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Las dificultades que han encontrado, buscado o simulado Podemos y Sumar para alcanzar un entendimiento preelectoral restan credibilidad a su propuesta. Es chocante que personas que han emulado durante años y varias veces al día el cartel de la película 'Novecento', marchando codo con codo ... tanto por los pasillos del Congreso como por calles y plazas, se hayan mostrado incapaces de cohabitar armónicamente. Seguirán abrazándose y besándose en cada acto político. Y se prodigarán en la muestra empalagosa de afectos ante los medios gráficos o el público más afín, que aplaude aparentemente emocionado. Volvemos a la campaña.
La coalición que se presentó ayer tiene todavía que ultimar las listas electorales provincia por provincia sin deshilacharse. Pero lo ocurrido hasta ahora revela, en cualquier caso, demasiados contrasentidos como para que no afecte al ánimo de sus potenciales votantes. El «espacio político» a la izquierda del PSOE se vació sensiblemente el 28-M, con la excepción de EH Bildu y Más Madrid. Podemos sufrió un descalabro. Pero se dio la circunstancia de que Sumar rehusó concurrir a la cita electoral. Yolanda Díaz pudo abreviar su tiempo de «escucha» para promover candidaturas unitarias por toda España. Y solo en el último momento evitó desentenderse de los comicios locales y autonómicos, con gestos de presencia poco comprometidos.
Los resultados del 28-M emplazaban a la unidad a la izquierda de la izquierda. El recuento invitaba además a que las listas de ese «espacio» para el 23-J atendiera al resultado obtenido por los distintos partidos de la nueva coalición. Pero tampoco parecía razonable que Podemos quedara relegado respecto a la presencia de candidatos designados por Yolanda Díaz. Como si no presentarse a las autonómicas y municipales contase con una prima frente al castigo padecido por quienes se arriesgaron al 28-M. El hecho de que «el equipo negociador de Yolanda Díaz» atase las listas con todas las organizaciones del «espacio» antes de afrontar la recta final con Podemos fue un «recurso metodológico» favorecido por Ione Belarra.
La izquierda de los abrazos y besos es la misma que, de pronto, vio con naturalidad que se prescindiera de Irene Montero. Mientras todos negaban la existencia del veto, y por ello nadie se sentía obligado a explicar los motivos de una eventual exclusión. Más Madrid obtuvo el 18,35% de los votos en la comunidad madrileña, mientras Podemos se quedaba en un 4,73% y fuera de la Asamblea. Pero prescindir de la izquierda a la izquierda de la izquierda no solo penalizaba su último resultado. Era la revancha que los excluidos por Pablo Iglesias e Irene Montero podían tomarse bajo el amparo de Yolanda Díaz.
Claro que si las pequeñas diferencias han erosionado tanto la convivencia en el «espacio político» hasta hace poco morado es porque sus principales protagonistas estaban pensando en acabar en la oposición. No es el ruido lo que deberían ahorrarles a sus eventuales seguidores. Es el cansancio que generan tan empalagosas muestras de amor militante.
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