El doctor Patxi González Urra se encontraba de guardia aquel fatídico día en el Hospital Donostia. Formó parte del equipo médico que atendió a Miguel Ángel Blanco y fue él quien dio la noticia de la muerte a la familia del concejal. El equipo ... estaba más que curtido en atender a heridos en atentados, pero aquel caso era diferente. Ese sábado se cumplía el plazo dado por ETA y la tensión era máxima. Cuando Miguel Ángel llegó al hospital los médicos pusieron todo su empeño por devolver la esperanza a su familia y a las decenas de miles de personas que se habían manifestado pidiendo su liberación, pero fue imposible.
- ¿Cómo inició usted aquel fatídico día?
- En previsión de lo que pudiera pasar teníamos una habitación reservada para Miguel Ángel Blanco. La tensión era máxima porque el seguimiento mediático fue muy intenso y la sociedad estaba volcada. No era un día normal.
- ¿Esperaba el fatal desenlace?
- Hubo peticiones internacionales, incluidas las del Papa, para que lo liberaran, de ahí que yo pensaba que quizá esta vez no se produciría una tragedia. Pero también sabía que ETA llevaba sus amenazas hasta el final. A las cuatro de la tarde terminaba el plazo. A los pocos minutos de pasada esa hora me llamó un compañero y me anunció que había aparecido vivo, que estaba bien. Nos llevamos una inmensa alegría, pensábamos que le habían liberado. Sin embargo, no transcurrieron ni cinco minutos cuando me llamaron otra vez para decirme que presentaba heridas de bala, que venía intubado y en coma profundo. Probablemente, interpretamos mal la primera llamada.
- ¿Qué hicieron cuándo Miguel Ángel llegó al hospital?
- Le hicimos las exploraciones pertinentes y el equipo médico coincidió en que estábamos ante una muerte clínica, aunque quedaba algo de actividad cerebral.
- El destrozo fue total...
- Sí, fueron dos balas. Una quedó alojada en la región posterior de la nuca. La otra entró por el mastoideo derecho y paró en el frontal izquierdo. Esta última atravesó todo el cerebro. La onda de la lesión no es lineal, es decir, la bala no realiza un recorrido uniforme y con el mismo diámetro. El efecto es como el de un embudo, con un orificio inicial pequeño que se va agrandando.
Con la madre de Miguel Ángel
«Cuando llegué me gritó: «¡Mi hijo! ¡Mi hijo!». Como yo ya tenía experiencia en otros casos de atentados y accidentes, le pregunté: «¿Quieres verle?». Sabía que le iba a tranquilizar. Y así fue, se calmó»
- Mortal de necesidad.
- Sí. Además, cuando el cerebro recibe el impacto se hincha y, como está metido en una caja cerrada, acto seguido se aprieta sobre sí mismo. Si algo quedaba vivo lo mata por completo. Aún así le aplicamos un 'doppler', cuya función es registrar los patrones del cerebro. El resultado fue de muerte cerebral, pero le seguimos tratando como si hubiera alguna posibilidad de salvarlo. Quedaba algo de actividad y era un chico joven. Además, en medicina dos más dos no siempre son cuatro.
- ¿Estuvo usted con la familia del concejal?
- Sí. Me llamaron de dirección y me dijeron que la madre se encontraba allí y que sufría un ataque de ansiedad muy fuerte. Me pidieron que fuera y lo hice. Cuando llegué me gritó: «¡Mi hijo! ¡Mi hijo!». Como yo ya tenía experiencia en otros casos de atentados y accidentes, le pregunté: «¿Quieres verle?». Sabía que le iba a tranquilizar. Y así fue, se calmó, porque sé que una madre quiere ver a su hijo y tocarlo, y más en su caso después de la angustia pasada durante tres días. El padre estaba más ausente.
- (...)
- La cogí del brazo y bajamos a la UVI. Para que no se asustara le avisé de que estaba conectado a un montón de aparatos. Entró le tocó y le dijo «Miguel Ángel» «Miguel Ángel»... Le expliqué que la situación era muy difícil, pero que íbamos a intentar todo lo que estaba en nuestras manos. Miguel Ángel no tenía signos de sufrimiento y su madre se tranquilizó. El rostro se mostraba relajado y sin heridas, porque las balas estaban dentro y no habían provocado destrozos externos.
Experiencia
«Nos habíamos acostumbrado a los atentados. Nuestro equipo estaba considerado como uno de los más expertos del mundo en heridas por armas de fuego»
- ¿Cuándo confirmaron definitivamente la muerte?
- Por la noche, de madrugada... No recuerdo la hora. Decidimos realizar un nuevo electroencefalograma. Nos confirmó que no había actividad cerebral. Por tanto, clínicamente estaba muerto. Informé a la familia. Se hundieron.
- ¿Qué sintió usted cuando acabó todo?
- Nos habíamos acostumbrado a los atentados. Nuestro equipo estaba considerado como uno de los más expertos del mundo en heridas por armas de fuego, pero este fue un caso especial por la repercusión mediática y porque fue la crónica de una muerte anunciada, con lo que conllevó de tensión acumulada.
- ¿Alguna lección?
- Los atentados solo generaron sufrimiento. ¿Qué mal había hecho aquel chico? Ahora bien, fue un punto de inflexión. La sociedad de forma mayoritaria sintió repulsión hacia ETA.