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David Guadilla
Viernes, 6 de octubre 2023, 11:21
Un ataque «absolutamente deplorable» que exige una «condena radical». El sabotaje a la tumba de Fernando Buesa en Vitoria, sobre la que radicales han arrojado pintura y heces, ha generado una ola de indignación, el rechazo explícito de la práctica totalidad de las formaciones políticas ... y un profundo dolor en la familia del exvicelehendakari y dirigente socialista asesinado por ETA en 2000 junto a su escolta Jorge Díez. El foco se ha vuelto a poner sobre la izquierda abertzale. Arnaldo Otegi ha manifestado su «más absoluto y rotundo rechazo» ante unos ataques que califica como «inadmisibles», pero EH Bildu se ha negado a suscribir una declaración de condena en el Ayuntamiento de la capital alavesa.
Lo sucedido en Vitoria en las últimas 24 horas demuestra cómo las heridas que dejó el terrorismo en Euskadi siguen supurando y cómo siguen existiendo colectivos capaces de quebrar la convivencia. El primer incidente se produjo el jueves, cuando fue atacado el monolito en recuerdo de Buesa y Díez, ubicado en la zona del campus de la UPV de Vitoria, justo donde ambos fueron asesinados. Se da la circunstancia de que ese mismo día la alcaldesa, Maider Etxebarria, anunciaba que Miguel Ángel Blanco dará nombre a unos céntricos jardines dentro de una iniciativa para que la ciudad no olvide la barbarie terrorista.
Solo unas horas después, desconocidos tiraban pintura y heces sobre la tumba de Buesa. No es la primera vez que la sepultura sufre un ataque parecido. Hace tres años sucedió algo similar.
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Las reacciones no se hicieron esperar. La mayoría para expresar una «condena radical». En estos términos se ha expresado, entre otros, Iñigo Urkullu. En declaraciones a los periodistas en el Parlamento vasco, el lehendakari ha atribuido el sabotaje a «grupúsculos que nuevamente están en una dinámica de reivindicar la violencia política» y ha reclamado a quien tenga «ascendencia» sobre ellos a que se les «diga claramente que ese no es el camino».
En esta misma línea se han expresado Idoia Mendia y Eneko Andueza. La vicelehendakari segunda recalca que los actos vandálicos «demuestran la necesidad que todavía hay en Euskadi de hacer políticas educativas y de memoria». En un mensaje directo a la izquierda abertzale, la dirigente socialista considera que «es muy importante que aquellos que legitimaron al terrorismo durante tantos años también hablen y no callen». Por su parte, el líder del PSE-EE ha hablado de acción «deleznable». «No sé qué le puede seguir frenando a la izquierda abertzale para no condenarla. La terminología tibia que expresa sólo busca evitar mirar de frente a su propio pasado».
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Las mismas críticas fueron lanzadas por otros dirigentes como Miren Gorrotxategi –«insoportable atentado contra nuestra memoria»–, Carlos Iturgaiz –«nos avergüenza y nos da asco a la mayoría de la sociedad»– o la propia Etxebarria –«todavía hay nostálgicos de la persecución y la amenaza»–. Los sindicatos de la Ertzaintza ErNE, Esan y Sipe han emitido un comunicado conjunto en el que calificaron la vandalización del monolito como una obra de «cobardes y malnacidos».
Las miradas se han detenido sobre la izquierda abertzale. La reacción ha llegado a través de Arnaldo Otegi, quien ha lanzado un comunicado en las redes sociales en el que ha expresado su «más absoluto y rotundo rechazo, en mi nombre y en el de EH Bildu, a los inadmisibles ataques que afectan a la memoria de Fernando Buesa». El coordinador general de la coalición soberanista ha recalcado que «estos hechos, cuya naturaleza y origen se desconocen, son una auténtica provocación a la convivencia democrática de nuestro país». La izquierda abertzale 'oficial' vincula los sabotajes con grupos disidentes que quieren condicionar la conferencia política que este sábado celebra EH Bildu en Vitoria.
Las palabras de Otegi contrastan, una vez más, con su negativa a suscribir una declaración firmada por el resto de partidos en el Ayuntamiento de la capital, que incluía el término «condena». Según Covite, «la palabra condena tiene una carga moral y por eso son incapaces de 'condenar', porque no consideran moralmente reprobables este tipo de ataques a la memoria de sus víctimas».
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