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Hace 45 años que se aprobó la Constitución. Cuando miro atrás veo un antes y un después en la Transición vasca. El referéndum constitucional fue un punto de inflexión en Euskadi. En la fracasada Transición vasca. No estoy de acuerdo con quienes ahora empiezan a ... criticar la Transición española. Creo que es porque no la vivieron. Yo sí la viví con emoción, con alegría, asombrado de aquella especie de milagro. Fue un modelo de pasar de la dictadura a la democracia y fue un modelo básicamente porque hubo consenso entre los grandes partidos, hubo consenso social y claridad en cuanto al objetivo: un sistema democrático con una Constitución consensuada.
A partir del referéndum constitucional, nada de esto hubo en Euskadi, ni consenso entre partidos, ni un mínimo consenso social sobre cuál debía ser el resultado final de la Transición. A lo largo de la misma, hasta 2011, hubo más de 800 asesinatos. Este dato no admite discusión sobre su fracaso.
A los que éramos muy jóvenes entre los socialistas en aquel momento, el referéndum cambió nuestras vidas. Hasta entonces todo era optimismo. '¡Jóvenes, éramos tan jóvenes', decía una canción de aquellos años. Era aplicable a nuestra ingenuidad. Y a nuestro optimismo. Las elecciones de 1977 tuvieron en el País Vasco dos claros ganadores, el PNV y el PSOE, con el 29% y el 26% de los votos. Todo seguía saliendo bien. Los dos grandes partidos históricos parecían destinados a construir la Euskadi autonómica y nadie pensaba que esto no iba a ser así.
La alegría de 1977 duró poco. Pensábamos que vivíamos en el más feliz de los mundos y que pertenecíamos a un partido invencible. Éramos jóvenes y no entendíamos demasiado todavía lo que era la política. Creíamos que era un camino de rosas y ni nos imaginamos lo que iba a pasar a partir de 1978. No veíamos que todo estaba a punto de cambiar. Y no estábamos preparados. La realidad se encargaría, demasiado pronto, de enseñarnos lo que era el sabor de la derrota y lo que era la política.
Como si de un terremoto se tratara, Euskadi cambió radicalmente. El consenso dio paso al enfrentamiento. Euskadi se convirtió en múltiples conflictos; la convivencia, en crisis de convivencia; la concordia, en discordia. ¿Cómo ocurrió eso? En mi mente figura el referéndum constitucional de 1978 como el punto de inflexión de ese cambio.
Fue la primera campaña en la que participé a fondo. En mis recuerdos fue menos virulenta. El odio se reflejaba en las caras, se formaron bandos irreconciliables. Los que ganasen harían una nación excluyente. Los que perdieran serían una minoría, pero no solo electoral. ¿Cómo se produjo tal cambio en tan poco tiempo? Todavía sigo sin entenderlo. Quizás estuviese claro, pero yo no vi las causas. Solo vi el terrorismo, pero seguro que hubo algo más.
Estuve de interventor en Lasarte, población no conflictiva hasta entonces, pero nos pasamos el día discutiendo quién podía votar y quién no. Los nacionalistas sospechaban que los de apellido 'erdaldun' se inclinarían a favor de la Constitución. Nosotros en el fondo pensábamos lo mismo. Entonces, los apellidos castellanos eran analizados con lupa, si había un apellido con algún fallo, por ejemplo, un Rodríguez terminado en s, los nacionalistas decían que no podía votar y nosotros les acusábamos de hacer trampa, pues había muchos Rodrigues por España; lo mismo pasaba con el domicilio, hasta hubo discusiones sobre el sexo. Había quienes negaban que Isabelo era nombre de varón y cosas increíbles. Los politólogos americanos dicen que los políticos tienden a parecer niños. El recuento fue también un calvario. Muchos no pudieron votar, aunque no creo que influyera en los resultados.
Lo más curioso de todo es que desde la misma noche electoral se dijo que la Constitución española había sido rechazada, aunque los números dijeran lo contrario, y así hasta hoy. La Constitución era antidemocrática, ilegítima, tutelada por el Ejército y, por tanto, no tenía vigor en Euskadi.
Volvamos a los socialistas y su calvario. Perdimos ante la opinión pública la batalla de la Constitución. No era más que el comienzo de nuestras desgracias. Se celebraron elecciones. Tras la aprobación de la Constitución hubo sangría de votos. Las primeras lágrimas aparecieron en la sede de San Martín. No sabíamos lo que nos esperaba. Hubo municipales en 1979 y otro desastre. En las autonómicas de 1980 vino la debacle, consiguiendo solo el 14% de los votos.
Los socialistas, que tras el 77 iban con la cabeza alta y cierta soberbia, ahora eran humillados y su autoestima estaba por los suelos, pero estaban convencidos de que eran objeto de una injusticia y de que el nacionalismo se aprovechaba de esto. Otro partido se hubiera desmoronado, pero el PSOE llevaba más de 100 años de vida y eso se logra por su fe ciega en su ideario. Seguíamos los acontecimientos con pasión. Nos sentíamos víctimas de una persecución, pero nunca tuvimos dudas de que la razón estaba de nuestra parte. No teníamos miedo a los atentados. Éramos jóvenes, pero jóvenes endurecidos en la adversidad.
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