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El PNV ha cerrado su largo proceso interno con una profunda renovación que preserva lo fundamental: la unidad en torno a un proyecto político que ... la ciudadanía vasca ha convertido en el cauce central de sus aspiraciones. Plenamente consciente de su responsabilidad en cuanto a eje vertebrador del país, la formación jeltzale ha sabido estar a la altura de las circunstancias anteponiendo lo sustancial frente a lo circunstancial.
El reemplazo en las estructuras de mando ha sido profundo, de los que marcan un cambio de ciclo, y la puesta al día del ideario se ha cimentado en la solidez del mismo, lo que ha permitido a la militancia expresar sus inquietudes confluyendo después en acuerdos amplísimamente compartidos. El PNV viene atinando durante décadas a la hora de recoger, interpretar y codificar las preocupaciones y aspiraciones de la mayoría social, y las ponencias aprobadas en la IX Asamblea General se circunscriben por completo a esas coordenadas.
Las personas marcan su propia impronta en la acción política de cualquier partido, le confieren un determinado carácter, un estilo concreto. En ese sentido, el relevo de Andoni Ortuzar por Aitor Esteban conlleva nuevas dinámicas que se irán fijando con el tiempo. En cualquier caso, se trata de dos figuras fundamentales y absolutamente referenciales para el PNV, cuya suma multiplica las potencialidades del proyecto político que comparten.
Ortuzar lega un período muy exitoso: mientras muchas formaciones tradicionales de gobierno han ido cayendo de bruces en toda Europa como consecuencia de la aceleración de la historia y las nuevas demandas que de ella se derivan, bajo su mandato los jeltzales han conservado coherencia, trazabilidad, unidad y comunión con la sociedad de la que emergen. Y una de las piezas esenciales para ese excelente desempeño ha sido, precisamente, el nuevo máximo dirigente del EBB.
La buena administración de lo ideológico, y de lo que concierne a su proyección pública, es absolutamente primordial para cualquier partido; pero también debe serlo la gestión del capital humano que sostiene ese armazón. En demasiadas ocasiones, las dinámicas políticas al uso generan cierto nivel de fricción que es necesario enmendar en pos del éxito del propósito común, armonizando las legítimas aspiraciones personales con una integración cohesionadora.
El PNV es ya un partido profundamente renovado que, a partir de ahora, debe centrar su atención en ensanchar, aún más, su amplio caudal social. Corren tiempos de máxima exigencia ciudadana, en los que quien pierde el paso por ensimismarse queda fuera de juego. Es la hora de reactivar las energías internas, dinamizarlas y proyectarlas al exterior, dando respuestas, habilitando soluciones y reforzando el bienestar que es sinónimo del autogobierno.
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