Ni el más obstinado de sus adversarios podrá negarle al PNV su proverbial capacidad de interpretar con tino cada trance cronológico y, por consiguiente, para lograr que las amplias mayorías sociales de la centralidad se alineen en sus proximidades. Su concepción humanista de la acción ... política le ha distinguido siempre de quienes, aferrados a ideologías totalitarias, han violentado sin escrúpulos la voluntad popular. Y, en ese marco, sus objetivos fundacionales respecto al pleno desarrollo y reconocimiento de la nación vasca se han acompasado, sin renuncias, al ritmo de un gradualismo acorde a cada contexto histórico y a los equilibrios que se le deben a una sociedad extremadamente plural.

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Bajo esas premisas fundamentales, el PNV defendió la democracia republicana, protagonizó la primigenia institucionalización del país, preservó su legitimidad y continuidad desde el exilio, rechazó sin ambages la aberración de ETA y ha sido el eje motriz del actual marco de autogobierno derivado del Estatuto de Gernika. En lo orgánico, este último período arrancó para la formación jeltzale con la asamblea nacional de Pamplona de 1977, que supo conjugar la preservación de un legado histórico de largo recorrido con lo disruptivo que requerían los nuevos tiempos. Sólo la escisión de Eusko Alkartasuna en 1986 logró ralentizar, que no detener, el impulso interno de aquel tiempo en el que todo estaba por hacer en medio de una profunda crisis.

En estas cuatro últimas décadas, el PNV ha mostrado una fortaleza electoral inaudita, prácticamente sin parangón en Europa, salvo en algún caso aislado como el de la CSU bávara. Su comunión con la sociedad vasca le ha permitido ganar todas y cada una de las elecciones al Parlamento vasco en número de votos, incluso en coyunturas tan traumáticas como las derivadas de la Gran Recesión de 2008 o la pandemia global de 2020.

No obstante, lo ajustado del resultado de los comicios del pasado 21 de abril ha interpelado de forma directa e inaplazable a todo su corpus militante. Éste es uno de esos momentos cruciales de inflexión que requieren de profundidad estratégica, capilaridad táctica e hipersensibilidad gestora. La reflexión interna previa a la asamblea general del partido que se celebrará a comienzos de 2025 se presenta, así, como una gran desafío. Pero también como una magnífica oportunidad.

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El Alderdi Eguna de mañana es el primer hito para abrir el debate que permita seguir siendo un valor seguro y fiable en un tiempo de incertidumbre y desafíos mayúsculos, de conflictos globales, de extremismos y populismos resucitados. En las mejores páginas de su historia tiene el PNV muchas de las respuestas para el futuro. Porque llegar a los 130 años es una hazaña, y poder mirarse con orgullo en el espejo lo es aún más.

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