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La Casa de Juntas de Gernika condensa, en su imponente sencillez, la simbología que une a los vascos al margen de divisiones administrativas. En cuanto ... que hitos fundamentales en el proceso de institucionalización del país, la jura del lehendakari Agirre en 1936, en circunstancias dramáticas, o la constitución del primer Parlamento vasco en 1980 establecieron en ese recinto, sobre una historia de siglos, la moderna concepción de un marco de autogobierno en común.
Partir de cero y poner los cimientos de un proyecto de convivencia junto a los adversarios políticos requiere muchísima más valentía que atrincherarse tras un sectarismo dinamitero. El diálogo permitió ahormar lo posible y formalizar lo anhelado, honrando así a quienes sostuvieron la causa de la democracia y de las aspiraciones nacionales del pueblo vasco en medio de una guerra impuesta y un exilio lacerante.
La creación de la Cámara legislativa vasca el 31 de marzo de hace 45 años consolidó un proceso histórico de largo alcance, abierto a nuevas posibilidades en lo territorial y en lo aspiracional. El acto de conmemoración reunió en Gernika a los pioneros o a los descendientes de quienes han fallecido. También, cinismo en ristre, a quienes como Arnaldo Otegi siempre se burlaron del Parlamento, pretendiendo ridiculizarlo como vascongado, y ahora emergen sacramentados.
Por si algún desorientado dudara de a quién representa, el perenne líder de EH Bildu recordó enternecido a los primeros parlamentarios de Herri Batasuna; pero sufrió un episodio amnésico agudo respecto a quienes hicieron el tránsito desde el PNV a Eusko Alkartasuna y confluyeron con la izquierda abertzale.
El hombre de paz reivindica la agitación gratuita de antaño frente al parlamentarismo de primera hora, a quienes jalearon la violencia frente a quienes la soportaron, la combatieron y construyeron un país infinitamente mejor. En ese esquema sombrío, de EA no quedan ni las raspas.
Sólo la conciencia crítica permite completar plenamente el viaje de vuelta desde el fanatismo. Si se carece de brújula ética es el oportunismo, hijo de la necesidad, el que impulsa ese tránsito, siempre bajo el eco de los viejos discursos y las peores prácticas. No hay síntesis ni equidistancia posible entre paz y violencia, ni se puede zurcir tanto destrozo únicamente con sonrisas impostadas y modales delicados.
Cada evento que recuerda cómo era aquella Euskadi que trataba de ponerse en pie tras la dictadura franquista arrastra al núcleo de EH Bildu ante el espejo, y no se ven favorecidos. Para la izquierda abertzale todo era entreguismo y traición. A buen seguro, hubieran juzgado con severidad su presente: en plena epifanía vascongada camuflada entre banderas navarras.
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