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Todo parecía discurrir sobre el guion previsto. El debate sobre la Ley del Deporte, que ayer aprobó el Congreso con un consenso mucho menor del « ... histórico» acuerdo que se esperaba hace semanas, se anticipaba como una cascada de acusaciones de la oposición al Gobierno por haber reventado una Ley «de Estado» al ceder a las exigencias de «los de siempre» -los nacionalistas, en este caso los del PNV- para abrir la puerta a la oficialidad de las selecciones vascas de pelota y surf a cambio de su apoyo presupuestario. Los aludidos, secundados por EH Bildu, abrieron fuego con la promesa de no cejar en la pelea hasta que Euskadi pueda ser internacional en cualquier modalidad. «Es nuestro derecho. No hemos pisado nada ni a nadie», se jactó el peneuvista Joseba Agirretxea.
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Hasta que la diputada de Junts Pilar Calvo citó al legendario Gary Lineker. Nada hacía presagiar la tormenta. También Mertxe Aizpurua había aludido a Pitágoras. El ministro del ramo, Miquel Iceta, ni estaba en el hemiciclo. Licencias parlamentarias. Pero no. «Decía hace años Lineker que el fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan once contra once y ganan siempre los alemanes. Si fuera hoy diputado en esta Cámara diría que los alemanes son los compañeros del PNV. Felicidades». Fue el golpe de efecto dramático que usó la parlamentaria posconvergente para asestar un tremendo rejonazo a los jeltzales, a quienes a renglón seguido acusó de haber «vetado» una enmienda de su grupo y Esquerra para que la ley asuma «el derecho» de las nacionalidades históricas -Euskadi, Cataluña y Galicia- a «existir» en el deporte internacional. «Habéis tenido vuestra gran ola y nadie, nadie, os iba a robar ese momento, ese primer paso. Por eso es muy triste ver cómo habéis usado el reglamento de la Cámara española para vetar el sueño del independentismo catalán», afeó Calvo mientras Agirretxea se revolvía incómodo en su escaño.
El inesperado encontronazo, que continuó tras el debate con un airado comunicado de respuesta del PNV, reveló no solo la competencia entre nacionalistas en Madrid, sino también las diferencias entre un nacionalismo más pragmático, el jeltzale -«entre el todo y la nada, hemos logrado algo», enfatizó Agirretxea-, y el maximalismo que hoy representa Junts. Y, cómo no, el abismo, desde ayer más profundo, que separa a los peneuvistas de quien fuera su partido 'hermano' -la histórica Convergència de Pujol y Mas- desde el momento en que Puigdemont tomó las riendas. Los frustrados intentos mediadores de Urkullu durante los hechos de octubre de 2017 enfriaron la relación, pero el debate sobre la oficialidad demostró que está absolutamente rota.
Junts tiró la piedra sin miramientos. Recordó al PNV que la enmienda que pactó con el PSOE para que las federaciones autonómicas de deportes con «arraigo histórico» en sus comunidades puedan competir por su cuenta salió adelante en comisión «gracias en parte a nuestro apoyo». Y lamentó que sea «insuficiente, discriminatoria y ambigua» al abrir la puerta a que Cataluña pueda ser oficial en «hockey, rugby, dardos o bolos» pero no en fútbol, por ejemplo. «¿Qué es el arraigo? Si hablamos de arraigo, el Barça, el Espanyol y el Palamós son anteriores al Real Madrid», espetó.
El PNV acusó directamente a Junts de pretender «dinamitar» su pacto con el PSOE con una enmienda de modificación del polémico artículo 44 presentada a última hora de la tarde del miércoles sin avisarles. Y justificó el veto a esa alegación porque pretendía «anular» y «echar por tierra» el «histórico» logro de Sabin Etxea pese a que el impulso a la oficialidad de todas las selecciones se iba a votar en otra enmienda que el PNV apoyaba. Y porque, subrayaron, la pretensión de Junts no tenía «la más mínima posibilidad» de prosperar. Para los jeltzales es «grave» poner «en riesgo», como, a su juicio, hizo Junts, un acuerdo de tanta «importancia política» y de «excelente acogida social».
El PP acusó al PSOE de haberse inventado la polémica con los clubes de Primera y Segunda para «tapar» la de las selecciones. Los socialistas, con recelos internos al pacto, dejaron claro que «España no se rompe».
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