Mejor acuerdo pactado que salto sin garantía de futuro

El PNV debe manifestar con claridad que el horizonte hoy visible sobre nuestro futuro es un autogobierno pactado y de bilateralidad con el Estado, no un Estado independiente

Domingo, 16 de septiembre 2018, 12:49

Quisiera que esta vez fuese en serio y llegásemos a buen puerto. Muchos intentos en estos casi cuarenta años para mejorar un texto que, si en 1979 era válido, hoy se admite por la mayoría que necesita una buena revisión, o nueva versión, según quién ... lo afirme. Venimos continuamente diciendo que se encuentra incumplido y sin completar y continuamente nos parece que se ha quedado desfasado.

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Dos años de trabajos parlamentarios han terminado dejando en manos de una comisión de expertos la propuesta de redacción del nuevo Estatuto de Gernika, o como vaya a denominarse, «en congruencia y de conformidad» con las bases y principios aprobados por la ponencia. Un breve texto hecho entre PNV y Bildu, apoyado finalmente, a los efectos de su tramitación, por Elkarrekin Podemos, con la abstención del PSE y con el PP en contra. Un texto que se compone de un esbozo de preámbulo y de 32 párrafos adicionales divididos en distintos apartados, con buena carga de contenidos políticos y que deben ser desarrollados «en congruencia y conformidad» de las bases de partida. Si se lleva a cabo, el resultado será un nuevo estatus político para el autogobierno vasco, con un título sin definir. Aunque el mandato de la Cámara anima a que deberá tratarse de encontrar puntos de conexión y aportaciones de votos particulares presentados por los grupos, es evidente que no podrá desviarse, en lo nuclear, de la redacción enviada al Parlamento.

Y, por tanto, además del previo descarte del PP, se me antoja imposible que las adendas presentadas por el PSE como voto particular puedan articularse en el texto de PNV y Bildu. Y el ejercicio de cintura que debería hacerse para lograr la adhesión de Podemos también se presenta sumamente complicado en cuestiones identitarias y en esa distinción entre ciudadanía y nacionalidad que a simple vista resultan vidriosas para el mundo no abertzale. En mi opinión, no auguro un buen final para este mal comienzo, aunque me gustaría afirmar lo contrario.

La comisión de expertos nombrada tiene, en general, conocimientos, experiencia y capacidad para hacer un buen trabajo. Pero el problema es que parten de un texto deficiente en contenidos, desde el punto de vista de su desarrollo jurídico, y de unas bases ideológicas no consensuadas que encorsetan y dificultan los acuerdos necesarios. Cualquier escritor de ensayo sabe bien que la introducción y el preámbulo se escriben al finalizar la redacción porque sitúan el texto en contexto. Al revés no se puede redactar nada que tenga pretensión de validez con amplios consensos. La primera tarea en la redacción de unas bases que desarrollen nuestro autogobierno debiera ser demostrar que el actual texto es insuficiente y hacer llegar a ese convencimiento a la ciudadanía vasca en su conjunto. La mayoría social desea más autogobierno, pero no todos ni con la misma intensidad ni de la misma manera.

La búsqueda de una nueva redacción sobre nuestro autogobierno debe hacerse sobre acuerdos pactados, que siempre son mejores que la implementación de las mayorías democráticas simples. En un acuerdo pactado se discute, se debate, se cede, se concede, se trabajan los disensos y se alcanza un consenso cuya aceptación ya garantiza que todos -casi todos o una amplia mayoría- cabemos, y que finalmente se somete a aprobación ciudadana.

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La conciliación trabajada de intereses contrapuestos es más exitosa que la imposición por mayoría de la suma de voluntades parciales, aunque gocen del principio de legalidad, precisamente porque el acuerdo pactado de diferentes sensibilidades e intereses, incluye las voluntades de la mayoría. La bilateralidad pactada que reclama el lehendakari en la relación de Euskadi con España, que vengo a compartir plenamente, debe ser puesta también de manifiesto entre nosotros, entre las distintas sensibilidades de los vascos. Y sigo a Daniel Innenarity al afirmar que «la tarea de la política no es conseguir un equilibrio entre las voluntades políticas ya constituidas, sino la formación de una voluntad política común que no existía con anterioridad».

Seamos realistas: la actual situación política española, y posiblemente la futura, no ofrecen condiciones, aunque lo necesita, para repensar en el futuro de sus equilibrios territoriales, y nuestros aspiraciones no pueden ser confundidas con nuestras capacidades, ni pueden confrontarse con el principio de legalidad, que en todo caso se hará respetar, estemos o no de acuerdo con su legitimidad. En política, intentar lo posible es ejercitar la gran virtud de la responsabilidad. Incorporar a nuestro ámbito de decisión de más autogobierno el principio de subsidiariedad, haciendo nuestras las competencias de lo que sin duda haríamos mejor, ceder la decisión y/o codecidir en los espacios más globales, e incluso transferir soberanías mejor ejercitables en ámbitos superiores nos hace más ciudadanos, más europeos, más responsables.

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En esta tierra nuestra de calificaciones peyorativas entre unos y otros, de nacionalistas vascos, españoles, ¿no podemos hacer un hueco y des-demonizar nuestros conflictos? Compartimos historia, tradiciones, lengua, fortalezas, valores, vascos y universales. Podemos y tenemos obligación de entregar a nuestros hijos un gran país, en el que cada uno seamos lo que queremos ser construyendo nuestro futuro. Nadie puede imponer a nadie una forma de estar presente en su propia vida, una forma de ser vasco o de ser español, ni tampoco reprochar a nadie que su sentimiento poliédrico vasco/español sea una suerte de anomalía antropológica. Ni siquiera una bandera, un símbolo o una lectura determinada de la realidad están por encima de las vidas y sentimientos de cada una de las diversas realidades que compartimos. En nuestra diversidad, conformamos Euskadi, sin territorios comanches. Y el resultado final de los trabajos sobre el autogobierno vasco tiene que compartir esta pluralidad. Nunca parece llegado el momento oportuno para pedirle al PNV que manifieste con claridad que el horizonte hoy visible sobre nuestro futuro es un autogobierno intenso, pactado y de bilateralidad relacional con el Estado, y no un Estado independiente. El lehendakari lo suele dejar claro. Yo también creo que es hora.

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