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Tomás Caballero, hijo, posa en la bajera donde conserva cientos de fotografías, carnets, papeles y recuerdos de su padre. Jesús Garzarón
«A mi padre le señalaron sus compañeros»

«A mi padre le señalaron sus compañeros»

25 aniversario ·

ETA asesinó el 6 de mayo de 1998 al edil, portavoz de UPN y exregidor de Pamplona Tomás Caballero. HB le denunció por calumnias unos meses antes

Lunes, 1 de mayo 2023, 00:23

Tomás Caballero regresa al número 38 de la calle Mutilva de Pamplona. Llega sereno y con la sonrisa amable que luce de costumbre. Al fin y al cabo, este no es sólo el lugar donde mataron a su padre, es también la casa familiar, la de siempre. Señala desde abajo el piso donde vivían los cinco hermanos y sus padres. «En este patio me he pasado la infancia jugando al balón. El día que estaba castigado, veía desde aquella ventana a mis amigos jugando y era un suplicio. Y desde esa otra me llamaba mi madre para que fuera, de crío, a hacer algún recado». Él protestaba y decía que no, que imposible, que estaba a mitad de un partido importantísimo. La afición al balón le llevaría lejos, al promesas de Osasuna. «A mi padre le hice muy feliz jugando al fútbol. Y mi madre era mi fan número uno, no faltó a ninguno de los partidos». Tomás va hablando de sus recuerdos infantiles, a los pies de la cooperativa donde vivió, bajo un cartel que recuerda lo que sucedió allí mismo el 6 de mayo de 1998. Aquel día ETA asesinó a tiros a otro Tomás Caballero, su padre.

Cuando la banda acabó con su vida, Caballero era concejal y portavoz de Unión del Pueblo Navarro (UPN) en Pamplona, donde había sido también alcalde desde octubre de 1976 a marzo de 1977. Tenía 63 años y se había jubilado un año antes enIberdrola, pero seguía trabajando en el Ayuntamiento. «Cada mañana, mi padre bajaba a por el pan a la panadería que está a la vuelta y volvía para subirlo a casa. Si coincidía con mi madre, desayunaban juntos. Y luego se marchaba al Ayuntamiento». Una rutina que saltaría por los aires en pocos minutos. «El terrorista estaba sentado en ese banco –Patxi Ruiz– y mi padre bajaba para llevar a una vecina a la que iba a acercar al centro. El etarra vino por detrás y le disparó dos veces en la cabeza a través de la ventanilla».

Gran conmoción social

Cuando el cortejo fúnebre salió del Ayuntamiento hacia el cementerio, Pamplona se echó a la calle

El coche estaba arrancado y avanzó unos metros hasta chocar contra otro vehículo. «Mi hermano el pequeño estaba en casa, José Carlos, y escuchó el ruido de los disparos y el ruido del coche acelerado. Bajó y estuvo con mi padre, que no había muerto todavía, en medio del caos, intentando taponar la herida con la ayuda de un repartidor».

Habla Tomás, que es presidente de a Fundación de Víctimas del Terrorismo, junto al lugar exacto del crimen que es una plaza de aparcamiento, hoy vacía, pintada con rayas azules discontinuas. Es la única libre por allí cerca y uno se pregunta si a la gente le cuesta un poco más aparcar donde saben que murió un hombre. «Es muy bonito, y no es raro, acercarte por aquí y encontrarte con que alguien ha dejado unas flores». Vecinos de toda la vida, que se volcaron con la familia cuando ETA asesinó a un hombre querido en el barrio.

Fotografías familiares, junto a un retrato de Tomás Caballero, al fondo. J. G.

«Aquí no hemos sufrido ese dolor extra que supone la soledad en algunos pueblos, las historias de los años 80, y tampoco hemos sufrido esos ataques que ha habido en otros lugares a las placas o a las tumbas. Nosotros sentimos desde el primer momento todo el calor de la sociedad navarra y eso es un consuelo inmenso», agradece. El asesinato se produjo pocos meses después del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, el gran punto de inflexión de la reacción social en Euskadi y Navarra. «Cuando salió el coche fúnebre del Ayuntamiento en dirección al cementerio, Pamplona se echó a la calle. Había gente a los dos lados de la carretera durante todo el trayecto. Todavía se me pone la piel de gallina al recordarlo».

Quizá por todo eso Pilar Martínez, su madre, decidió seguir viviendo en la misma casa cuando ETA mató a su marido. «Aquí está mi vida y mis vecinos», les explicó a sus hijos. «Siempre fue una mujer alegre y positiva. Antes mataron en un atraco a un hermano, luego a su marido, pero ella siempre miró adelante».

Su vida

Los orígenes de Tomás Caballero fueron muy humildes. Quedó huérfano con siete años

La bajera

Tomás Caballero nos abre las puertas de su cueva secreta. Es una bajera de la familia, a diez metros de la placa, donde guarda muchísima documentación de su padre. «Todo lo de su vida pública lo hemos cedido al Archivo Contemporáneo de Navarra. Aquí está lo personal». Hay decenas de cajas llenas de fotografías y papeles de su padre. Sus carnets del Oberena o de la UPN, las albarcas de un grupo de dantzas. La placa por haber presidido el Sindicato Independiente de la Energía. Una parte se podrá ver en una exposición que abre sus puertas el viernes 5 de mayo en el Condestable.

La bajera es una especie de inventario exhaustivo de la vida de Tomás Caballero Pastor, que nació circunstancialmente en Alfaro, en 1935, aunque la familia vivía en Tudela. «El abuelo era peluquero y murió joven. Mi padre quedó huérfano con siete años. Era hijo único. En plena posguerra, imagínatelo, había pobreza hasta hartar. La abuela abrió un puesto de pollos para sobrevivir y mi padre, que era una cabeza privilegiada para las matemáticas, se puso a dar clases particulares cuando era estudiante para llevar ingresos a casa. Ahí surge en él un fuerte compromiso social que, junto con una religiosidad importante, son los pilares de su vida», explica Tomás Caballero hijo. «Desde Tudela se viene a Pamplona, por trabajo, y se trae a su madre. Se casa y se instala en la calle La Estafeta, donde nacen sus primeros hijos y donde alquilan habitaciones de la casa». Son los humildes inicios del futuro alcalde.

Un recorte de prensa que cuenta un suceso que afectó a la familia. J. G.

El señalamiento de HB

Cuentan de Tomás Caballero Pastor, el padre, que solía potear con los ediles de Herri Batasuna al acabar algunos plenos. Años después del asesinato, alguien de esa órbita llegó incluso a echarle en cara a su hijo que él no se codease con nadie de ese mundo. «Uno elige mucho, en la madurez, a la gente con la que trata. Y no, hice una raya», resume.

El 9 de enero de 1998 , cuatro meses antes de su muerte, se produjo un episodio que marcaría el trágico final, en opinión de la familia. Tomás Caballero acudió al pleno convocado en Pamplona tras el asesinato de José Ignacio Iruretagoyena y, dirigiéndose al representante de HB, le espetó que «ustedes lo que quieren es matar y seguir matando para que de esa forma nos aterroricemos y nos vayamos. Pero no nos hemos de ir porque tenemos una obligación para con nosotros y para con el pueblo que nos ha elegido». Herri Batasuna respondió con una querella, contra él, por calumnias. Quedó archivada en abril, un mes antes de su muerte, de la que se cumplen ahora 25 años. «Le pidieron un montón de millones, pero realmente era lo de menos: lo que hicieron fue señalarle. Sus propios compañeros de Corporación le señalaron. Los mismos que, cuando le mataron, no condenaron su asesinato».

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