La dirigencia política trata de presentar siempre su mejor cara ante la ciudadanía. Se pertrecha para ello al abrigo de grandes principios y manifestaciones solemnes. Sin embargo, esa puesta en escena sólo busca edulcorar lo que ocurre entre bastidores, donde en demasiadas ocasiones afloran las ... mezquindades más mundanas.
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El problema radica en que se abusa tanto de esta vieja triquiñuela que en la actividad política ya casi todo carece de sustancia, de autenticidad, y queda reducido al oportunismo. El relato y el cortoplacismo se imponen a todo lo demás. Más aún cuando urge mudar de piel.
La izquierda abertzale ha transitado de un pasado incompatible con cualquier vestigio de civilidad a un presente en el que se afana en ocultar su trayectoria bajo toneladas de buenas maneras y llamamientos al diálogo. Pero es muy difícil tapar con tanta cáscara vacía una cultura política de colmillo afilado.
La negociación de los presupuestos de la Comunidad Autónoma Vasca ha dejado una vez más al descubierto las contradicciones de EH Bildu y su dificultad para ser realmente lo que busca aparentar. Parece un tanto incongruente liderar la oposición, se supone que con un proyecto alternativo de país al del Gobierno, y, a su vez, avalar las líneas maestras del mismo a nivel económico. O se carece de un perfil propio de liderazgo o, simplemente, se busca rédito político de lo que no es sino una pose.
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El Gobierno vasco de PNV y PSE-EE ha demostrado con creces que su mayoría absoluta no es un muro, y que nada le impide estar abierto a la transacción entre diferentes, a ensanchar su bloque. Así, el llamamiento del lehendakari Pradales al diálogo presupuestario se ha concretado en tres reuniones de trabajo con Sumar, cuatro con el PP y siete con EH Bildu. Siempre manteniendo el principio de que las cuentas debían fortalecer los servicios públicos, poner el acento en las transformaciones del futuro y fortalecer el «sentido comunitario».
No son propósitos menores. Culminarlos con éxito requiere de una perspectiva global, imposible de compartimentar en un par de materias como parecían pretender los de Pello Otxandiano, al menos a modo de globo sonda. Una negociación seria debe ser integral, acorde a la complejidad de los desafíos que tiene planteada la sociedad vasca. Lo demás es solo un ejercicio de distracción.
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El eje de nacionalistas y socialistas representa la centralidad del país. Así ha quedado acreditado una vez más en el proceso que dotará de cuentas públicas a cada uno de los tres territorios históricos y a su conjunto. No hay alternativa creíble, ni verificada en el tiempo, ni con capacidad de sumar tantas voluntades. Nada se construye con humo, ni presentándose ante los focos con palabras huecas y gestos sobreactuados de cara a la galería. Por mucho que algunos se empeñen.
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