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En mayo de 2004, un José Luis Rodríguez Zapatero recién llegado a La Moncloa celebró allí los 125 años de fundación del PSOE. En octubre de 2014, Podemos eligió este mismo escenario para su asamblea fundacional, el cónclave que encumbró a Pablo Iglesias a lo ... más alto.
El Palacio de Vistalegre, la plaza de toros cubierta de Carabanchel, al sur de Madrid, siempre había sido un icono para la izquierda. Hasta el domingo, cuando Vox, el partido más a la derecha de los que tienen posibilidades ciertas de entrar en el Parlamento, hizo suya esta arena para demostrar su músculo. Un impulso que corroboran las encuestas -como este domingo recordaron hasta la saciedad los responsables de la formación- y que le sitúan en su momento más dulce: quinta fuerza nacional con un 3% de los votos frente al 0,2% de los comicios de hace dos años, lo que le valdría uno o dos diputados en Congreso y tres representantes en la cámara europea.
Hacía años, probablemente lustros, que la ultraderecha española no lograba congregar a tal multitud. El partido que dirige Santiago Abascal, el expresidente de Nuevas Generaciones del Partido Popular del País Vasco, se había fijado como objetivo llenar la arena de Carabanchel, sin un euro de dinero en ayudas públicas, y lo logró. Sobradamente. Los organizadores hablaron de 10.000 asistentes dentro y 3.000 simpatizantes fuera del recinto. Desde luego, no cabía más gente en Vistalegre y en las inmediaciones del palacio había centenares de personas que no pudieron acceder al interior al haberse llegado al límite del aforo.
'Tomado' el 'bastión' de la izquierda en Carabanchel, Vox, al que las encuestas le dan hasta medio millón de votos, se centró en la escenografía. Una puesta en escena como la de los grandes mítines de los partidos tradicionales, pero en versión muy 'cañí', a veces con un punto 'kitsch', que incluyó como aperitivo varios platos como el 'Soy el novio de la muerte' de la Legión, el que 'Viva España' de Manolo Escobar, el 'Resistiré' del Dúo Dinámico o cánticos, arengados desde los altavoces, más típicos de un estadio de fútbol. Todo envuelto en una marea de banderas nacionales, vítores al Rey, abucheos a los líderes de los partidos rivales cuando éstos aparecían en las pantallas y homenajes a los policías y los guardias civiles que han pasado por Cataluña. Entre los asistentes, el torero Morante de la Puebla, y los escritores Fernando Sánchez Dragó y Hermann Tertsch.
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En el enorme escenario había dos carteles con los hashtag #Españaviva y #EleccionesYa, que por unas hora convirtieron a Vox y Vistalegre en Tendring Topic en España. El objetivo estaba cumplido. Ambiente de gala en las redes y la parroquia, para entonces, ya entregada a las dos únicas caras de la formación reconocibles para el gran público: el propio Abascal y el exfuncionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, secuestrado por ETA.
Con ese ambiente propicio al aplauso, Vox desgranó finalmente sus anunciadas cien medidas para 'La España Viva', una suerte de programa electoral para las elecciones generales que pidieron de forma insistente a Pedro Sánchez.
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Y la polémica, tal y como pretendían los organizadores, quedó servida. El elenco está lleno de medidas controvertidas de toda índole: suspensión de la autonomía catalana «hasta la derrota sin paliativos del golpismo y la depuración de responsabilidades civiles y penales»; ilegalización de los partidos, asociaciones o ONGs que persigan la «destrucción de la unidad territorial»; supresión de las policías autonómicas; transformar el Estado autonómico en un «Estado de Derecho unitario»; proclamación de un solo parlamento para toda España; devolución inmediata al Estado de las competencias de Educación, Sanidad, Seguridad y Justicia; derogación «inmediata» de la Ley de Memoria Histórica, desaparición del Cupo vasco; «deportación de los inmigrantes ilegales a sus países de origen», incapacitar «de por vida» para la residencia legal a los extranjeros que entren de forma clandestina; endurecimiento de las penas a ONG o empresas que «colaboren» con la inmigración clandestina, cierre de mezquitas fundamentalistas; derogación de la ley de violencia de género para sustituirla por una de violencia intrafamiliar…
«Vamos desbordar las urnas porque han sido demasiados los ultrajes a España». «Ahora somos la resistencia. Una nación no despierta del letargo por casualidad, sino cuando la molestan», clamó Abascal bajo unos coros constantes de «presidente, presidente».
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Los gritos se encendieron todavía más con los ataques del líder de Vox al resto los partidos. Al PP le llamó «derechita cobarde», a Ciudadanos les calificó como «la veleta naranja», a los del PSOE les acusó de ser «traidores» y «estafadores» y a Podemos le definió como el partido de las «recetas fracasadas del comunismo». Las llamadas de Abascal a «reconquistar la grandeza de España» y las notas del himno nacional pusieron el colofón al primer acto de Vox que sonó realmente como un mitin con la vista puesta en el Congreso de los Diputados.
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