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David guadilla
Domingo, 25 de noviembre 2018, 01:06
La izquierda abertzale y ELA viven el momento más tenso de su historia veinte años después de que fueran de la mano para impulsar el pacto de Lizarra. La presión se acumula desde hace años, se ha visualizado en varias reuniones discretas mantenidas por ambas ... partes en los últimos meses y ha terminado por estallar de forma pública estos días. Lo ha hecho de manera abrupta, en una demostración de que la tirantez había llegado a una situación que roza lo insostenible.
La brecha ya se abrió cuando Bildu alcanzó el poder en numerosas instituciones en 2011. Por ejemplo, en la Diputación de Gipuzkoa. Las críticas a la gestión de Martin Garitano fueron contundentes. Abandonado el Gobierno foral cuatro años después, las relaciones se recompusieron, al menos de cara al público. Pero todo ha vuelto a estallar. La espita ha sido la negociación de los Presupuestos presentados por el Gobierno vasco. EH Bildu ha mostrado su voluntad de pactarlos a cambio de que se aumente el gasto social, sobre todo en lo que se refiere a las pensiones. La izquierda abertzale recalca que se trata de una oferta sincera. Que la coalición soberanista avalase unas Cuentas públicas de Iñigo Urkullu abriría un nuevo escenario político y a eso apuesta EH Bildu. A que se cree un tablero en el que ellos puedan jugar de tú a tú como el resto de grupos políticos.
Pero el análisis que hace ELA es muy diferente. «Que EH Bildu apoyase los Presupuestos de Urkullu no es que nos sorprendería, es que supondría ir en la dirección contraría a lo que tiene que ir la izquierda», afirma Mikel Noval. El responsable de Política Social del sindicato abertzale subraya que cualquier aportación que se realice al proyecto redactado por el Ejecutivo autónomo no serviría de nada. O al menos, de muy poco. «No son enmendables», señala Noval. En un artículo publicado en EL CORREO el pasado día 15, resumía su posición: «ELA rechaza el proyecto y plantea la necesidad de que las fuerzas progresistas tengamos una posición contundente. Quienes defendemos la necesidad de un cambio radical de las políticas debemos rechazar este proyecto económico».
Noval no mencionaba a nadie en concreto. Pero el mensaje llegó donde tenía que llegar. Solo cuatro días después, Antton Etxebeste, Kizkitza Gil de San Vicente, Floren Aoiz y Miren Zabaleta, destacados miembros de Sortu, firmaban un artículo conjunto en 'Gara' con el título de '¿Y ELA?'. El texto era un misil directo a la línea de flotación del sindicato. Se acusaba a la central liderada por Adolfo 'Txiki' Muñoz de, entre otras cuestiones, «marcar distancias con EH Bildu de manera artificial», realizar «su particular huida hacia adelante» y construir «un discurso de izquierdismo de cartón-piedra». El divorcio se consumaba.
«No vamos a entrar a valorar el artículo, son ellos los que lo tienen que explicar», apunta Noval, quien, en todo caso, sí alude a una de las críticas lanzadas por los dirigentes de Sortu: el rechazo de ELA a las bases pactadas por el PNV y EH Bildu para la reforma del Estatuto. «Decir que estamos en contra de ese documento es una manipulación. Lo que decimos es que a ese acuerdo le falta credibilidad porque una de las partes, el PNV, admite que quiere modificarlo», subraya Noval.
¿Pero qué se esconde detrás de este enfrentamiento público? El dirigente de ELA se limita a señalar que la central actúa desde su «independencia sindical». Y desde Sortu se alude a un cierto «hartazgo» y a «desmanes discursivos» por parte de los de 'Txiki' Muñoz. «Las relaciones no están rotas, pero es que a veces parecen bolcheviques. Quieren aparecer como que nos superan por la izquierda, pero eso no es real», afirma un dirigente de Sortu.
En qué medida puede influir la presión de ELA en la decisión que adopte EH Bildu en la negociación presupuestaria está por ver. Desde la izquierda abertzale se asegura que de ninguna manera. «Sabemos que si hay acuerdo nos van a dar, pero no nos preocupa porque tenemos una visión a medio plazo», vaticinan desde Sortu. La formación liderada por Arkaitz Rodríguez, además, cuestiona el izquierdismo de ELA y sus críticas al PNV. «¡Pero si buena parte de su militancia es votante peneuvista!», señala un dirigente de Sortu, quien sitúa la «pose» que mantiene ELA en un contexto muy concreto: las elecciones sindicales que se desarrollan en estos momentos.
Entre el pasado mes de septiembre y abril del año que viene está en juego el nombramiento de más de 7.800 delegados, el 45% del total de los que hay en las empresas vascas. A día de hoy, ELA tiene una cómoda ventaja sobre su más inmediato perseguidor, LAB. Según el análisis de Sortu, los ataques a los movimientos políticos de la izquierda abertzale son una herramienta para consolidar aún más su posición como sindicato de referencia y desgastar de forma indirecta a LAB. Una tesis que se rebate desde ELA.
En todo caso, el malestar en Sortu es evidente. Porque, además, no se acaba de entender por qué el sindicato de Muñoz fuerza su perfil de «guardián de las esencias» cuando el escenario político ha cambiado tras el fin de ETA. «Llevan décadas diciendo que cuando desapareciese se podría impulsar la vía soberanista, y ahora que ya no está es cuando realizan su mayor desmarque... Tenemos la sensación de que están cómodos en esta situación, sin que se mueva nada», consideran en Sortu. «Apostamos por las vías soberanistas, pero defendemos y practicamos la independencia sindical respecto de la política», contesta Mikel Noval.
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