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La economía española continúa por el mismo camino por el que transita desde hace tiempo. Los datos globales del crecimiento son muy buenos y los del empleo excelentes. Pero mantiene también las mismas debilidades que arrastramos sin encontrarles la solución y, en consecuencia, nos aparecen ... las mismas advertencias. El PIB crece, pero lo hace dopado por el gasto público, que es el responsable de más de la mitad de ese boyante crecimiento; empujado por el aumento de la población lo que provoca el estancamiento del crecimiento per cápita; y apoyado en el turismo que es un sector tan noble como cualquier otro, pero con los hándicaps de una alta estacionalidad y una oferta de puestos de trabajo con escaso valor añadido y, en consecuencia, salarios bajos. Al empleo le pasa algo similar, ya que las cifras globales son excelentes pero nos queda la incógnita de esos cientos de miles de fijos discontinuos en los que se obra el milagro de estar sin trabajar y cobrando el subsidio a la vez y sin engrosar las cifras del paro. Más el crecimiento espectacular del empleo público y el aumento del pluriempleo.

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