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David Guadilla | Adolfo Llorente
Domingo, 12 de abril 2020, 00:34
Cuatro décadas después de ser firmados, los Pactos de La Moncloa han resucitado. Lo han hecho con una oferta lanzada de manera solemne por Pedro Sánchez, como una fórmula mágica capaz de generar un deseable consenso para salir de la crisis que está generando el ... coronavirus. La teoría suena bien, unir fuerzas para luchar contra una pandemia que amenaza con cambiarlo todo. Como se hizo en la Transición, cuando fuerzas políticas y sindicales acordaron sentar unas bases mínimas para dejar atrás la dictadura y asentar la democracia. Pero la España de hoy no es la de 1977. Y los políticos, tampoco.
El valor de aquellos acuerdos tiene mucho que ver, o todo, con el contexto. El mismo día que se firmaron, Manuel Fraga presentaba a Santiago Carrillo en el Club XXI con una de esa frases que demostraban las ganas que tenía una sociedad entera de mirar hacia el futuro. «Estamos ante un comunista de pura cepa, y si me lo permiten, de mucho cuidado. Por eso me interesa oírle». Eran el exministro de Gobernación y el líder del recién legalizado Partido Comunista. Y no habían pasado ni dos años desde la muerte de Franco.
«Había una obsesión entre todos los que estábamos allí, que era no cometer los errores que se habían llevado por delante la República», recuerda a este periódico el exministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, quien formaba parte de aquellas Cortes constituyentes como representante de UCD. «El gran objetivo era combatir la inflación y lo logramos gracias, entre otras medidas, a la moderación salarial», explica Ramón Tamames, entonces del Partido Comunista y uno de los coautores de la propuesta económica que acordaron todos los participantes.
Era una España en convulsión. «ETA mataba más que nunca. Medio Ejército estaba sublevado y estábamos en plena crisis económica». La inflación era del 26%, la crisis industrial era un hecho con un modelo productivo desfasado, el paro aumentaba sin parar, la conflictividad social era creciente y la recaudación fiscal, de broma. Era como una bomba de relojería que en cualquier momento podía reventar aquella incipiente democracia en una España que no tenía ni Constitución. Y al borde del precipicio, la generación que había visto en persona cómo la crisis de los años treinta había sido el mejor abono para que germinase la Guerra Civil, y una nueva ola de políticos que soñaba con un país moderno, unieron sus fuerzas.
Y es ahí donde hay que buscar el motivo por el que reeditar aquellos pactos es tan complicado, por mucho que el coronavirus amenace con dibujar un escenario apocalíptico. Aquellos políticos y sindicalistas sabían lo negro que podía volverse el futuro si no se tomaban medidas urgentes y con un mínimo respaldo. Había un horizonte claro: asentar la democracia.
Hoy todo es más confuso. «La situación actual no es idéntica a la de entonces en absoluto. Había una necesidad imperiosa de cambiar de ambiente político. Y eso era asumido por todos, cada uno desde su punto de vista», señala José Ángel Cuerda, exalcalde de Vitoria que era diputado en 1977 por el PNV.
El encargado de encauzarlos fue Enrique Fuentes Quintana, al que Adolfo Suárez había nombrado vicepresidente económico. En una España gris, su discurso de 16 minutos en TVE explicando con realismo y sin artificios cómo estaba la situación debería ser repasado por todos los politólogos, 'spin doctors' y estrategas a corto plazo del momento. Le ayudaba su propia credibilidad, un profesor universitario y economista que decía que había aceptado la llamada de Suárez para ver si podía echar un cable. Decía otra cosa: «La soluciones a los problemas económicos nunca son económicas, sino políticas. Sin colaboración, poco podremos hacer».
Eso era en junio de 1977. Y en octubre ya estaban firmados. Fueron dos. El económico lo rubricaron el día 25 UCD, PSOE, PCE, AP, PNV y CiU, entre otros. El político se cerró dos días después, con los mismos protagonistas menos Alianza Popular. Estamos hablando de un Congreso con Suárez, Carrillo, Fraga, Felipe González, Juan de Ajuriaguerra, Miquel Roca, Dolores Ibarruri... Ése era el nivel, quizá la clave de por qué ahora todo es mucho más complicado.
