Interior retoma los cara a cara entre etarras y víctimas, pero niega una 'vía Nanclares II'

La iniciativa se ensayó por primera vez en 2011 con los reclusos que se habían acogido a la 'vía Nanclares' impulsada por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Un reducido grupo de internos -apenas una veintena- que rompió amarras con ETA, hizo autocrítica y defendió un discurso de deslegitimación del uso de la violencia. Lo hicieron, además, en un momento delicado, con la banda dando sus últimos coletazos. Y ese gesto les valió el rechazo de los más ortodoxos.

Participaron en aquellos primeros encuentros víctimas como Maixabel Lasa, Josu Elespe, Iñaki Arrizabalaga o Mari Carmen Hernández, y presos como Joseba Urrusolo Sistiaga, Valentín Lasarte, Ibon Etxezarreta o Rafael Caride Simón. Todos destacaron el valor positivo de una iniciativa que pivota sobre los ejes de la reparación y la reinserción. Pese a ello, el Ejecutivo de Mariano Rajoy decidió suspenderla.

El escenario ha cambiado. La banda terrorista no solo no mata, sino que hace una década que anunció su disolución. Y algunos de esos presos que antes renegaban de la 'vía Nanclares' y no se planteaban ni de lejos sumarse a los citados encuentros, ven ahora este programa como una oportunidad para avanzar en la convivencia. La apuesta del Ejecutivo de Pedro Sánchez por la justicia restaurativa, como lo fue en su día la de Zapatero, es clara. También lo es la del Gobierno vasco, que el 1 de octubre pasará a gestionar las cárceles de Zaballa, Basauri y Martutene, en las que por ahora cumplen condena poco más de medio centenar de presos de ETA.

Estos cara a cara están dirigidos a toda la población reclusa, no solo a los presos de la banda. Es más, en lo que va de año, según cifras de Instituciones Penitenciarias, 258 internos han participado en talleres restaurativos en 25 prisiones. Sonado fue en febrero el caso del preso condenado por robos con violencia que escribió una carta a la presidenta del Banco Santander para pedirle perdón por los daños ocasionados. Tuvo la suerte de que la propia Ana Botín leyó la misiva y facilitó una reunión entre el interno y el director de una de las sucursales que había atracado.

En lo que a los reclusos de ETA se refiere, han sido una veintena quienes han solicitado a lo largo de los últimos tres años participar en encuentros restaurativos. El fin de la dispersión -todos los reclusos de la banda cumplen condena en cárceles de la mitad norte- ha influido en el cambio de actitud del colectivo de presos, reconocen. Y viceversa. Toca por ver ahora quiénes pasan el corte.

Profesionales de las juntas de tratamiento deberán comprobar que el interés es real -los internos firman un documento en el que renuncian a cualquier beneficio penitenciario-, después vendrán los talleres restaurativos. Diez sesiones de cuatro horas por semana a cargo de mediadores independientes, que serán quienes decidan qué presos cumplen los requisitos para participar en un cara a cara de estas características. No todos lo hacen.

Y por último, la clave de todo el proceso: localizar a la víctima y que ésta acceda. Para ello, Instituciones Penitenciarias cuenta con la ayuda de la Fiscalía, la Oficina de Atención a Víctimas y con los Jueces de Vigilancia Penitenciaria. El mecanismo es complejo, reconocen desde Interior, y puede durar su tiempo.