![El primer adiós a las armas en ETA: 'paz por presos' en el corazón abierto de la Transición](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202209/30/media/cortadas/eta30-k61G-U180219129620jiD-1248x550@El%20Correo.jpg)
![El primer adiós a las armas en ETA: 'paz por presos' en el corazón abierto de la Transición](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202209/30/media/cortadas/eta30-k61G-U180219129620jiD-1248x550@El%20Correo.jpg)
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La disolución de ETA político-militar fue el primer ensayo del final dialogado de la violencia. Aquella comparecencia pública de «los primos» -como les llamaban desde Euskal Iraultzarako Alderdia (EIA)- en el frontón Euskal Jai de Biarritz, con la emblemática imagen sin las capuchas, encerraba ... un enorme significado en aquel convulso momento en el que echaba a andar la Euskadi del Estatuto. El gesto corroboraba una apuesta pionera. Los diez militantes de ETA-pm que daban la cara revelaban el propósito de un grupo de militantes, que venían de la VII asamblea, de integrarse en la política democrática, de implicarse en un partido político, que era EIA, y de abandonar la vía terrorista.
Lo dijeron en el comunicado que leyeron ante una nutrida presencia de periodistas -todos con un sello estampado en la mano por razones se seguridad-. La violencia, que reconocieron había sido necesaria contra la dictadura franquista, había dejado de tener sentido en el nuevo escenario. «Pensamos que la violencia armada era necesaria en un momento determinado, pero hoy estamos convencidos de que son los valores y la lucha democrática los que en un avance de conciencia y organización del pueblo pueden dar soluciones verdaderas a los problemas de Euskadi», anunciaron. «La lucha armada y ETA ya han cumplido su papel».
No hubo una reconsideración ética ni moral en su manifiesto, ni asunción del daño causado, y sí un replanteamiento político en toda regla. La amnistía concedida por el Gobierno de Suárez y el Estatuto de Autonomía de Gernika, que sería aprobado en referéndum el 25 de octubre de 1979, eran piezas claves de un contexto diferente que ejercía una notable presión para confirmar el agotamiento de la violencia, entendida durante años como instrumento de lucha revolucionaria.
En la trastienda de aquella decisión -un mes antes de que ganara el PSOE de Felipe González las elecciones generales- operaba un proceso negociador en el que se implicaron Juan María Bandrés y Mario Onaindia, por un lado, y el ministro del Interior de la época, Juan Manuel Rosón. Fue un final sin aparentes contrapartidas políticas en el momento pero que abría un proceso de 'paz por presos'.
Se activó en un comienzo la estrategia de la reinserción para los militantes de ETA, inicialmente para aquellos que no tenían delitos de sangre y para los exiliados que decidieran volver. Muchos lo hicieron con el tiempo. Después se negociaron hasta 250 causas judiciales pendientes que afectaban a todo tipo de delitos. El acuerdo posibilitó la vuelta de los exiliados al País Vasco.
La rueda de prensa se suele conmemorar como la fecha de disolución pero en realidad lo fue de una escisión minoritaria, pero significativa, de la organización que decidió deponer las armas. Era el sector minoritario de la octava asamblea -un tercio contra dos- frente a los partidarios de continuar la vía terrorista. La apuesta de la anterior asamblea pasaba por considerar que el conjunto político-militar debía tener una dirección: el partido político, y situaba la violencia armada en la retaguardia como complemento para impulsar el 'proceso'.
En ETA político-militar no fue fácil que la decisión por la disolución llegara a buen puerto. La oposición del sector ganador de esa asamblea de la organización, los después denominados 'octavos', fue feroz. Muchos de ellos terminaron después pasando a ETA-m. Entre otros, el actual coordinador de EH Bildu, Arnaldo Otegi, que pertenecía a los denominados 'milikis', un sector pro-KAS de los 'polimilis' contrarios a la disolución que terminó integrándose en los 'milis' en febrero de 1984. La izquierda abertzale ya estaba de hecho fracturada tiempo atrás. El divorcio entre Euskadiko Ezkerra y Herri Batasuna era particularmente traumático.
