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ÓSCAR B. DE OTÁLORA
Sábado, 9 de septiembre 2017, 02:11
La historia es en muchas ocasiones el espejo trágico de la sinrazón humana. El 10 de septiembre de 1986 ETA asesinaba en Ordizia a Dolores González Catarain, ‘Yoyes’, por haber abandonado la banda y regresado a Euskadi a vivir. Su asesino, José Antonio López Ruiz, ‘ ... Kubati’, ha cumplido 26 años de condena -por este y otros crímenes- es ahora el responsable de poner orden en la agonía final de una banda atascada en la discusión sobre cómo disolverse y a la que solo le quedan sus presos. ‘Kubati’ es quien gestiona hoy esa salida de los internos a quienes permite, ahora sí, acogerse a beneficios individuales. Resulta trágico, porque él mató a ‘Yoyes’ precisamente por buscar una salida individual a la violencia.
La historia de ‘Kubati’ y ‘Yoyes’ discurre por dos líneas que se separan y entrecruzan en distintos momentos. Ambos son descendientes de emigrantes: en el caso de López Ruiz, de Extremadura, mientras que la familia de González Catarain procedía de León. Los dos dieron el salto a ETA desde el mundo de la izquierda clandestina de la Transición y fascinados por lo que la banda suponía entonces. Pero sus vidas se bifurcan. ‘Yoyes’, estudiante de Magisterio, ingresa en la banda a principios de los 70. Su novio en aquellas fechas falleció mientras colocaba una bomba en Getxo y poco después ella huye a Francia. En la clandestinidad se convirtió enseguida en la persona de confianza de José Luis Beñarán ‘Argala’, una de las figuras carismáticas de la banda. ‘Kubati’, entretanto, estudió para maestro industrial en Elorrio y comenzó a trabajar en una empresa metalúrgica. Allí, en la fábrica, se metió en organizaciones de la izquierda radical y luego llegó lo ya sabido.
En diciembre de 1978 ‘Argala’ es asesinado en una acción de la ‘guerra sucia’. Sin su apoyo, la figura de ‘Yoyes’ se tambalea y comienza a enfrentarse con los nuevos líderes de la banda, más rígidos y sectarios que los dirigentes anteriores. ‘Yoyes’, la única mujer en un mundo de hombres y duramente cuestionada, se exilió en México en 1980 para estudiar Sociología y Filosofía. Había llegado el trágico momento de personajes como ‘Kubati’.
Juan Antonio López Ruiz ya había huido a Francia y en 1983 fue enviado a Gipuzkoa para integrar el ‘comando Gohierri Costa’. Fuentes conocedoras de la ETA de esos años recuerdan que ‘Kubati’ pertenece a un grupo de terroristas como Iñaki De Juana Chaos, descendiente de una familia franquista de Burgos, o el palentino Antonio Troitiño. Se trata de terroristas no nacidos en Euskadi, que desconocían el euskera y que eran considerados ‘belarrimotzas’ -oreja pequeña- un término despectivo equivalente a maqueto. Matar se convirtió en una forma de superar complejos.
Mientras ‘Kubati’ inicia su carrera terrorista, ‘Yoyes’ busca cómo salir de ETA y regresar a España. Llegó a tener el estatus de refugiada en Francia. Tras varias negociaciones con el Gobierno -que le aplicó la Ley de Amnistía de 1977- y con ETA, en la que hubo una confusa reacción a sus preguntas sobre si podía regresar. González Catarain se instaló en San Sebastián y llevó una vida discreta, aunque incómoda para sus excompañeros. Así lo explicaría más tarde, el dirigente de HB Iñaki Aldekoa: «Cualquier ejército del mundo en un estado de confrontación no puede permitirse que uno de sus jefes de Estado Mayor aparezca paseando por territorio ocupado por el ejército contrario». Que ‘Yoyes’ viviera en Euskadi con normalidad enterraba el discurso sobre la opresión de la izquierda abertzale. ETA dio luz verde a su ejecución y las pintadas acusándole de ‘chivata’ y ‘traidora’ llenaron su pueblo.
‘Kubati’ es el elegido para matarla. El 10 de septiembre, durante la fiestas de Ordizia, el asesino solo le preguntó: «¿Eres ‘Yoyes’?», a la respuesta afirmativa de ella siguió la justificación del pistolero. La mataba por orden de la organización; luego dos tiros y uno más en el suelo para rematarla. El hijo de ‘Yoyes’, de tres años, lo presenció todo. López Ruiz sería detenido al año siguiente.
En prisión, ‘Kubati’ se convirtió en uno de los representantes del sector más duro. Rechazó todas las medidas individuales de reinserción y escribió brutales textos en los que, por ejemplo, justificaba el asesinato del concejal del PP de San Sebastián Gregorio Ordóñez. Se jactaba, según algunos expresos, de haber sido quien «hizo descarrilar el tren de la dispersión». En aquellos años llegó a ser compañero de prisión, en la zona de aislamiento, de Arnaldo Otegi. Mientras tanto, la imagen de ‘Yoyes’ se convertía en un icono. El símbolo de la exdirigente se agrandó con la publicación de unos diarios que revelaban su fragilidad íntima mientras se redactaba su sentencia de muerte. Llegaron los documentales y las películas sobre su vida.
‘Kubati’ salió de la cárcel en 2013. tras cumplir 26 de los más de 1.200 años a los que fue condenado. Una ETA derrotada ya había anunciado el fin de la violencia y su principal problema eran los presos. El antiguo pistolero, símbolo de la dureza extrema, es elegido como el mascarón de proa de los reclusos, pero en 2016, cuando ETA y la izquierda abertzale asumen ya que no hay negociación posible con el Gobierno, el papel de ‘Kubati’ es otro. Y el pensamiento de ‘Yoyes’ resucita de nuevo. Ahora sí, Kubati ve bien la salida individual y los beneficios penitenciarios con la nueva estrategia que exige la izquierda abertzale. Las mismas ideas que defendía la mujer que mató delante de su niño.
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