![Sánchez contra Sánchez](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/05/29/sanchez3.jpg)
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Son muchos los indicios que apuntan a que el mayor responsable de la derrota del Partido Socialista en las elecciones del domingo ha sido su propio secretario general. Uno de los más definitivos es que los candidatos que se alejaron de él en la campaña, ... con la excepción de Lambán en Aragón, han sido precisamente los que mejor parados han salido del embate, como Page en La Mancha o Barbón en Asturias. Lo de Chivite, junto con Navarra, ha vuelto a ser la excepción de la excepción. Los demás cayeron con él como los filisteos con Sansón. El empeño de Sánchez por convertir las elecciones municipales y autonómicas en unas generales y en hacerlas parecer un plebiscito, en el que él sería el candidato único, se ha demostrado, en efecto, tan desastroso para sus intereses como para los de su partido. Pronto aparecerán signos de la conmoción que tal empeño ha producido en el seno de este último, por muy domesticado que esté por el control que sobre él ejerce su líder. Por añadidura, el protagonismo que el presidente se adjudicó en la campaña ha logrado hacer de mediocres y desconocidos candidatos de la oposición héroes capaces de plantarle cara y doblarle el pulso. Debió de haberlo aprendido en su lucha contra Ayuso de hace un par de años. Sánchez se ha convertido de este modo, por un exceso de autoestima, en su peor enemigo.
Hasta aquí había llegado yo en mi reflexión postelectoral, cuando me llega la voz del presidente de Gobierno disolviendo las Cortes y convocando elecciones legislativas para el 23 de julio. Pensé en borrar el párrafo y comenzar de nuevo. Pero, al releerlo antes de eliminarlo, me di cuenta de que en lo ya escrito se hallaba el meollo de lo que al presidente lo ha llevado a adoptar tan sorprendente decisión. Evitar que ideas como las que se reflejaban en ese párrafo se las pasaran sus adversarios por los morros una y otra vez de aquí a finales de año, con el desgaste que ello supondría, así como impedir que la conmoción de su partido se expresara en críticas abiertas hacia su proceder y su propia persona, se encontraban, sin duda, entre los motivos que explicarían la drástica resolución. Sólo quedaba añadir que la pulsión que desde siempre ha movido a Sánchez a desafiar retos y afrontar revanchas -piénsese en su dimisión y posterior recuperación de la secretaría general del partido o en la arriesgada repetición en noviembre de las fallidas elecciones de abril del mismo año 2019- volvería a activarse en un momento tan complicado con el fin de repetir el «más difícil todavía» que lo ha hecho famoso por su aguante y resiliencia. Barakah, lo llaman los árabes.
El tiempo dirá -y no va a ser larga la espera- si la convocatoria ha sido para él y su partido un acto de audacia arriesgada, pero inteligente y fructuosa, o de mera osadía rayana en una temeridad desesperada y destructiva. De momento, y hasta que llegue la noche del 23 de julio, sólo cabe especular sobre cuáles han sido las bases en que se sustenta la confianza que Sánchez está demostrando tener en la repetición del éxito que siempre lo ha acompañado al afrontar los retos más desafiantes. Por de pronto, fiar el éxito a la buena gestión gubernamental en tiempos extremadamente difíciles, como los de la pandemia y la crisis energético-económica por la guerra de Ucrania, no parece que haya sido, vistos los últimos resultados, la estrategia más eficaz. No era siquiera la más segura, a juzgar por la imprevisibilidad de acontecimientos sobrevenidos como los que acabaron desarmándola. Tampoco ha resultado exitoso el método del reparto de subsidios y ayudas un tanto indiscriminadas. Más tentadora se presentaba, por tanto, la nada original opción de elevar la habitual confrontación electoral a las más altas cotas de polarización política. Y, para ello, la amenaza con la entrada en las instituciones de la ultraderecha de Vox es lo que más al alcance de la mano se encontraba.
Sin embargo, este artefacto puede perturbar hasta tal punto la contienda que active un efecto bumerán, sobre todo cuando, para muchos electores, la contaminación que pueda causar Vox a su socio no es más dañina que la que, desde el otro extremo, causan Podemos, Esquerra o Bildu al suyo. De hecho, no serán pocos los votos que ha perdido el PSOE en estas elecciones por las compañías con que ha andado mezclado. Pero el presidente no rehúye el riesgo y es capaz de entablar batalla hasta consigo mismo. En cualquier caso, mejor resolverlo en verano que esperar a navidades. Que Dios reparta suerte.
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