
El acuerdo alcanzado entre el PNV, el PSE y Podemos para revisar de manera unitaria la fiscalidad vigente en los tres territorios -Álava, Bizkaia y ... Gipuzkoa- ha dejado en el ambiente político esa extraña sensación que se genera cuando tanto los partícipes del pacto como sus detractores se muestran satisfechos de la posición mantenida finalmente, sin que puedan eludir sus incoherencias y sus temores a que sean otros los beneficiarios del desenlace a que ha dado lugar uno de los enredos partidarios más abstrusos del autogobierno vasco.
Publicidad
El PNV no puede sentirse tan ufano como quiso mostrarse su aún presidente Andoni Ortuzar, agradecido a Podemos con el color de su corbata porque los morados habrían salvado la apuesta. Plantarse en la negociación imputando a la oposición la irresponsabilidad de no mejorar las condiciones fiscales de la gente hubiera sonado a fracaso en la dirección del país. Pero esperar el jueves a que Podemos desgranase sus logros en el «giro a la izquierda» de la política fiscal no puede entusiasmar a nadie en un partido que tampoco sabe qué significado y alcance comporta la renovación de sus órganos directivos.
Tampoco las y los de Podemos se sentirán especialmente felices de descubrir de pronto su alma posibilista. Rehuyendo, «por falta de tiempo», la consulta a las bases. Si contase con algo más de cuerpo militante en Euskadi, cabría pronosticar su enésima crisis interna. Pero la inanidad tiene sus ventajas. Sus gentes se encuentran en tal grado de desistimiento, que tras el acuerdo suscrito no tienen margen ni para la resistencia ni para el control sobre la traslación a normas forales de un texto jurídicamente interpretable.
La paradoja resultante de las comparecencias del jueves es que las personas y familias que puedan sentirse beneficiadas por una o varias de las correcciones fiscales acordadas entre PNV, PSE y Podemos tampoco se verán obligadas a agradecer a los promotores del pacto algo que estos han considerado lo más justo. Un bien que en realidad les pertenecía a sus destinatarios, y que los gobernantes les habían hurtado hasta ahora. Paradoja compensada por la sordina ineludible que acompañará a las críticas empresariales al «castigo añadido».
Publicidad
EH Bildu quiso poner el dedo de su rechazo en la llaga de «un listado de deducciones» que no asegura la recaudación precisa para el sostenimiento de los servicios sociales. Pero la izquierda abertzale tampoco puede sacudirse fácilmente la sensación de haberse quedado fuera de juego. El arte de oponerse a la alianza entre jeltzales y socialistas, que ha administrado las cuentas del país durante décadas, ofreciendo al mismo tiempo señales de vocación de gobierno, está abocado a la perplejidad de quienes secundan a EH Bildu. Con la ventaja para los de Otegi de que se trata de un entorno acrítico e indulgente hacia los suyos.
El segundo triunfo del PSE -el primero, el acuerdo en sí- es haber logrado expulsar al PP vasco de las conversaciones. Así lo indica la insistencia de Eneko Andueza al respecto. Avanzamos hacia una fiscalidad llamada de izquierdas. Cuando Podemos no esté entrará en juego EH Bildu. Aunque a la izquierda abertzale le costará, y mucho, someterse a su particular 'lucha de clases'.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.