Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Los insultos que sufrió Vinicius en el campo del Valencia incendiaron los medios y lograron que las autoridades deportivas endurecieran las medidas para erradicar de los estadios actitudes de carácter racista. Los responsables de los hechos, así como otros que habían incurrido antes en similar ... ignominia, fueron duramente castigados. El caso sigue además su curso en los tribunales y podría calificarse de grave delito de odio. En los medios, el debate se prolongó semanas y saltó de los espacios deportivos a los de interés general, desbordando además fronteras y alcanzando repercusión internacional. Al Gobierno de Brasil, país del ofendido, poco le faltó para elevar el hecho a 'casus belli'.
No cabe duda de que la conversión del caso en escándalo mundial tuvo que ver con varios factores colaterales. La calidad técnica del jugador y su pertenencia a un club de prestigio fueron determinantes. Hechos similares se habían repetido con anterioridad sin alcanzar la misma repercusión mediática. Pero, sea esto como fuere, lo importante es que las expresiones de racismo en el ámbito deportivo y, sobre todo, en el futbolístico se han convertido en un problema que demanda rápida y contundente solución por parte de clubes, autoridades, aficionados y opinión pública. Si algo cabe lamentar es que el debate se haya limitado al ámbito futbolístico, sin trascender a otros, como el laboral o el convivencial, en que personas más vulnerables, pero menos conocidas, sufren peores agravios.
Los hechos merecen rememorarse ahora por el contraste que marcan, en cuanto a rapidez de reacción e intensidad de conmoción en medios, política y opinión pública, respecto de otro actual que reviste, creo yo, no menor gravedad. «Judío nazi» llamó la presidenta del PSOE de Sevilla, Amparo Rubiales, al coordinador general del PP, Elías Bendodo, en respuesta a los improperios que éste había dedicado al presidente, Pedro Sánchez, y que, como los gestos antideportivos de Vinicius, en absoluto justificaban reacción tan desmedida. La pretendidamente jocosa disculpa de la socialista -«Me disculpo y corrijo. Bendodo es un nazi»-, borrando el origen étnico que el ofendido lleva inscrito en su nombre y apellido, no le ha servido para evitar su tardía dimisión, si bien la hipotética cláusula con que la encabeza -«en lo que le haya podido molestar»- no hace sino añadir indignidad a la ignominia. La ofensa, a diferencia de la que sufrió el futbolista brasileño, no se profiere en el exaltado fragor de una fanática hinchada futbolera, sino que la escribe una avezada política, con cargo de partido, que, cómodamente sentada frente al ordenador, se esfuerza por dar con un insólito sintagma -judío y nazi- que, lejos de una improvisada ocurrencia, delata, por repugnante, la intención de ofender con los términos más hirientes que una mente retorcida puede encontrar en el diccionario. Se expresa además con un sustantivo y un adjetivo intercambiables, que dejan la duda de si pretenden ofender al judío por nazi o al nazi por judío. Infame sintagma en todo caso.
Al partido toca decidir si merece permanecer en sus filas semejante compañera. La decisión, cualquiera que sea, no computará en las urnas. No va de eso la cosa. Y los medios bien harían en reflexionar sobre el flagrante silencio que han guardado sobre el asunto. Nada que ver con el estruendo que armaron en torno al futbolista. Se trata, creo yo, de una actitud, política y mediática, doblemente sintomática. Es muestra, de un lado, de la degradación que están sufriendo unas profesiones en las que la adhesión sectaria impide «distinguir las voces de los ecos» y dar a cada hecho su importancia, con el deseo, quizá, de complacer a una sociedad que prefiere el estimulante vaivén de la emoción al austero rigor de la razón. Pero pone además en evidencia la marginalidad en que este país aún vive respecto de una Europa en la que ciertos valores forman ya parte de su identidad. Uno es precisamente la alerta ante el menor amago de antisemitismo. El prolongado aislamiento respecto de Europa, sobre todo en los decisivos tiempos que precedieron, acompañaron y siguieron a la Segunda Guerra Mundial, dejó en España un vacío, aún por llenar, en lo que afecta a la interiorización de la tragedia sufrida por el pueblo judío en suelo europeo y en la consiguiente banalización de un problema que en el núcleo fundador de la Unión ha adquirido categoría de tabú y es, por tanto, objeto del más escrupuloso y delicado tratamiento. Nos parece aún un desliz o una anécdota lo que en Europa es un auténtico escándalo.
============IN08 PIE (A) (84498163)============
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.