Destrucción provocada por un bombardeo en la guerra en Ucrania. AFP
Análisis

Año del horror y la mentira

El horror de la guerra en Ucrania, Gaza e Israel, así como la mentira que arrasa nuestra política son los nombres con que se conocerá este año 2023

Domingo, 17 de diciembre 2023, 00:03

Todo fin de año invita a una reflexión que trate de destacar las que puedan considerarse características que lo definen. Este de 2023 que ahora se acerca a su final se presenta especialmente rico por la abundancia y la relevancia de los acontecimientos que lo ... han jalonado. Por desgracia, ninguno da pie a una visión esperanzada del futuro. Por el contrario, aparte de poder definirse él mismo como 'año triste', augura un porvenir que puede incluso superarlo. Ni en el ámbito internacional ni en el doméstico se vislumbran pistas que inviten a dudar de tan pesimista percepción. Ojalá el lector me contradiga.

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En el ámbito internacional, la prolongación de una guerra incierta en Ucrania que está ya a punto de cumplir dos años y el estallido, hace sólo un par de meses, de la que libra Israel contra Hamás en el territorio de Gaza serán los dramáticos hitos que jalonarán este año que termina. Ambas lo harán merecedor del título de 'año del horror y la devastación'. Dejarán pequeña y en el olvido la que nuestra generación aún recuerda como 'la de los Balcanes'. Porque, aparte de las imágenes de horror humano y destrucción material que están ofreciendo a nuestros ojos en un trágico espectáculo, estas nuevas tienen el efecto añadido de haber hecho tambalear el ya inestable orden mundial de un modo que llevará años reparar y sembrará incertidumbre en las generaciones futuras. La herencia será, más allá del recuerdo de la responsabilidad directa de los implicados, la constatación de un rotundo suspenso de la Humanidad que ni siquiera valdrá para que nuestros hijos aprendan a no repetir la catástrofe.

Tampoco en el ámbito doméstico ha sido éste un año que pueda definirse esperanzador. De las últimas elecciones, que, en la esfera política, no han hecho sino ahondar la polarización y el bloquismo, la sociedad ha salido más intranquila y desconcertada, no tanto por los resultados en sí cuanto por la gestión que de ellos están haciendo sus beneficiarios. Pero no era mi intención hacer de ello el tema central de esta sucinta reflexión, que se propone, más bien, identificar los rasgos que pueden considerarse característicos del año. Me limitaré, pues, a señalar una peculiaridad que, aunque no estaba ausente en la política que venía practicándose en nuestro país de un tiempo a esta parte, ha alcanzado este año la categoría de práctica normalizada. Mentira se llama.

Siempre ha existido, se dirá, la mentira en la política, pero la naturalidad y la desfachatez con que hoy se practica la han convertido en nota distintiva del ejercicio político nacional. No es que se mienta de modo esporádico, como para salir del paso y nunca sin una pizca de sonrojo, sino que mentir es uno más de los usos y costumbres políticos que ya a nadie escandaliza. Podría decirse que la mejor forma de saber hoy lo que va a hacer un político es fijarse en lo que ayer dijo solemnemente que nunca haría. No es preciso señalar a nadie con el dedo. Le dejo al lector que vaya a lo concreto.

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Lo que aquí me interesa es subrayar la trascendencia que esta nefasta práctica tiene tanto para el desarrollo de la política como para el aprecio que la ciudadanía le debe. La mentira, no ocasional, sino normalizada, es el más eficaz disolvente de la confianza en que ha de basarse la relación de los agentes políticos entre sí, así como entre ellos y la sociedad. Bajaré yo también, llegados a este punto, a un caso concreto, aunque sólo sea porque resulta pertinente en el contexto actual y sirve para mejor calibrar la importancia del problema. Es posible que, a raíz de lo que acaba de ocurrir en el Ayuntamiento de Pamplona, sea el candidato socialista a lehendakari en las próximas elecciones vascas quien mejor valore de qué va la cosa. Y es que él sabe mejor que nadie que las mentiras con que su partido ha tratado de edulcorar su comportamiento en el 'affaire' iruñés son la más fundada e irrefutable prueba de que, llegado el caso, él acabará haciendo en Euskadi lo mismo que sus colegas han hecho en Navarra. Ni recorriendo, como está haciendo, la península entera ni jurándolo por lo más sagrado logrará recuperar para sí el crédito que, mintiendo, sus compañeros le han hecho perder sin merecerlo. Sólo es un ejemplo de la fuerza disolvente que la mentira ejerce sobre el sistema. No es, pues, ocurrencia ni mera anécdota elevarla a característica del año en nuestro país, aun cuando sus efectos sólo los lamentaremos cuando sea demasiado tarde. Razón de más para poner a este 2023, a la usanza china, el nombre de 'Año de la Mentira y el Horror'. Les deseo que el próximo desmienta el augurio.

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