispusieron de un mecanismo legal, sistematizado y sin restricciones temporales para atender sus necesidades hasta 2011», señalan los historiadores. Un momento en que ETA había anunciado ya el cese de la violencia y cuando muchos de esos heridos habían fallecido ya o simplemente habían renunciado a iniciar los trámites. Las secuelas son evidentes: a 550 heridos se les reconoció la incapacidad permanente total y la absoluta a otros 222.

«Los heridos y sus familias son un colectivo que a menudo ha pasado desapercibido», lamentan Fernández Soldevilla y Jiménez. Consuelo Ordóñez, presidenta de Covite, lo dice a menudo. «Cada herido es un intento frustrado de asesinato. Y muchos de ellos acabaron muriendo o malviviendo».