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LORENA GIL
Miércoles, 7 de febrero 2018
Tras el asesinato, llegó el velatorio y luego, ya en casa, el duelo. Varias jornadas después de que, tal día como este jueves hace quince años, ETA acabara con la vida de Joseba Pagazaurtundua, su viuda, Estíbaliz Garmendia, apareció en el domicilio de la hermana del que fuera sargento de la Policía municipal de Andoain, Maite, con dos bolsas de plástico repletas de cosas. «Había estado mirando las pertenencias de Joseba y pensó: Quién mejor que mi cuñada para organizar sus papeles», relata la ahora europarlamentaria. Maite se quedó sola con los escritos de su hermano. «¿Qué hago?», se preguntó. Salió a la calle y compró «dos cajas bonitas» en las que guardarlos. Quince años ha tardado en poner sentido a aquel caos. Una serie de cartas y poemas en los que Joseba 'desnudaba' el miedo que sentía a ser asesinado. Uno de los documentos, a los que ha tenido acceso este periódico, recoge incluso las últimas voluntades de este militante del PSE escritas de su puño y letra. Un texto desconocido para la familia y que ahora ven por primera vez la luz.
- ¿Qué sintió al leer por primera vez las cartas de su hermano?
- Vi cómo era Joseba. Su nobleza, esa lucidez demoledora y ese coraje para sobreponerse al miedo a la muerte.
«El alma se me escapa trozo a trozo cuando veo un nuevo asesinato. Ay madre, qué miedo tengo. He de salir a la calle, afuera esperan ellos, los que desean sangre. Ay madre, me han de matar y no puedo evitarlo. Mi grito de libertad lo acojan los ciudadanos», se desahoga en uno de sus poemas.
12 años sufrió Joseba Pagazaurtundua ataques y amenazas por parte de ETA y su entorno. En 1991, le pincharon las ruedas del coche y después, lo quemaron. Fue asesinado en 2003.
Tres disparos en el bar Daytona A las 9.55 horas del 8 de febrero de hace quince años, un miembro de ETA disparó tres tiros al sargento de la Policía municipal de Andoain mientras tomaba un café en el bar Daytona. Estaba casado y tenía dos hijos.
A las diez de la mañana del 8 de febrero de 2003, un terrorista de ETA disparó tres tiros a Joseba Pagazaurtundua mientras tomaba un café en el bar Daytona de Andoain. Tenía 45 años, estaba casado y era padre de dos chavales, Alain y Ander, de nueve y catorce años. Falleció nueve horas después en el hospital.
El atentado fue la 'crónica de una muerte anunciada'. El trágico desenlace a una década de amenazas y presión por parte de la banda terrorista y su entorno. En septiembre de 2001, en una carta dirigida a Javier Balza, Joseba trasladó al entonces consejero de Interior sus temores. Es el único escrito de la víctima que su familia hizo público tras el asesinato. El objetivo fue denunciar «el maltrato» al que, según expresaron, fue sometido «por parte del nacionalismo».
En la misiva -sus allegados desconocen si fue enviada o no al consejero- Joseba enumera los diferentes ataques que sufrió desde 1991: le pinchan las cuatro ruedas del coche, le informan que «desde la dirección de ETA se ha ordenado un atentado contra mi persona», en mayo de 2000 asesinan en Andoain a «un buen amigo» -en alusión al periodista José Luis López de Lacalle- y un año después, atacan su domicilio con cócteles molotov y queman su vehículo. «Alterno periodos de baja laboral con breves periodos de trabajo. La información que acabe con mi vida puede salir del mismo Ayuntamiento», expresa en la carta. El Consistorio de Andoain estaba entonces en manos de Batasuna, ilegalizada en marzo de 2003 por ser «el brazo político de ETA».
«Cada día veo más cerca mi fin a manos de ETA. Soy consciente de mi presencia no comunicada en papeles del 'comando Buruntza'. Y soy asimismo consciente de otros datos relativos a un familiar próximo del mismo comando, que tampoco han sido comunicados», afea a Balza en una segunda carta escrita año y medio antes del atentado. «Ese familiar era yo», revela Maite Pagazaurtundua en conversación con este periódico.
