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Que Josu Urrutikoetxea tuvo un papel clave en las negociaciones abiertas en Ginebra y Oslo con Jesús Eguiguren para propiciar el final de la violencia es un secreto a voces. En buena medida, su propia experiencia vital y las contradicciones que marcan su vida y ... su historia en ETA –bajo una hermética clandestinidad– ponen de relieve la difícil y enigmática transición del mundo radical entre la vía terrorista y la apuesta por la política.
Durante tiempo, 'Josu Ternera' había sido una pieza clave en el rompecabezas de la búsqueda de la paz que el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero, con Alfredo Pérez Rubalcaba como ministro del Interior, quiso preservar a toda costa, convencido de que su veteranía le permitía un notable ascendiente sobre ETA a la hora de propiciar el final de la violencia. En este sentido, la propia Europol activó sus mecanismos preventivos. Los servicios secretos de Suiza y de Noruega facilitaron las cosas y 'Ternera' pudo implicarse en la negociación sin miedo a ser detenido.
Su papel es realmente paradójico pero tuvo una decisiva influencia. Representa la militancia de los veteranos en ETA y la autoridad interna en ese mundo, todo un aviso para navegantes para neutralizar posibles futuras escisiones de sectores descontentos críticos. Porque 'Josu Ternera', que fue crítico con el proceso del diálogo de Argel en los años 80, representaba también la estrategia anterior de terrorismo indiscriminado; de sangrientos atentados como el de la casa cuartel de Zaragoza, planteados en una dinámica clásica de acumulación de fuerzas para obligar al Estado a una negociación con contenidos políticos.
La negociación entre ETA y el Gobierno español se había abierto oficialmente en julio de 2005 en Ginebra, muy cerca de dependencias de Naciones Unidas, y fue posible por la intermediación del Instituto Henri Dunant, que ha mediado en otros conflictos en el mundo. En un principio, en nombre del PSOE participó el presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren. Y como representante de ETA, Josu Urrutikoetxea. Después se incorporaron nuevos protagonistas. Los primeros encuentros se vieron precedidos por el intercambio de mensajes a partir de finales de 2003, antes de que el PSOE llegara al poder tras su victoria en marzo de 2004. La dirección de ETA estudió en febrero de 2004 la propuesta de abrir una negociación y ya para entonces había contactado con el centro Henri Dunant.
Los contactos se desarrollaron a lo largo de julio de 2005 en la ciudad suiza en maratonianas sesiones. Después, se reanudaron en octubre en el mismo lugar y en diciembre tuvieron lugar en una casa de campo cercana a Oslo, bajo estrictas medidas de seguridad. 'Josu Ternera' era prófugo de la Justicia y tenía una orden de busca y captura de Europol. Su presencia en la negociación fue factible gracias a la labor de los servicios de inteligencia de Noruega y de Suiza, que hicieron posible que burlara las medidas policiales.
La negociación entre el partido del Gobierno y ETA cristalizó el 22 de marzo de 2006 en una declaración de alto el fuego cuyos contenidos fueron previamente pactados. Se acordó evitar la referencia expresa a la 'tregua' para huir de anteriores experiencias fallidas. También hubo un empeño especial para incluir el concepto 'permanente' en la referencia al alto el fuego, en contraste con la expresión 'indefinida' del anuncio de 1998.
Sin embargo, el proceso de Oslo no desembocó en buen puerto. Previamente se había producido un cambio de relación de fuerzas que se produjo tras el desplazamiento de Urrutikoetxea como interlocutor de la organización. El atentado de Barajas el 30 de diciembre de 2006 era el botón de muestra de ese giro drástico. Los 'duros' habían ganado previamente y abortaban el intento de buscar una solución dialogada: Javier López Peña, 'Thierry', tomaba el mando de los representantes de ETA, amenaza a Jesús Eguiguren con seguir matando hasta provocar «un nuevo Vietnam» en Euskadi, y le insta a comprarse corbatas negras, en alusión al regreso de los atentados terroristas.
Tras el atentado de Barajas, el Ejecutivo de Zapatero consideró que ETA incumplía los mecanismos acordados con 'Josu Ternera' para superar las crisis. La llegada de 'Thierry' reflejaba un cuestionamiento del papel de Urrutikoetxea. En aquella época, desde el Gobierno del PSOE se empezaba a verle como el representante de una generación que había empuñado las armas y que estaba dispuesta a liderar su final.
Salvando las distancias, el ejemplo sería el de Gerry Adams, en su momento responsable del Sinn Féin pero también del IRA. El mayor problema era cómo se sincronizaba un proceso en el que Eguiguren tenía claro que los contenidos políticos no podían negociarse con ETA, que correspondían en todo caso a una futura mesa de partidos a partir del final del terrorismo.
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