Esa división venía fraguándose desde 1977 entre quienes aceptaban la vía democrática e institucional, con las nuevas instituciones de autogobierno, y quienes se enrolaron en el empecinamiento rupturista y apostaron por continuar con el terrorismo. La tensión terminó reventando el bloque KAS. Un nombre propio adquiere valor. El de Eduardo Moreno Bergaretxe, 'Pertur', precursor ideológico de esa reflexión en ETA-pm y cuyo legado era reivindicado por quienes anunciaron la disolución. 'Pertur' fue una de las primeras víctimas de las fuertes disensiones en ETA en los años anteriores a aquel anuncio de disolución. La tesis predominante es que fue secuestrado y asesinado por los 'bereziak' -la línea más dura- si bien tampoco hay que descartar del todo la hipótesis de una acción parapolicial o de la extrema derecha detrás de su desaparición.
Aquella decisión de ETA-pm de dejar el terrorismo que había practicado con crueldad -basta recordar los asesinatos de Ángel Berazadi, el gerente de Sigma, o del profesor de la Facultad de Derecho, Juan de Dios Doval, afiliado de UCD- fue también la devastadora consecuencia del empleo de la violencia en pleno corazón abierto de la Transición. En 1979, tras la aprobación del Estatuto, ETA-pm comenzó a variar su estrategia de 'perfil bajo', y llevó a cabo secuestros, asesinatos de cargos de UCD y acciones contra intereses turísticos con la coartada de reforzar sus posiciones en una eventual futura negociación con el Gobierno. En vez de presionar al Estado acabó reventando a Euskadiko Ezkerra. La situación se hizo insostenible. Sus máximos dirigentes abogaron a calzón quitado por la disolución.
A pesar de que parte de las armas se las quedaron los 'octavos', a pesar de que la dirección de ETA-pm no quiso una foto final con entrega de arsenales para no escenificar una rendición, a pesar de que no hubo una petición expresa de perdón -en un contexto en el que las víctimas no tenían apenas papel- aquel movimiento del frontón Euskal Jai encerró un gran calado para atisbar el principio del final. Fue una semilla que después germinaría demasiados años después. Salvando las distancias, el debate librado entre Sortu y ETA de los últimos años sobre el fin de la violencia se asemeja a la disputa que libraron ya hace 40 años EIA y sus 'primos'. Eso sí, el tiempo nunca pasa en balde.
«El miedo a una involución democrática al inicio de la Transición fue un factor determinante». Así lo explica Fernando López Castillo, 'número tres' de ETA y entonces apodado 'Txiki'. Fue uno de los protagonistas de Biarritz, que recuerda que en los prolegómenos de aquella decisión se había producido el intento de golpe de Estado de Tejero y la 'operación Galaxia'. Maniobras desde los sectores golpistas contra la incipiente democracia y el proceso estatutario. ETA-pm, antes del anuncio, ya llevaba año y medio en tregua.
López Castillo evoca también las conversaciones políticas que se mantuvieron con los partidos tras la disolución y subraya hasta qué punto la transición que en este momento realiza la izquierda abertzale con Sortu y EH Bildu hunde sus raíces en aquel movimiento, que fue premonitorio. «Han tardado décadas en asumir lo que nosotros ya asumimos entonces cuando estábamos en EIA, la necesidad de que la dirección de este tipo de procesos recaiga en un movimiento político, aspectos sobre los que 'Pertur' teorizó y que la séptima asamblea asumió», asegura López Castillo.
Repasa que aquel «maximalismo» impidió que cuajara un primer intento de final dialogado en las conversaciones de Argel. Puso de manifiesto que la dinámica militarista abortaba cíclicamente una salida negociada porque, según precisó, se partía de considerar que la Constitución no se había aprobado en Euskadi, de que el Estatuto era insuficiente y que la represión seguía en activo. «Pero su apuesta por continuar ni mejoró las libertades ni trajo más autogobierno».
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