«Joseba estaba pidiendo ayuda. Tenía miedo y se sentía solo», lamenta. Tras el asesinato del concejal socialista Juan Priede, en Orio en 2002, ella misma llamó a Juan Mari Atutxa, en aquel momento presidente del Parlamento vasco, para «decirle que el siguiente iba a ser mi hermano». «Su respuesta fue: 'Ya no soy consejero de Interior'», evoca Maite. «El nacionalismo era frío de corazón. Eran incapaces de criticar a Batasuna y de estar cerca de sus víctimas», reprocha.
En las dos bolsas que 'Titi', como conocen a Estíbaliz Garmendia en su círculo cercano, entregó a la hermana de Joseba aparecieron poemas. «Le gustaba la Generación del 27, aunque se nota que no llevaba mucho tiempo escribiendo», reconoce Maite. Pero también escritos inéditos en los que el sargento de la Policía municipal de Andoain cargaba contra la conferencia de Paz organizada en 2001 por Elkarri, liderada por Jonan Fernández -actual secretario de Convivencia del Gobierno vasco- y una carta de solidaridad destinada a Agustín Ibarrola y su mujer, Mari Luz, tras el ataque, en noviembre de 2001, contra el bosque de Oma.
«¡Nos ha dolido! Nos ha dolido hasta el infinito el nuevo ataque integrista a la obra de Agustín. (...) Los mensajeros de la muerte, de la incultura, de la ignorancia y el racismo no pueden callarnos ni evitar que nuestra voz se alce en defensa de los eternos valores de la vida y la libertad. A pesar de que los mensajeros del terror griten más alto, vuestro bosque, el bosque de Oma, es un referente para las buenas personas que habitan en esta atribulada Euskadi. Es más, tu txapela y tu bigote, tus gafas colgando de la cuerda son el símbolo libre de unos ciudadanos que se asfixian por falta de aire y solo lo encuentran en personas como vosotros. ¡Adelante! ¡No podemos parar!», les dedica.
La presión de ETA y su entorno en el municipio guipuzcoano de Andoain se hizo cada día más insoportable. «Yo no pienso así porque me quieran matar, me quieren matar por pensar así», dejó plasmado en papel. «Algunos amigos le llegaron a decir que le buscarían una salida. Pero él dijo que no. Pie en pared. Lo hizo porque veía que cada vez más éramos todos los que estábamos siendo amenazados», declara Maite.
Entre los documentos más desgarradores figuran sus últimas voluntades, redactadas menos de un año antes de que los terroristas le arrebataran la vida. «Si muero por mano ajena, por motivos de militancia política -estaba afiliado al PSE- u oficio, deseo que...», arranca el escrito. «Al leerlas nos dimos cuenta de que, sin saberlo, habíamos cumplido con todo lo que él quería», apunta Maite. Que no hubiera oficio religioso, que el acto civil se realizara con personas de confianza y que la capilla estuviera presidida por las banderas constitucionales, la ikurriña y la española, entre otras peticiones.
Los restos mortales de Joseba Pagazaurtundua fueron incinerados después de que familiares y amigos le velaran en el tanatorio de Zorroaga, en San Sebastián. En un comunicado firmado por su hermana se precisaba: «Están expresamente excluidos todos los firmantes de Pacto de Lizarra y el actual Gobierno vasco -el vigente en 2003-». Sí fueron invitados, ahora bien, el exlehendakari José Antonio Ardanza y el exconsejero vasco por el PNV Joseba Arregi. Los representantes de la formación jeltzale y de EA en el Consistorio de Andoain no retiraron su apoyo al alcalde de Batasuna, José Antonio Barandiaran, que no condenó ninguno de los constantes ataques que la víctima recibió antes de su asesinato. Un año después, PNV y EA se negaron a conceder la medalla de Andoain al que fuera sargento de la Policía municipal. Lo habían solicitado sus compañeros de trabajo por su «innegable vocación de servicio público, su capacidad de entrega a los demás como ciudadano y su extraordinario compromiso ante los delitos de terrorismo».
Joseba se despidió de los suyos en vida. «Un beso a mi esposa (qué frío), a 'Titi'. Te amo, pero no puedo expresarlo. Soy un cateto. Un abrazo a mis hijos. Os quiero. No me olvidéis. ¡Ama! Qué paciencia, como 'Titi'».
«Y un reproche. A los que solo han pensado en 'su problema'. Yo no lo hice así, pensé en los demás».
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