Hará unos diez años le escuché decir a Felipe González una frase acerca del comportamiento cada vez más voluble e inconsistente de los políticos, supeditados al juicio sumarísimo de la opinión pública, que no necesariamente es la mejor informada ni la más sensata, ni la ... más neutral ni la menos contaminada, pero sí la más implacable -y electoralmente mortífera- a la hora de dictar sentencia.
Publicidad
La frase en cuestión advertía que rectificar es de sabios y de cínicos hacerlo a diario acomodando tus decisiones a lo que ciertos medios de comunicación antes y las redes sociales con mayor alcance y celeridad hoy, dictaminan que ha de hacerse o desean que se haga. «Los políticos no resisten esa inmediatez de juicio. En algunos casos se adaptan a regañadientes, por temor a la crítica, o de buen grado, porque creen que es más democrático y, en otros, porque han perdido el pudor y les da igual decir una cosa hoy y mañana la contraria», señalaba el expresidente socialista que de esto de mudar de piel sabe lo suyo, subrayando que esa necesidad de aprobación puede desfigurar el proyecto político hasta llegar a hacerlo irreconocible.
De ahí esa ambigüedad asociada al discurso de nuestros gobernantes que tanta desconfianza ha generado hacia la clase política hasta que, del 'donde dije digo, digo Diego -tónica habitual en tiempos del apacible bipartidismo- hemos pasado al extremo opuesto, con la rotunda negativa a reconsiderar o a rectificar ciertas decisiones en función del nivel de crítica que suscitan, por parte de quienes, en un alarde de paranoica resistencia numantina, arremeten contra todo el que ose sugerir siquiera la necesidad de introducir un matiz, como sucede con la controvertida 'ley del solo sí es sí'.
Ya son 243 los agresores sexuales beneficiados por la ley podemita y aquí nadie entona el 'mea culpa' ni está dispuesto a cambiar una coma. En su 'sostenella y no enmendalla', las autoras de este desaguisado, fruto de la impericia jurídica, la han emprendido hasta contra Manuela Carmena -quien fuera una de las suyas cuando los llevó hasta la Alcaldía de Madrid- por decir que estamos ante un clamoroso caso de «soberbia infantil» que impide retocarla. Suficiente para que Pablo Iglesias le dedicase uno de sus famosos tuits, en su línea del 'o conmigo o contra mí' que tanto ha contribuido a configurar esta España banderiza y fratricida, más dispuesta a la puñalada que al diálogo, en la que hoy habitamos.
Publicidad
«Si la cloaca más repugnante te aplaude, quizá la soberbia es la tuya», le ha escrito a la magistrada jubilada, nada sospechosa de formar parte de ninguna caverna, el que fuera líder de Podemos, con la petulancia de los insensatos que no hablan para comunicarse sino para perdonarse la vida, instalado siempre a la defensiva. Lo que no invalida el hecho de que la dichosa ley siga estando mal hecha, con la peligrosidad social que ello conlleva.
Puede que rectificar constantemente sea de torpes o de cínicos, pero no hacerlo por sistema es de necios.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.