Urgente Grandes retenciones en la A-8, el Txorierri y la Avanzada por la avería de un camión

La continuidad de Pedro Sánchez en la Moncloa alivió este lunes a la inmensa mayoría de los afiliados socialistas, y a la de sus votantes. Pero el calvario que decidió representar el presidente durante cinco días, convenciendo a los suyos de que estaba a nada ... de dimitir, ha lastrado su ánimo de un desconcierto infinito. La obstinación de Sánchez y su proverbial resiliencia habían echado abajo casi todas las objeciones que se le presentaban en el socialismo. Del viejo y del novísimo. Era el más imbatible de todos los posibles. El más rocoso. El más impasible. Desde 2018 encarnó la virtud excelsa de la política. Aunque en democracia el Gobierno no representa el poder en sentido absoluto, es la posibilidad más próxima a mantenerlo. Sus antecesores al frente del socialismo no fueron más escrupulosos al respecto. Quizás Sánchez se ha mostrado más hierático por una parte, y más dúctil por otra en un panorama políticamente fragmentado. Pero desde su recuperación en la secretaría general mediante la conexión con las bases socialistas para sortear a barones territoriales y cuadros locales inauguró un liderazgo paradójico. Impermeable porque destaca la primera persona del singular, y permeable porque todo parece posible según sus conveniencias.

Publicidad

El sábado 27 de abril toda la directiva socialista se reunió para rezar, implorando que la historia acabase con el anuncio de este lunes. Con Sánchez diciendo en voz baja que va a seguir, con firmeza, en la presidencia. Lo cual es en sí mismo paradójico. Ninguno de los partícipes del Comité Federal dudaría hoy de retrotraerse al momento previo a la «Carta a los ciudadanos». Puesto que el anuncio de una nueva ofensiva por la democracia frente al asedio integrista corre el riesgo de encastillar de nuevo al socialismo en la resistencia permanente. Vox y su impronta en los gobiernos autonómicos y ayuntamientos encabezados por el Partido Popular representa una sombra inquietante. Pero no como para descentrar la política de izquierdas en España y en cada una de sus comunidades. Aunque sus trazos gruesos faciliten describir, de manera maniquea, qué es el progreso.

Este lunes Pedro Sánchez dio otra vuelta de tuerca a un liderazgo extremo respecto a los socialistas. El sábado no tuvieron otro remedio que implorar por su continuidad. No pudieron, por ejemplo, explorar discretamente sobre las alternativas personales si el Presidente acababa dimitiendo. Los conciliábulos no estaban permitidos en tan dramática situación. Y a nadie se le hubiera ocurrido postularse para una investidura alternativa a la que debía confirmarse con el apoyo unánime a Sánchez. La sola mención a la «movilización social» por parte del Presidente, para explicar que sigue, eterniza ese vínculo. El retiro de Sánchez podría haber sido más comprensible si, así, hubiese reaccionado a divisiones en el seno del PSOE, o a advertencias directas de desunión por parte de Sumar. Pero no era el caso. Pretende encarar la legislatura liderando el país más allá de los congregados en torno a la sede de Ferraz. Aunque ello deje en poco la comunión socialista.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad