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Alberto Moyano
Jueves, 31 de agosto 2023
La librería Lagun admite el adjetivo de 'grande' en varios sentidos, pero no fue una sorpresa que este jueves se quedara pequeña en lo que a sus dimensiones físicas se refiere. Decenas de amigos y clientes del emblemático establecimiento donostiarra se acercaron hasta el local ... de la calle Urdaneta para asistir -algunos desde la vía pública-, al acto de despedida organizado por la propia librería, pocos días antes de que cierre definitivamente sus puertas. Han sido cincuenta y cinco años entre la Plaza de la Constitución y la céntrica calle donde se ubica, donde sobrevivió primero al franquismo y posteriormente a la violencia terrorista de ETA. Fue, en definitiva, una ceremonia de acción de gracias.
En un Lagun ya abarrotado desde bastante antes de las siete de la tarde 34 amigos del establecimiento leyeron, en persona o a través de audios enviados, sus textos de homenaje. Prosas y versos, en castellano y en euskera. Lleno hasta la bandera, con asistentes en la escalera y las plataformas voladas de las estanterías más elevadas, y en medio de un calor considerable, aquello parecía un cineclub, una lectura poética o una asamblea política de los sesenta, de acuerdo al menos con el imaginario popular.
En medio de un clima entre distendido y con un innegable toque de pesadumbre, por ahí pasaron rostros habituales en la librería como Julia Otxoa, Ángel García Ronda, Fernando Savater, Karmelo C. Iribarren, Felipe Juaristi, Luisa Etxenike, Lourdes Domínguez, Pello Otxoteko, Aritz Gorrotxategi, Juan Ramon Makuso, Luis Castells o Jesús Rodríguez, que se encargó de coordinar el acto y de presentarlo, junto a la librera Elena Recalde Castells. También se sumaron, aunque desde la distancia, a esta 'comunidad Lagun' Josetxo Silguero, Irene Vallejo, Aurora Luque, Maite Lesmes, Eli Tolaretxipi o Javier Mina.
Los textos leídos, en medio de un respetuoso silencio, evocaron anécdotas personales, episodios duros, historias divertidas y una pasión por los libros que, en conjunto, terminaron por dibujar lo que ha supuesto la existencia de Lagun para la ciudad y sus habitantes en este medio siglo largo. Sin solemnidades, Savater comparó los superalimentos que se venden por internet con los libros y la lectura, «ese joggin del alma», y elogió este hábito frente a quienes «prefieren mutilar sus posibilidades y la anestesia al torrente vital». Dijo el filósofo que «no hay lugar más cordial, gozoso y vivificante que una librería como dios manda y los lectores quieren» y en este sentido, recalcó que «Lagun ha sido uno de esos lugares mágicos. No hay palabras para recompensar lo que esta librería ha sido para nosotros», concluyó.
Julia Otxoa arrancó con Miguel Hernández ('Para la libertad') y acabó con una manifestación de su gratitud hacia Lagun, como hizo también Luisa Etxenike y la gran mayoría de los participantes. El poeta Karmelo C. Iribarren recordó aquel diciembre de 1979 en el que entró en el establecimiento de la Plaza de la Constitución y tras dirigirse al fondo del local, territorio de los libros de poesía, dio con 'Las personas del verbo', de Jaime Gil de Biedma. «Ahí empecé a pensar que la idea de contar la vida en verso no era descabellada y en eso estoy». Tras asegurar que «hoy cierra Lagun y para mí esta ciudad es muchísimo peor que ayer», evocó el título del relato de Hemingway 'Un lugar limpio y luminoso' para recalcar que lo considera algo perfectamente aplicable a Lagun. Lourdes Domínguez, por su parte, se centró en la figura de María Teresa Castells, a quien «me hubiera gustado tener como suegra» y que aunque eso no pudo ser, sí fue «un referente, algo que necesitábamos en aquella época».
Y así, a lo largo de sesenta minutos se sucedieron las intervenciones, algunas más centradas en lo que Lagun supuso en sus vidas, otras en su condición de símbolo de la resistencia frente a «los bárbaros», todas en el magnífico regalo que fue acceder y disfrutar sin recato de la cultura en general a través de Lagun. El recuerdo de María Teresa, José Ramón Recalde e Ignacio Latierro fue también una constante.
Luis Castells, hermano de María Teresa, habló del «vacío y el desamparo» que le deja el cierre de una librería a la que estuvo vinculado desde sus apertura y reivindicó la labor de estos «libreros a la antigua usanza».
Jesús Rodríguez y la propia Elena Recalde dieron voz a los ausentes, mediante la lectura de sus mensajes. Jaime Aspiunza no pudo estar presente, pero envió un poema dedicado «a las libreras y a Ignacio (Latierro): «Cuando leo a Stendhal, soy Stendhal / Está claro, ¿no? (Lo dijo, además, Merleau-Ponty). Por eso: cuando conversamos, recuerda, estoy contigo: / A ti me agarro, en ti me enredo, me entrevero: / Soy ti, soy tú… cuando conversamos».
La autora de 'El infinito en un junco', Irene Vallejo, desterró la sobada idea de las librerías como lugares aburridos. «Mil veces lo he oído. La realidad es que siempre fueron lugares sitiados y Lagun encarna la entereza de las librerías valientes». La pieza 'Txinaurria' grabada por Josetxo Silguero, y un gran y largo aplauso por parte de todos los presentes puso fin al acto y despidió una etapa de la vida donostiarra.
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