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En la literatura actual abundan reflexiones y análisis, muchos implacables, sobre la crisis de los partidos sistémicos. Según muchas de estas lecturas, estos habrían dejado ... de cumplir las funciones que de ellos se esperarían, tales como la expresiva y, sobre todo, la representativa. El sociólogo Juan José Linz, en su día, nos advirtió que, si bien los partidos se consideraban necesarios para la democracia, la desconfianza hacia ellos crecía. Esta crítica a los partidos políticos, sin embargo, no sería equivalente al rechazo a la democracia.
Esta realidad, aparentemente paradójica, no lo es tanto. La ciudadanía valora la democracia como ideal y se apropia de sus valores, porque la considera una conquista propia y no una concesión de las élites. Es natural, en consecuencia, que, si esta no responde a sus expectativas, exijan que lo haga. Este razonamiento nos lleva a una conclusión a estas alturas ineludible: los partidos políticos, aunque imprescindibles, se perciben como un problema para la democracia.
¿Siempre y en el mismo grado en todos los sitios? En la CAV, del análisis que Silván & Miracle realiza de los microdatos del EiTB Focus se desprende una fidelidad de voto de EH Bildu de un 90%, del PNV de un 87% y del PSE de un 78%. Podríamos celebrar, basándonos en estos datos, «la buena salud» de las fuerzas vascas y ahondar en nuestro «hecho político diferencial». Esto último es bien cierto, tanto por las preferencias que muestran los votantes como por la identificación hacia las siglas. Pero, «diferente» no significa inmune a las tendencias generales que nos asuelan.
Una de las variables que pueden explicar el mejor rendimiento de los partidos vascos es su cultura bicefálica. Delimitar institución y partido, con funciones diferentes y respondiendo, por lo tanto, a dimensiones complementarias de lo que se espera de una democracia, puede ser una sugerente hipótesis explicativa: ¿No está, acaso, la percepción de ruptura de esa delimitación, de ese «pacto bicefálico», en el origen de la crisis electoral del principal partido vasco hasta la fecha?
Como problema añadido, Juan José Linz concluía que los congresos de los partidos se habían convertido, en muchos casos, en un evento mediático en lugar de ser una convención deliberativa. Tenemos año de procesos congresuales y asamblearios de los partidos vascos. Ojalá acierten a interpretar y a definir bien su necesaria función para la sociedad. Ojalá entiendan las señales explícitas e implícitas que una ciudadanía que aspira a una democracia plena les está enviando desde hace un tiempo. Eso empieza, tal vez, por dejar hacer a las instituciones y por ser permeables a los acelerados cambios de la realidad social. No se trata de hacer mucho más que llevar a la práctica lo que ya han escuchado y lo que ya saben. No es fácil. Ser diferente nunca lo es.
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