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darío menor
Jueves, 29 de agosto 2019, 00:59
Ya ocurrió hace dos años, durante la anterior visita de Iñigo Urkullu a Roma. Cuando llegó al Vaticano -era enero de 2017-, el lehendakari aseguró que su viaje tenía como objetivo conocer de primera mano los proyectos de acogida para los refugiados puestos en marcha ... por la Comunidad de San Egidio, un movimiento católico nacido en Italia y premiado por el Gobierno vasco con el galardón René Cassin 2016 de Derechos Humanos. Además, también tenía previsto un encuentro con el superior general de la Compañía de Jesús, el venezolano Arturo Sosa.
Pero una vez en la Ciudad Eterna, el Gabinete de Urkullu informó de que en su agenda también constaba una audiencia con el secretario de Estado, el cardenal italiano Pietro Parolin. ¿Con qué finalidad? No se supo hasta el día siguiente, cuando fuentes vaticanas desvelaron que el verdadero propósito del viaje era pedir la colaboración de la Santa Sede para consolidar una convivencia «en paz, justa y duradera» en el País Vasco.
En concreto, Urkullu explicó al 'número dos' de la jerarquía vaticana el Plan de Convivencia y Derechos Humanos del Ejecutivo vasco, en particular las iniciativas para lograr el desarme de ETA y su postura respecto al acercamiento de los presos terroristas. En su conversación de ayer con Parolin, el lehendakari retomó esta materia y pasó revista a las etapas recorridas desde entonces en Euskadi y a los «tres ámbitos permanentes que nos quedan» en relación a la violencia sufrida: la «memoria de las víctimas, es decir, el reconocimiento del daño injusto causado», y la «memoria histórica de todo lo que sucedió», así como los «pasos que puedan darse en política penitenciaria cumpliendo la legalidad» vigente.
Como en aquel encuentro de hace dos años, Urkullu estuvo ayer acompañado en la audiencia en el Palacio Apostólico por el secretario general para la Paz y la Convivencia, Jonan Fernández, y la secretaria general de Acción Exterior, Marian Elorza. Además, también asistió a la cita la embajadora española ante la Santa Sede, Carmen de la Peña Corcuera. En 2017, la jerarquía vaticana puso como condición para recibir a Urkullu que también estuviera presente el por entonces embajador, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga.
Tanto Lehendakaritza como El Vaticano han tenido esta vez especial cuidado en mantener informados de la visita de Urkullu a los obispos vascos. La decisión de no comunicar a los prelados de Bilbao, Vitoria y San Sebastián el viaje de 2017 generó entonces un profundo malestar en la jerarquía eclesiástica vasca. Tanto, que a posteriori, Mario Iceta, Juan Ignacio Munilla y Juan Carlos Elizalde fueron convocados a un encuentro con el lehendakari para tratar de aplacar sus recelos y darles cuenta del contenido de la reunión mantenida días atrás con Parolin y esforzarse en convencerles de que no hubo mala fe en la gestión de la visita.
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