La ley de amnistía no es ciertamente un 'macguffin', es decir, uno de esos giros que Alfred Hitchcock incorporaba a sus filmes para desviar la atención del espectador del hilo que conduce al desenlace. Tiene, por el contrario, entidad y recorrido propios, que llenarán toda ... la legislatura y llegarán, más allá del Tribunal Constitucional, hasta las más altas instancias judiciales europeas. Pero, si no un 'macguffin', tampoco es la amnistía un fin en sí misma. Constituye, más bien, según reconocen sus promotores, el primer paso en un camino que tiene por destino final, bien la convivencia y concordia en Cataluña y España, en palabras de unos, bien el reconocimiento del carácter nacional de determinados territorios y de las consecuencias políticas que de ello puedan derivarse, a tenor de lo que otros demandan. La controvertida ley sirve, pues, para allanar el camino que aún quedaría por recorrer para culminar el proyecto territorial que la Constitución del 78 habría pretendido diseñar sin terminar de cerrar.
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En el caso vasco, el PNV ha definido ese trayecto en sus propios términos: el cumplimiento pleno del Estatuto de Gernika y el reconocimiento de Euskadi como nación. Todo en el plazo de dos años. Nada nuevo, pero expresado ahora con mayor contundencia e impaciencia, gracias a la favorable coyuntura que propicia el acuerdo de su actual socio JuntsxCat con el PSOE para otorgar la investidura a Pedro Sánchez. En la vertiente estatutaria, el broche de oro es, sin duda, más allá de la culminación del proceso en su conjunto, la «gestión del régimen económico de la Seguridad Social», que, pese a estar desarrollada como ninguna otra transferencia en el artículo 18.2 y la transitoria 5 del Estatuto, ha chocado siempre con dificultades insalvables para su traspaso. No será tampoco ahora en absoluto sencillo.
Aparte de la dificultad que implica la definición del concepto, así como la delimitación de su extensión, la transferencia se ha convertido en un tabú que ninguna Administración se ha atrevido a abordar. El Tribunal Constitucional, por su parte, ha ido acumulando resoluciones que han hecho girar el meollo del asunto en torno al concepto de una «caja única» blindada, con celosa diligencia, por los «propietarios» fácticos de los ingresos que, hasta no hace tanto, nutrían en exclusiva sus prestaciones: patronales y sindicatos. Para colmo, algunos de los nuevos Estatutos han venido a complicarlo todo, sumándose a las demandas. Sólo el probable cese de hostilidades de unos sindicatos que, por usar una expresión grosera, «comen hoy en la mano del Gobierno», sería la nueva variable en favor del traspaso, además, por supuesto, del «constructivismo jurídico» que se ha adueñado de las actuales instancias gubernativas y constitucionales. Es de temer, con todo, que el de «caja única» sea el sintagma que acompañe al de «ley de amnistía» en la agria dialéctica que gravará la legislatura.
Y queda un tercero. «¿Sabes tú, Pedro, qué es una nación?», le espetó Patxi López a su hoy secretario general, cuando aún le disputaba el cargo. Tendría que volver a preguntárselo ahora y explicárselo despacio, para que pueda responder con nota a las impertinentes preguntas que, sobre el tema, no cesará de formularle Andoni Ortuzar a lo largo de la legislatura. Y así, al final, los tres, Pedro, Patxi y Andoni, acabarán quizá cantando al unísono aquello tan indescifrable de que «la nación es un referéndum diario» que Ernest Renan dejó escrito en su famoso ensayo de hace ya casi dos siglos. Un término, pues, más, este de «nación», a añadir a los sintagmas anteriores para convertirse en otros tantos quebraderos de cabeza de un Gobierno noqueado a infinitas demandas y en armamento intercambiable, junto a «caja única» y «amnistía», para enardecer el incesante acoso de la oposición.
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Todo estaba anunciado. Hasta las fuerzas del progreso que integran el Gobierno aceptaron sin rechistar, cuando el apoyo del independentismo catalán se hizo imprescindible, que el eje social en torno al que había girado la anterior legislatura cedería el paso, en la nueva, al territorial. Así será. A cambio, tendrán aquéllas que contemplar atónitas cómo, tanto desde el entorno que apoya al Gobierno, como desde fuera de él, les acabarán agobiando los nacionalismos, centrífugo o centrípeto, y las derechas, moderada o radical, hasta que los suyos propios les pidan cuentas por haberlos abandonado. Al tiempo.
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