El independentismo a las bravas se borra de Europa
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El adiós de la escocesa Sturgeon, el último referente de la vía unilateral, simboliza el tránsito al pactismo que Euskadi, y ahora Cataluña, tienen presentexiste una máxima en política que aconseja separar las señales del ruido. Y estas últimas semanas han sido pródigas en señales para el independentismo en Europa y, en consecuencia, para Cataluña y Euskadi. Señales que, en su conjunto, apuntan a un cambio de ciclo y ... dibujan el declive de la vía unilateral -y de los liderazgos políticos que hacen del referéndum secesionista el punto casi único de su programa- en favor de un pactismo más pragmático y más en sintonía con una ciudadanía con problemas mayores de los que ocuparse. Por ejemplo, estirar el presupuesto para llenar la cesta de la compra, lidiar con la subida de la hipoteca o conseguir cita en el centro de salud.
«Los discursos independentistas vivieron su auge a mediados de la pasada década. Eran discursos para tiempos de bonanza pero la pandemia, primero, y la guerra, después, han cambiado la mentalidad de la gente y sus prioridades, y ahora están fuera de lugar. Los gobiernos debemos estar atentos porque esta crisis se ha llevado por delante a quien no ha sabido reaccionar». La reflexión parte, muy significativamente, desde dentro del Ejecutivo vasco.
El entorno del lehendakari Urkullu, siempre muy atento a las evoluciones del soberanismo y el federalismo en Europa (en el pleno de Política General de 2018, en esos otros tiempos, se fijaba en los modelos de Escocia, Suiza, Bélgica o Baviera), ha tomado buena nota de la que han interpretado como la señal más clara de que el nacionalismo afronta un punto de inflexión: el paso al lado de la ex ministra principal escocesa Nicola Sturgeon.
La todavía líder del Scottish National Party (SNP) era el «último referente» del independentismo a las bravas en Europa, pese a que ella misma había renunciado ya a convocar un segundo referéndum sin permiso de Londres tras el varapalo del Supremo británico. El Tribunal negó por unanimidad a Edimburgo en noviembre la potestad para celebrar otra consulta, aunque fuera no vinculante, sin la aquiescencia de Londres.
Fue la antesala de la caída de Sturgeon, que, aunque empujada también por el incendio social que provocó su 'ley trans', se ha visto forzada a marcharse, según diversos analistas, al no contar con el pleno respaldo de su partido en su intención de convertir las próximas generales en el Reino Unido en elecciones plebiscitarias sobre la independencia.
Sus rotundos éxitos electorales desde que cogió el testigo de Alex Salmond le hicieron incurrir en un error de cálculo. «Aunque el SNP nunca perdió crédito electoral, sino todo lo contrario, el poder en las urnas que otorgan los ciudadanos no significa que asuman el credo político de los gobernantes. Las élites a veces olvidan que el país debe ser gestionado», analiza el catedrático de Sociología de la UPV Ander Gurrutxaga.
En definitiva, un baño de realidad en el que ha pesado, y mucho, el fiasco del 'procés' catalán y la consiguiente fractura del independentismo en dos, que hicieron aflorar las dudas en el SNP en vísperas del congreso que debía fijar la nueva hoja de ruta en marzo, ahora en suspenso. No es la única señal de que la vía unilateral está en horas bajas. Justo dos días después del adiós de Sturgeon, el Gobierno vasco hizo público su último Sociómetro: el rechazo a la independencia marcó un máximo histórico del 41%, la cifra más elevada de toda la serie, un punto por encima del sondeo de octubre del año pasado. En Cataluña, el porcentaje de apoyo a la secesión descendió por primera vez por debajo del 40% desde que arrancó el 'procés' en enero, según una encuesta de la Universitat Autònoma de Barcelona.
Mirar a Cataluña también resulta esclarecedor. Y permite comprobar cómo el soberanismo ya solo vive de gestos, mientras los movimientos de fondo apuntan en otra dirección y los bastiones que guiaron el 'procés' se desintegran, como muestra la agonía política de una ANC consumida por las peleas internas y las dimisiones en bloque.
Pere Aragonès, por su parte, ha emprendido esta semana un viaje a Irlanda para estrechar lazos con el Sinn Féin, un espejo en el que siempre se ha mirado EH Bildu y que ha logrado el hito de convertirse en fuerza mayoritaria a los dos lados de la frontera norirlandesa. Aunque el Brexit ha alentado las especulaciones sobre un posible referéndum de reunificación, en realidad el que fue brazo político del IRA ha cimentado su éxito electoral en dar prioridad a su perfil de fuerza de izquierdas con vocación de gobierno. Exactamente, como la dupla ERC-Bildu.
Justo antes de volar a Dublín para hacerse la foto con Mary Lou McDonald, Aragonès mantuvo otro encuentro, este en secreto, con el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, para salvar su alianza con el PSOE tras el fiasco de las reformas de la sedición y la malversación.
Para Marta Pascal, profesora de Ciencia Política de la Universidad Pompeu Fabra, exsenadora y antigua líder del PDeCAT, la quiebra de la unidad de acción independentista ha incrementado la «gesticulación». «Pasó en la cumbre hispanofrancesa, con Aragonès en el saludo oficial y Junqueras en la manifestación. Ha pasado con la portavoz de Junts en el Congreso apartando la bandera española en la sala de prensa. A la falta de unidad política se han unido las circunstancias económicas y la pospandemia. Y aunque el independentismo no va a desaparecer, sí que empezarán a tener más hueco partidos que no tienen esa reivindicación como vector principal. Porque el problema es que los resultados no han llegado y Cataluña no es más independiente hoy que cuando empezó el 'procés'», ilustra.
En ese contexto, es sintomático que Andoni Ortuzar accediera por fin esta semana a dar una conferencia en Barcelona ante la flor y nata de la sociedad catalana, en la que hizo gala del 'modelo PNV', desde hace años anclado en el posibilismo. Nada es casual.
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