Urgente Grandes retenciones en la A-8, el Txorierri y la Avanzada por la avería de un camión

Desde la moción de censura y las últimas elecciones generales la mayoría parlamentaria se compone en España a partir de un equilibrio entre las izquierdas y las derechas que se rompe con el apoyo a las primeras de la mayoría de nacionalistas y otras fuerzas ... regionales. La pluralidad del país queda así manifiesta, como realidad y como problema de gestión (por su tendencia centrífuga). La inexistencia de un partido de centro oscilante y el crecimiento de los localistas hacen que los grandes partidos dependan de estos últimos y de otros de su respectivo color dados a la exageración de discursos y gestos. Gobernar así se hace difícil y el proyecto a medio plazo se sustituye por el arte de resistir, enmascarar la realidad y sobrevivir cada día. La táctica y el oportunismo vencen a la estrategia y las convicciones.

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Esa diversidad se esfumó el martes en Madrid. Una campaña polarizada y capaz de trasladar la tensión a la ciudadanía, con desaparición del centro, localismo de vocación nacional española (en contradicción con los otros conocidos, pero igual de egoísta), ausencia de matices, personalismo y fatiga pandémica respondida en la mejor versión populista han dado lugar a una fotografía insólita. El resto de España no es así hoy. Ni está tan tensa, ni tiene gobiernos tan frívolos, ni población tan nihilista, ni políticas de trazo tan grueso. La pluralidad española y sus dificultades cotidianas no tiene que ver con la imagen en blanco y negro (o azul) de este Madrid. Madrid no es (toda) España, como se pretende.

Pero lo ocurrido sí que puede afectar al conjunto del país, sin exagerar. En la derecha, la paulatina desaparición de Ciudadanos incrementará los escaños populares y frenará el crecimiento de la extrema derecha, al precio de dar al PP una imagen muy conservadora que dejará desguarnecido su flanco más moderado. Lo que funciona en Madrid no sirve para toda España. Además, por mucho que sume por absorción, al repetir el empate de grandes fuerzas seguirá todavía incapacitado para granjearse los apoyos necesarios de esa pluralidad española, los escaños nacionalistas y localistas. Está condenado a ganar a la madrileña. Y no es fácil.

El PSOE lleva demasiados avisos de que está esclerótico y de que desguaza el partido para sostener el Gobierno. Su incapacidad para conectar con los sectores más jóvenes y dinámicos de la sociedad, al punto de que acabará aspirando a ligarse a alguna de esas nuevas formaciones -Más Madrid es un buen ejemplo- para recuperar savia nueva. Si al comunismo reconvertido de Iglesias le hacía ascos por los dolores de cabeza, esta versión más pragmática y menos endurecida le puede venir bien. Y Más Madrid sigue siendo solo de Madrid, sin mayores horizontes.

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De momento, no tiene por qué pasar mucho más, a pesar de la conmoción.

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