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Dos factores han contribuido a que las elecciones del próximo domingo resulten inciertas e impredecibles. La tergiversación de su carácter local por el enfrentamiento enloquecido que están protagonizando los dos grandes partidos estatales es, sin duda, el más influyente. El esfuerzo que sus líderes han ... hecho por desfigurarlas y convertirlas en un ensayo de las generales distrae al elector, introduciendo en la campaña elementos distorsionadores de su auténtico propósito. El segundo factor, que refuerza el anterior, es la deriva que ha tomado la inclusión de exetarras condenados y excarcelados en las listas de EH Bildu. La pronta renuncia a tomar posesión de sus actas caso de resultar elegidos podría haber ayudado a posponer el debate a un momento alejado de la lucha electoral. Pues, si la decisión tomada por EH Bildu merecía reproche -y lo tuvo desde muy diversos frentes-, nunca debió haber derivado en la descarnada y sonrojante trifulca que, sin relación directa con el caso, los dos principales partidos del país han decidido azuzar con argumentos que avergüenza reproducir por la «mala fe e insolvencia» que denotan. ¿Les suenan los epítetos?
Verdad es que ambos factores habrán quedado en cierta medida neutralizados por otros dos que caracterizan el actual estado de ánimo del electorado vasco. El escaso interés que nuestros conciudadanos muestran por el debate político viene, en efecto, avalado por la encuesta que este diario está publicando. Lo que a los que, por profesión o devoción, lo seguimos nos suscita, cuando menos, curiosidad al elector de a pie le es irrelevante. Y, cuando, encima, se expresa con el tono agrio y desabrido que se ha hecho costumbre en la política española, la irrelevancia se torna desprecio y abierta repugnancia. Resulta, por eso, más que dudoso que el rifirrafe entre los políticos estatales esté dejando otra huella en el ánimo del elector vasco que no sea la de ese tipo de abstencionismo que se alimenta del injusto estímulo del 'todos son iguales'. Y ese desinterés se hace aún más intenso, si, como ocurre en el caso de las listas de Bildu, los discursos con que se enfrentan los citados políticos suenan tan disparatados a oídos del elector de este país, que no le dejan otra opción que desentenderse. O están mal asesorados o no es el vasco el elector que les interesa captar.
De otro lado, al desinterés por este tipo de refriegas políticas se añade, en nuestro caso, un factor no menos destacable. La información que el ciudadano vasco recibe de los medios locales, más pegados a lo concreto e interesados en suministrarle datos para que se forme una opinión razonada de lo que cada candidato ofrece y de la solvencia que muestra para ponerlo en práctica, contrasta con el alineamiento partidista y sectario que se ha apoderado de los estatales y que contribuye a reproducir y agudizar en el ámbito social la polarización que se observa en el político. Y, así, el desinterés ciudadano por el enfrentamiento ideologizado y la concentración mediática en lo local se conjugan para amortiguar el efecto negativo que la polarización de políticos y medios estatales produce en el electorado.
Con estas observaciones en mente, y habida cuenta de los estrechos márgenes de diferencia que, entre candidaturas, presentan las encuestas -sobre todo, en Vitoria y tanto en el territorio de Gipuzkoa como en San Sebastián-, resulta muy difícil predecir, con un mínimo de fundamento, cuáles vayan a ser el desenlace final y las consecuencias del recuento de las urnas en estas circunscripciones. Porque, si el propio resultado del escrutinio se presenta dudoso, no va a ser menos laborioso el posterior de trenzar alianzas suficientes para asegurar la gobernabilidad de las instituciones. Y, como a ningún partido le bastarán los suyos para alcanzar las mayorías necesarias, el gran esfuerzo de campaña habrá de volcarse esta semana en esos inciertos y remolones sectores del abstencionismo y la indecisión, que son los que, al fin, deciden el resultado. Para movilizarlos, suele resultar más eficaz, por desgracia, excitar el miedo a la maldad del contrario que predicar las propias bondades. Pero, sea esto como fuere, lo que queda de campaña será intenso, pues la gran mayoría de los que pertenecen a los sectores citados tiene la perezosa costumbre de esperar al último momento para tomar la decisión tanto de ir a votar como de a quién hacerlo, Los hay que lo hacen incluso, tras tomarse un café, de camino al colegio electoral.
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