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El PNV no para de dar sorpresas. El partido que se ufanaba de ser predecible en todo momento lleva una larga temporada columpiándose entre imprevistos. ... Decidió relevar a Iñigo Urkullu como lehendakari, cuando no había encontrado aún un nombre para sustituirle. Con lo que se precipitaron las cosas. Abrió a continuación un proceso de renovación interna sujeto a un relato a varias voces, que acabó acallando a la principal. La del presidente del EBB, Andoni Ortuzar.
La Asamblea General del 30 de marzo situará a Aitor Esteban al frente de una formación sorpresiva. Sorpresiva porque el nuevo líder no habrá contado con posibilidad alguna de sugerir siquiera dos o tres nombres de quienes desearía le acompañen en tan ardua aventura. Y porque la palabra tabú para los jeltzales, «egoísta», ha sido pronunciada por un dirigente sobradamente templado, Eneko Goia, para contradecir la actitud de otro territorialmente alejado de él, Ramiro González, a cuenta de un asunto tan fuera de control para el PNV orgánico como el trazado definitivo del TAV.
Unos meses de confrontación electoral interna han sido suficientes para que, con una participación de los afiliados tan exigua como en ocasiones anteriores, la sucesión de críticos oficialistas, de oficialistas críticos, de críticos a secas y de los de toda la vida haya dado lugar a una amalgama indescifrable de familias, tendencias y librepensantes. Con los que concurren afanes e intereses que se fragmentan según la geografía de anteiglesias que siguen justificando la existencia de un sinfín de juntas municipales de EAJ. E inquinas varias. Un desvarío que los renovadores del todo o a medias, los recién llegados al puente de mando de Sabin Etxea, deberán afrontar sin mucho conocimiento de causa. Porque todo eso suena a viejo. Y nada de lo nuevo en el partido parece libre de contiendas intestinas.
Hasta anteayer mismo, la política partidaria vasca giraba en torno al PNV. Toda sigla estaba obligada a rendirle pleitesía definiéndose respecto al partido. Pero eso se acabó. Y la formación que heredará Aitor Esteban tendrá que someterse a la rueda a la que EAJ sometía a los demás partidos. Madrid dicta que los jeltzales no tienen más remedio que secundar a Pedro Sánchez. Puesto que cualquier otra alternativa -a la derecha y a la extrema derecha- sería aún más indigerible para batzokis bajo mínimos.
Y luego domina la sensación de que el cambio es sólo cuestión de tiempo. Hasta esa misma atadura a Sánchez apunta a que la izquierda abertzale suplantará, más pronto que tarde, a una tradición nacionalista incapaz de sostenerse en términos de identidad. Una vez constatado, por ejemplo, que el euskera se lleva mal con el talento.
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