![Las sombras que dejó ETA: la izquierda abertzale da pasos pero sin completar su recorrido ético](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/04/30/sombras-eta-kRcF-U200180306098CTD-1400x840@El%20Correo.jpg)
Las sombras que dejó ETA: la izquierda abertzale da pasos pero sin completar su recorrido ético
Aniversario ·
La disolución de ETA fue el punto final a un proceso que arrancó mucho antes, pero que sigue sin estar acabadoSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Aniversario ·
La disolución de ETA fue el punto final a un proceso que arrancó mucho antes, pero que sigue sin estar acabadoFue un final por capítulos, guionizado y con el objetivo de convertir en un éxito político la decisión de dejar de matar tras más de 850 asesinatos. El 3 de mayo de 2018 ETA confirmaba que cerraba más de cinco décadas de terrorismo. Lo hacía ... sin épica, con apenas dos audios de 'Josu Ternera' y 'Anboto' y un breve comunicado en el que no aludía a las víctimas, no hacía autocrítica y casi como si fuese una empresa anunciaba que daba por concluida su «actividad» y «desmantelaba sus estructuras». Cinco años después, Euskadi es muy diferente, pero algunas heridas siguen abiertas y condicionan a una izquierda abertzale que busca homologarse al resto de partidos y diluir su pasado sin romper del todo con él.
La disolución de ETA fue el punto final a un proceso que arrancó mucho antes. La banda anunció el final del terrorismo en octubre de 2011, pero seguía viva. Se llegó a decir que nunca desaparecería. Sin embargo, la izquierda abertzale comprobó que mantener el símbolo de sus siglas no compensaba, que suponía un lastre demasiado grande para impulsar su nueva estrategia política: convertir a EH Bildu en un partido «útil» que ampliase su base social. Se escenificó un final por etapas.
Noticia Relacionada
Florencio Domínguez
Primero mandó un comunicado en el que reconocía el «daño causado» y en el que pedía «perdón» a las víctimas, pero solo a las que «no participaban en el conflicto». Una expresión que, según su retórica, excluiría a policías, guardias civiles, ertzainas o militares, por ejemplo. Eso fue el 20 de abril de 2018. Solo unos días antes había remitido una carta a varias instituciones en un tono similar y el 3 de mayo llegaron el texto final y los audios. La guinda se puso 24 horas después, cuando la izquierda abertzale organizó en Cambo una cumbre para legitimar la decisión de ETA, una cita a la que se le quiso dar lustre internacional con la presencia de Gerry Adams, Cuauhtémoc Cárdenas, Jonathan Powell, Bertie Ahern...
En aquellas semanas sucedió otra cosa que pasó más desapercibida pero que resultó ser una pista de lo que vendría luego. David Pla, en ese momento en prisión y uno de los últimos jefes con peso en la banda –fue quien leyó encapuchado el comunicado de cese de la violencia en 2011–, aseguraba en una entrevista en el diario 'Sud-Ouest' que ETA estaba preparada «para ayudar a curar las heridas», pero sin renunciar a «su pasado ni a sus convicciones». Desde finales de 2021, Pla es el encargado de liderar la estrategia de Sortu y forma parte de su dirección.
Es, sin duda, el gran paso pendiente. Tanto ETA como el colectivo oficial de presos (EPPK) y la izquierda abertzale han realizado gestos para desmarcarse del terrorismo. Se ha reconocido el «sufrimiento» causado e incluso que «nada de ello (en alusión al «dolor» generado por la violencia) debió producirse jamás», frase incluida en la carta que ETA remitió en abril de 2018. Se trasladó una directriz interna para que los 'ongi etorris' a los presos excarcelados se realizasen de forma discreta y hace una semana el EPPK ahondaba en la misma línea y señalaba que «debemos respeto a todo aquel que ha sufrido y hay que aliviar el dolor todo lo posible».
Pero el relato sobre la memoria gira sobre dos términos: condena e injusto. La izquierda abertzale rechaza el terrorismo, pero se niega a ir más allá y no lo condena de forma tajante. Asume el sufrimiento que provocó ETA, pero sin considerarlo injusto, como si hubiese sido algo accidental e inevitable. Gorka Landaburu, periodista y víctima de ETA, valora los pasos dados, pero también es de los que los ve insuficientes. «Han hecho cosas que están bien y se han desmarcado de la violencia, pero parece que lo hacen con la boca pequeña. Se necesita más autocrítica sincera. Creo que todavía están haciendo la digestión de su pasado».
Raúl López Romo, historiador del Memorial de Vitoria, es contundente. «Tienen que condenar a ETA y punto. La izquierda abertzale debe desprenderse de sus propias justificaciones de la violencia. Se acercan a las víctimas, pero no quieren hablar de quienes la perpetraron, de sus muchachos», afirma el historiador, que acaba de publicar el libro 'Sobre el olvidado terrorismo vasco'.
En la izquierda abertzale hay una sensación de incomprensión. «Hemos dado pasos que hace unos años nadie pensaba que daríamos, prácticamente lo hemos hecho todo», afirman desde el entorno de Sortu. En el partido de Arkaitz Rodríguez lamentan que no se valore la dificultad de mantener los equilibrios internos y están convencidos de que hay partidos a los que les interesa «sobreactuar».
Un buen conocedor de ese mundo resume la actual situación y lo que puede llegar. «En lo que se refiere a las víctimas no tienen problemas en realizar gestos y en expresar cercanía, ir a homenajes. Es posible que veamos más cosas en ese sentido. Pero ir más allá en la autocrítica por lo que hicieron les da vértigo». Reconocer que 50 años de violencia no tuvieron sentido rompería toda su razón de ser, su relato y su propia existencia. «Es como en 'Maixabel', cuando ante la posibilidad de abrir un debate ético un etarra se pregunta: 'Pero entonces, ¿qué somos, asesinos? Pues eso». En los últimos cinco años, Sortu ha arropado a 'Mikel Antza', dirigentes de EH Bildu se trasladaron a París y abrazaron a 'Josu Ternera', el funeral de Domingo Troitiño se convirtió en un homenaje... Hay más de 300 crímenes sin resolver y la colaboración con la Justicia ni se plantea internamente.
ETA anunció su fin con 286 presos repartidos entre España, Francia y Portugal. La cifra ahora ronda los 160. Pero lo relevante no es tanto el número de reclusos que siguen cumpliendo condena, sino dónde. Aquel mayo de 2018, en Euskadi y Navarra apenas había media docena y la dispersión seguía operativa. Casi un tercio de los etarras estaba en Andalucía. Pero justo un mes después de que la banda hiciese oficial su disolución, Pedro Sánchez llegaba a La Moncloa. Y eso lo cambió todo. La nueva estrategia de EH Bildu encontraba terreno abonado para crecer.
La debilidad parlamentaria del nuevo Gobierno, el apoyo de los socialistas vascos al fin de la dispersión y la necesidad de la izquierda abertzale de aliviar la presión interna se convirtieron en tres elementos que desembocaron en un goteo constante de traslados que finalizó hace apenas un mes. El PSOE lo sitúa dentro de la normalidad en un país en paz y la izquierda abertzale como un paso que ha llegado tarde. En teoría, nada ha sido negociado. Pero como reconoció Arnaldo Otegi a sus bases en Eibar, «todo (en alusión a los pactos con Sánchez) se hace por los presos». Que ahora todos estén en Euskadi y Navarra –salvo la docena de Francia– es el gran éxito que puede presentar EH Bildu, situada ahora en la «dirección del Estado», que habla más de «socialdemocracia avanzada» y poco de revolución y que busca reeditar el éxito de ERC en Cataluña.
El nuevo objetivo es agilizar los terceros grados. Y ahí la presión se focaliza sobre la Audiencia Nacional. Que la gestión de las prisiones dependa ahora del Gobierno vasco también se ve con satisfacción.
La izquierda abertzale lamenta que tampoco se valore su capacidad para evitar escisiones violentas, algo habitual cuando un grupo deja el terrorismo. Se pone el ejemplo de Irlanda. Pero hay tiranteces. Como asumen sus dirigentes, «tenemos un 20% de las bases que siempre son más radicales que nosotros, pero eso pasa ahora y ha pasado siempre». En el congreso de Sortu de 2021 se llegó a presentar una lista alternativa. Los más críticos se agrupan bajo marcas como ATA o Jardun, a día de hoy muy minoritarias. La mayoría de los presos sigue la línea oficial. El problema ha surgido en el 'frente joven' con GKS, un grupo que atrae a los jóvenes más críticos con la «institucionalización» de EH Bildu. La pregunta es si puede volver la violencia. «A día de hoy no se dan las condiciones, pero cuando no se deslegitima el discurso de la violencia...», apunta López Romo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.