La inexistente línea roja
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Los (escasos) socialistas discrepantes en activo «cambiarán de opinión», todos juntos y a la vez, y los retirados son el reflejo de lo que fue y ya no es el PSOESecciones
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Los (escasos) socialistas discrepantes en activo «cambiarán de opinión», todos juntos y a la vez, y los retirados son el reflejo de lo que fue y ya no es el PSOEUna vez amortiguado el ruido del cuchillo que descuartizó a Edwin Arrieta y apagados los fuegos que levantó el beso de Rubiales -los dos temas que han solucionado el verano a los medios de comunicación-, podemos dejar aparcados por un momento los asuntos que nos ... interesan para ocuparnos un rato de las cosas que nos importan. Como por ejemplo la formación del nuevo Gobierno. ¿Se acuerda de que hubo elecciones y sabe que el proceso no ha terminado? Nos falta la consecución de un acuerdo para formalizarlo, algo que solo puede alcanzar esa abigarrada suma de socialistas inmemoriados, comunistas irredentos del PC, independentistas cinco estrellas de ERC y Bildu, prófugos de la Justicia de Junts y 'aprovechateguis' del PNV.
Pues eso. De momento transitamos por el turno del Señor Feijóo. Tiene ideas sensatas, en especial esa de que los dos principales partidos alcancen una serie de acuerdos de Estado básicos, que él pueda gerenciar durante dos años, para pasar después a nuevas elecciones. La propuesta haría innecesaria una nueva convocatoria electoral y convertiría en intrascendente la participación en el Gobierno de aquellos partidos cuyo objetivo declarado consiste en cargarse al Estado que representan y del que cobran. La pretensión no es tan descabella pues, también recordará, que ha ganado las elecciones, aunque no con la holgura suficiente. A él no le importa depender del PSOE, pero al PSOE actual le importa menos depender de Bildu, de ERC y de Junts, así que la idea se aparcará en el baúl en el que apilan las ideas sensatas pero inútiles.
Lo que nos conduce inexorablemente y de cabeza al 'Frankestein 2', que es un prodigio de inestabilidad, pero puede llegar a cumplir con la aritmética. Con el alboroto montado entre un Sumar entusiasmado, un Bildu momentáneamente apaciguado, un ERC aprisionado y con el PNV a la que salte, para meter cuchara, todo gira alrededor del prófugo de Waterloo y sus extravagantes exigencias. ¿Es la amnistía una línea roja? No. No lo ha sido la sedición, ni la malversación y no lo será la amnistía por más que haya quien piense que «el independentismo pide la amnistía, algo que este gobierno no va a aceptar y que desde luego no entra en la legislación ni en la Constitución» (1).
O quien confíe en que «el PSOE no aceptará ni la amnistía ni la autodeterminación ni negociará con Puigdemont' (2) .
O quien insista en que «la amnistía no cabe, es el olvido y aquí no hay olvido, hay perdón para construir un futuro mejor» (3).
Incluso algunos de los que piensan que «la amnistía no es planteable en un Estado constitucional y democrático porque eso sería suprimir literalmente uno de los tres poderes del Estado, que es el Poder Judicial» (4).
O quien simplemente asegura que «la amnistía no está reconocida en nuestro ordenamiento jurídico» (5).
A pesar también de que existan pensamientos más elaborados como este: «El derecho comparado nos permite constatar que la amnistía es un recurso propio de contextos de justicia transacional en los que se impugna el ordenamiento jurídico en el que se cometieron y juzgaron los hechos que se promueve olvidar» (6).
Tenga por seguro que no será una línea roja, como lo demuestra que las negociaciones están más avanzadas de lo que se reconoce. ¿Vio las sonrisas encantadoras que le dedicó la vicepresidenta segunda al prófugo? Pues eso, que es una infamia (7), demuestra que no será una línea roja, ni siquiera será una tan delgada como la formada por la caballería británica en la guerra de Crimea.
Aunque seguro que lo descubierto debería aclararle que las frases anteriores no son de ningún ideólogo fascista, al servicio de oscuros intereses retrógrados. Le desvelo sus autores: (1) Pedro Sánchez; (2) Salvador Illa; (3) Juan Carlos Campo, exministro y vocal del TC; (4) Carmen Calvo, ex vicepresidenta del Gobierno; (5) Fernando Grande Marlaska, juez y ministro; (6) Felipe González y (7) Alfonso Guerra. A los que podríamos añadir un montón de frases similares pronunciadas por socialistas tan afamados e importantes como Nicolás Redondo, Joaquín Almunia, Ramón Jáuregui y un largo etc.
Pero nada de eso es relevante. Los (escasos) socialistas discrepantes que están en activo «cambiarán de opinión», todos juntos y a la vez, y los retirados son el reflejo de lo que fue y ya no es el PSOE. Ahora hay otros al mando, más imaginativos y menos escrupulosos. En comparación, su estatura intelectual es ínfima, pero su ambición y su falta de escrúpulos es inmensa. Suficiente. Tienen más de 8 millones de votos a su favor y, no, no se haga ilusiones, no van a perder ninguno concediendo la amnistía. Todos prefieren ver a Puigdemont en la calle que a Abascal sentado en el Gobierno.
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