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Óscar B. de Otálora
Martes, 2 de mayo 2023
Cuando entregó las armas, ETA perdió el control de al menos dos zulos en unas circunstancias que una década después siguen sin esclarecerse. Parte de esos arsenales descontrolados se han hallado de forma casual en distintos parajes franceses, pero sin que se haya explicado qué ... pasó con esa partida que, según todos los indicios, hicieron desaparecer miembros de la propia organización terrorista. Ahora que se cumplen cinco años de la disolución de la banda, todo sigue igual. Esta es la historia.
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Florencio Domínguez
La desaparición de un grupo terrorista es efectiva cuando su armamento es neutralizado de alguna manera. En el caso de ETA, fue la propia organización la que entregó sus arsenales a las fuerzas de seguridad, una decisión sin precedentes puesto que previamente no se había producido ningún tipo de negociación con el Gobierno o institución mediadora. Para ello, preparó una entrega con el material que le quedaba.
Hay que tener en cuenta que en 2017, cuando se produjo el desarme, ETA se encontraba en una fase de debilidad sin precedentes. Entre otras cosas, porque la mayoría de sus depósitos habían sido localizados por las fuerzas de seguridad. En 2002, por ejemplo, se había conseguido desbaratar el bautizado como 'Chernobyl', el gran zulo de la banda, que durante años había sido un gran secreto: solo la cúpula conocía su ubicación.
Después de ese golpe y los que le siguieron en suelo francés, la banda trató de hacer frente a esa situación con medidas desesperadas. En 2008 trasladó varios de sus depósitos de armas a España, pero también fueron localizados tras la detención de Igor Portu y Mattin Sarasola, los terroristas encargados de su custodia. Dos años después, la Policía volvió a neutralizar el siguiente gran movimiento de la banda: llevar a Portugal los arsenales para intentar ponerlos a salvo. Todo fue inútil: los etarras que llevaban el armamento fueron detenidos y el chalé portugués que les servía de base localizado.
Cuando la banda decidió preparar la puesta en escena del desarme, sus arsenales ya eran la sombra de lo que habían sido. ETA y su brazo político seleccionaron a voluntarios que debían participar en la entrega de esos arsenales a la Policía francesa. Para ello, creó un inventario de las armas que iban a enterrarse en esos zulos y esos textos ayudaron a entender el desbarajuste. Según los intermediarios que participaron en la entrega, se iban a poner a disposición de las fuerzas de seguridad galas 120 piezas. Según los inventarios oficiales de ETA, sin embargo, la entrega iba a consistir en 107. Finalmente, en los zulos solo se localizaron 70.
Estas discrepancias sobre el material inventariado revela que decenas de armas desaparecieron cuando ya habían sido reunidas por la banda para entregarlas. La hipótesis que manejaban las fuerzas de seguridad es que alguien que había estado en los preparativos se quedó con una parte. El móvil del robo es todavía una incógnita, pero se considera que fue un miembro de ETA que no estaba conforme con la operación.
Según los expertos de la Guardia Civil, hubo dos zulos que no fueron puestos a disposición de las fuerzas de seguridad galas. La pérdida de estas armas hizo que la vigilancia sobre los posibles grupos disidentes se extremase, tanto en Francia como en España. Así descubrieron que con esas armas se estaban produciendo extraños movimientos. En abril de 2018, la Fiscalía de Bayona recibió una carta anónima en la que se le comunicaba el paradero de veinte pistolas. El arsenal fue localizado en un contenedor de basuras y se comprobó que eran las pistolas que ETA quería haber entregado un año antes. Este hecho llevó a pensar que en lo que quedaba de la banda, un sector estaba actuando para acabar de entregar todas las armas
En los siguientes meses, las fuerzas de seguridad francesas encontrarían evidencias de que todavía había material desperdigado. Hay que tener en cuenta que, además de los zulos que la dirección terrorista controlaba, había otros sobre los que había perdido la pista después de la detención de los etarras que los tenían a su cargo.
El año pasado, por ejemplo, las fuerzas de seguridad francesas todavía localizaron 100 litros de amonitol y varios detonadores fabricados por ETA en un zulo de los Pirineos Atlánticos. Este combustible de aeromodelismo es el que utilizaba la banda para montar bombas artesanales. Los desactivadores de la Policía francesa tuvieron que neutralizar los explosivos en el mismo lugar del hallazgo, ya que se encontraban en tan mal estado que podrían haber estallado de forma casual. Este dato puso en evidencia que las armas de la banda que quedaban sin entregar se estaban descomponiendo sin que nadie se ocupase de ellas.
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