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Joseba Egibar denuncia que la política vasca «se está españolizando». El presidente del PNV de Gipuzkoa no concreta en qué fundamenta tal conclusión, aunque pone a título de ejemplo que los 'teleberris' abren con los Premios Goya -bueno, él dice «abrimos», como si participara de ... forma directa en su elaboración- antes de preguntarse si «eso será importante». Ahora va a resultar que ETB está en manos de peligrosos españolistas, de esbirros de Isabel Díaz Ayuso y puede que hasta de Santiago Abascal, y que por fin alguien la ha desenmascarado pese a los ímprobos esfuerzos por disimularlo que hace cada día con su programación.
Dado el concepto que sobre España y el españolismo tiene Egibar, del que ha dado sobradas muestras durante su prolongada trayectoria pública, cabe suponer que su afirmación en 'El Diario Vasco' no es precisamente un piropo. No parece que con ella se refiera al exasperante frentismo que se ha instalado en la política española. A esa encarnizada polarización que convierte al rival en enemigo, impide cualquier acuerdo e incluso un diálogo normalizado entre partidos de los dos bloques enfrentados y provoca un ruido ensordecedor. Sin ser un oasis, Euskadi está muy lejos de hallarse en una situación así.
Su lamento apunta probablemente a que la política vasca ha perdido el protagonismo que tuvo en el debate nacional y a que, en cierta medida, se ha visto impregnada por este último. En tal caso, el diagnóstico no puede ser más acertado. El terrorismo de ETA puso a Euskadi en el foco durante décadas. Y no para bien. Aparte de atentar contra derechos y libertades básicos, condicionó la conversación pública y otorgó un plus especial a todo lo que aquí se cocía. Felizmente desaparecida la violencia, también lo ha hecho ese singular altavoz a lo que ocurría en nuestra comunidad. ¿No habría que congratularse por ello? Además, el fiasco del 'procés' ha servido de vacuna contra las ansias rupturistas y apartado del primer plano la pulsión por la independencia; el otro factor que colocaba a Euskadi en el centro de la política española, pese a contar con un respaldo de solo el 23% según el último Sociómetro. A la espera de tiempos más propicios, el PNV ha guardado en el cajón la propuesta de reforma del Estatuto con una peculiar formulación del llamado 'derecho a decidir'. EH Bildu ha optado por primar su carácter de izquierdas sobre el identitario, mientras su pétreo apoyo al Gobierno central coincide con el acercamiento de los presos etarras a cárceles vascas.
Los grupos que con mayor o menor énfasis propugnan la soberanía, ya sea a corto o a largo plazo, de forma pactada o unilateral, no compiten hoy en ese terreno, sino por ver quién resulta más influyente en Madrid. Quién tiene más éxito en la tarea de 'conseguidor'. Quién es más decisivo para mantener en La Moncloa a Pedro Sánchez. Con ETA en el baúl de la historia, el debate político en Euskadi ha perdido, por fortuna, aquello que lo singularizaba. Se ha normalizado, por así decirlo. Egibar quizás eche de menos las tensiones que rodearon el Plan Ibarretxe. Por lo visto, su partido no. Tampoco la gran mayoría de la sociedad vasca. El estado de la sanidad pública preocupa más que la sedición. Como en el Madrid de Ayuso. ¿Será eso españolizarse?
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