Los acuerdos incluían medidas de todo tipo. Se aprobaron los derechos de reunión, de asociación política y libertad de expresión, se despenalizó el adulterio, se legisló en materia laboral, se sentaron las bases de la actual Seguridad Social, se reformó la administración tributaria...
Contó con el apoyo de las organizaciones empresariales y con parte de los sindicatos. Fue como una negociación previa para la redacción un año después de la Constitución. Pero, sobre todo, tuvo un gran valor simbólico: la demostración de cómo un país puede unirse en una situación de extrema gravedad. «Fue un ejemplo para todo el mundo», enfatiza Tamames. «Lo único comparable a ese nivel fue el Pacto de Ajuria Enea», asegura Alfredo Marco Tabar, senador por UCD en la legislatura constituyente y uno de los firmantes de aquel acuerdo vasco.
La pregunta es, ¿son ahora repetibles? «Es difícil, pero no imposible. Si no se toman medidas desde la unidad va a ser todo mucho más difícil. Cada uno tendrá que dar un paso atrás. Sánchez dando más información y Casado dándose cuenta de que con esta actitud no va a ser presidente nunca. En los momentos dramáticos no se puede hacer oposición», señala José Antonio Maturana, exconsejero socialista del Gobierno vasco que también estuvo en aquellas Cortes constituyentes.
No todos lo ven tan claro. «En aquella épocas todos estábamos de acuerdo en que estaba en juego un cambio de régimen. No tiene sentido hablar hoy de esto. Son zarandajas, ganas de marear la perdiz. La situación es radicalmente diferente. Con estos personajes de Podemos, que nos querían incluso sacar del euro, ¿qué concordia vas a pedir?», asegura Ramón Tamames, que apuesta por un «presupuesto extraordinario de crisis para 2020 y 2021» que en ningún caso cree que avalará el PP. «Apoyarán las medidas sanitarias, pero nunca las económicas», vaticina.
Margallo también es de esta opinión. «Sería reconfortante el espíritu del pacto, por supuesto, pero el problema es Sánchez, que ha perdido toda la credibilidad. ¿Qué puedes esperar de una persona que defiende una cosa y la contraria de un día para otro? Es un Gobierno extraordinariamente frágil y no veo cómo puede pilotar un barco en esta tormenta. Cuando el tiempo arrecia, con esta tripulación es imposible navegar. A nadie se le ocurre ir a la Champions con un equipo de juveniles».
Tampoco Marco Tabar es optimista. Todo lo contrario. «La voluntad de Carrillo fue de concordia y la de Iglesias es muy distinta. De ruptura, por eso me parece muy difícil cualquier pacto similar. Se le puede llamar de cualquier otra manera, pero Pactos de La Moncloa, no», zanja.
«Hoy no tiene sentido reeditar esos pactos. Son zarandajas, ganas de marear la perdiz»
«Sería reconfortante, por supuesto, pero el problema es Sánchez, que ha perdido toda la credibilidad»
«Es difícil pero no imposible. Casado debe saber que en tiempos dramáticos no se puede hacer oposición»
«Había una necesidad imperiosa de cambiar de ambiente político. Y eso era asumido por todos»
«La voluntad de Carrillo fue de concordia y la de Pablo Iglesias es muy distinta. De ruptura»
¿En qué consistieron?
Renovar un país Fueron dos acuerdos, muy vinculados, pero firmados de forma independiente. Uno político y otro económico.
Crisis: España sobrevivía con un modelo industrial obsoleto y afrontaba la crisis del petróleo de 1973. La inflación estaba disparada y el paro, crecía.
Reformas: Se legisla en materia laboral, se regula el despido libre, el límite de la subida salarial, se reconoce el derecho de asociación sindical, se crea el modelo actual de IRPF...
Firma: El 25 de octubre de 1977. Lo suscriben los principales partidos, organizaciones empresariales y varios sindicatos. CC OO y UGT lo avalan, pero lo firman más adelante.
Modernizar: Se refuerzan las libertades básicas, de reunión, de prensa, de asistencia jurídica, se deroga el delito de adulterio, se crea el de torturas...
Firma: El 27 de octubre. Lo apoyan los mismos partidos que habían ratificado el acuerdo económico solo dos días antes, a excepción de la Alianza Popular de Manuel Fraga.
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