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david guadilla
Domingo, 12 de diciembre 2021, 00:36
En la «mediana central». Ahí considera la izquierda abertzale que se encuentra. Con capacidad para pactar con todos, derribando vetos y dando pasos políticos. Los temas que más tensión generan, como el de los presos, se van encarrilando. La satisfacción no se oculta porque todo, ... según esa visión optimista, va relativamente bien. Y todo obedece a una estrategia que mira a medio plazo y a varias bandas
Hace solo dos semanas, Andoni Ortuzar habló del «juego de tronos» en el que vive instalada la política vasca. Se refería al aparente cortejo entre el PSE y EH Bildu. El apoyo que está dando la coalición soberanista a Pedro Sánchez, el entusiasta recibimiento que destacados dirigentes socialistas dieron a la declaración del 18 de octubre leída por Arnaldo Otegi y Arkaitz Rodríguez... Sobre la mesa está la hipótesis de un tripartito de izquierdas con Podemos para desbancar al PNV de la Lehendakaritza.
Se trata de una opción que a corto plazo nadie contempla, pero que ya no se ve tan imposible. La dirección de Sortu, a pesar de la retórica y de su negativa a desmarcarse del todo de ETA, tiene clara la hoja de ruta. Y pasa por «hacer política sin límites». Ganar influencia y poder para buscar un camino para el derecho a decidir y para solventar la cuestión de los presos. Todo se hace con ese doble objetivo. Un dirigente resume bien las negociaciones presupuestarias abiertas con el Gobierno central y con el vasco. «Esto no va de enmiendas, va de hacer política».
En la práctica hay dos enormes muros que a día de hoy hacen inviable cualquier acuerdo con el PSE: la cuestión nacional y la negativa de Sortu a condenar la violencia. Ninguno de los dos parece que vaya a desaparecer en los próximos años, pero en la izquierda abertzale tampoco se rasgan las vestiduras. Creen que mientras Sánchez esté como presidente todo es posible -ahí entra en juego su alianza con ERC- y que el propio paso del tiempo hará que lo relacionado con el terrorismo, sin llegar a desaparecer, pierda fuerza en el relato.
La izquierda abertzale es consciente de que el margen para pactar un gobierno con el PSE es muy estrecho y que, en el mejor de los casos, no se dará hasta las autonómicas de 2028. «Se necesita que entren nuevas generaciones de dirigentes, personas que no tengan mochilas tan pesadas como las nuestras», señala un alto dirigente de Bildu. La idea de llevar a Arnaldo Otegi a Ajuria Enea dentro de siete años no está en la agenda. De lo que se trata ahora es de «ir recogiendo frutos». «Ir a por piezas menores y esperar a ver si en un futuro cae la pieza mayor».
Esas «piezas menores» son los ayuntamientos. Son la base de su proyecto y esperan expandirlo en los comicios de 2023. Pero para esa cita tampoco se prevé ningún gran 'sorpasso'. La izquierda abertzale cree que hay opciones de ganar en Gipuzkoa. Pero también que una cosa es ser la primera fuerza y otra gobernar. «La única posibilidad sería sumar con Podemos y los números no van a dar». San Sebastián se considera una meta inviable porque se admite que hay un gran «voto antinosotros».
Pero hay otros campos de juego. Los acuerdos que ha habido en Irún y Eibar en los últimos años se ponen como ejemplo de la sintonía que se puede establecer con los socialistas y que sirve para ir derribando prejuicios. «Se trata de ir paso a paso».
El acercamiento entre EH Bildu y el PSE tiene, además, una derivada que la izquierda abertzale contempla con indisimulada satisfacción. Porque esa luna de miel con Sánchez juega como un trampantojo. Aparentar que se quiere pactar con los socialistas cuando lo que se busca realmente es mover de posición al PNV. Según esta teoría, el PSE sería un instrumento, una especie de palanca. Porque los dirigentes de la izquierda abertzale creen que están logrando un primer objetivo: poner nerviosos a los jeltzales.
«El principal objetivo del PNV es retener el poder. Y si ve que lo puede perder porque nos acercamos demasiado al PSE, lo primero que va a hacer será acercarse a nosotros. Y nosotros encantados», se augura. En la izquierda abertzale no pasó desapercibido que en la última asamblea general del PNV se apostase por «institucionalizar el derecho a decidir». «No es algo nuevo, pero que se destaque ahora es interesante».
En Bildu y Sortu no creen que Sabin Etxea vaya a pegar un golpe de timón mientras Iñigo Urkullu y Andoni Ortuzar estén al frente. «Ahí no se va a mover nada, pero en las bases quizás sí». Como en el dominó, de lo que se trataría es de movilizar a los militantes jeltzales más soberanistas para que empujen a la dirección. En la mente está el recuerdo de Lizarra y, sobre todo, el acuerdo de bases para la reforma del Estatuto que ahora está aparcado en un cajón.
En ambos casos, un pacto con el PSE o un nuevo entendimiento con el PNV, Bildu saldría ganando. «Eso no quiere decir que todo vaya a salir bien, pero lo que buscamos es crear las condiciones adecuadas. Y lo estamos consiguiendo. Sembrar».
Pero también se admite que no todo es positivo. Hay dos preocupaciones relevantes. Una tiene que ver con la juventud, la otra con la falta de liderazgos. Hay inquietud por el creciente papel que tiene, sobre todo en el campus de Vitoria y algo en el de Bizkaia, la Gazte Koordinadora Sozialista. Con un discurso más de extrema izquierda y antisistema que nacionalista, que crece en asambleas y gaztetxes, ha demostrado su capacidad de movilización, se está extendiendo por muchos municipios y en algunas zonas ha dado el 'sorpasso' a Ernai, las juventudes oficiales.
El otro es la falta de relevo. En Vitoria aún no se han recuperado del 'caso Larrion' y el Gran Bilbao sigue siendo un agujero negro. «Es un problema que tratamos de resolver desde hace tiempo, pero no lo conseguimos. No terminamos de conectar con la gente y no tenemos muy claro qué hacer».
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