«Pablo Iglesias está en campaña». Es en la única afirmación en la que se ponen rotundamente de acuerdo el PSOE y Podemos a la hora de encontrar explicación al afán que esta semana ha mostrado el vicepresidente segundo en echar por tierra los ... estándares democráticos del país que gobierna. Todo empezó con una entrevista en el diario 'Ara' en la que cuestionaba el sistema por la existencia de «presos políticos» en Cataluña. Lejos de rectificar ante la escandalera que provocaron sus palabras, Iglesias, en vísperas de unas catalanas en las que se juega que Podemos no se quede reducida a una sigla casi exclusivamente 'madrileña', se ha abonado a la estrategia de 'sostenella y no enmendalla' y ha insistido en que no ha dicho más que la «puñetera verdad». Y no solo por el juicio a los responsables del 1-O; en el mismo saco ha metido la «huida» del rey emérito a Emiratos Árabes, los papeles de Bárcenas o el bloqueo de la renovación del Poder Judicial.
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El asunto no ha quedado en la habitual mueca de resignación de los ministros del PSOE ante las salidas de pata de banco a las que ya les tiene acostumbrado Iglesias. Esta vez el «enfado» y el «cabreo» han sido mayúsculos en el ala socialista del Ejecutivo. En el PSOE ha cundido la impresión de que su socio ha «estirado la cuerda» más de lo razonable y se ha pasado de frenada. Puertas adentro del Consejo de Ministros, a Iglesias se le ha hecho partícipe del malestar que han provocado sus palabras, sobre todo porque las pronunció al hilo de las críticas del Gobierno de Putin a España tras lamentar Josep Borrell el encarcelamiento del líder opositor Alexei Navalni. Unos comentarios que han dado 'carnaza' a Rusia para cuestionar la salud democrática española y que, por si fuera poco, han servido para poner sordina a la semana 'horribilis' del PP, con el contraataque de Luis Bárcenas frente a Rajoy, el arranque del juicio por el supuesto pago de las obras de Génova con la 'caja B' y el polémico desmarque de Pablo Casado de la ejecutiva de la que él fue portavoz.
estrategia fallida
«Esta vez sí hay enfado», apuntan fuentes socialistas, pese al silencio sepulcral que Sánchez ha mantenido al respecto incluso tras el contundente manifiesto de la 'vieja guardia' socialista para que cese al vicepresidente. Todo lo más que se le ha escuchado es una referencia en la campaña catalana a la necesidad de reforzar la izquierda que sabe «que el cielo está en la tierra y el paraíso es la escuela pública», en referencia al adagio marxista al que solía recurrir Iglesias.
Han tenido que ser sus ministros -la portavoz María Jesús Montero, Arancha González Laya, Carmen Calvo, José Luis Escrivá, Juan Carlos Campo, Margarita Robles y Fernando Grande-Marlaska- los que hayan salido en tromba a defender que España sí es una democracia «plena, moderna, avanzada y libre».
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De hecho, el PSOE confía en que el presidente reconvendrá públicamente a Iglesias en cuanto pasen las elecciones catalanas y le trasladará en privado la necesidad de poner fin a la estrategia de polémicas permanentes que, como en este caso, desgastan incluso la imagen de España en el exterior.
futuro
«Se sentarán juntos y afrontarán lo que queda de legislatura», dice un alto cargo del PSOE al tanto de los planes del presidente, que confía en «salir reforzado» hoy de las urnas en Cataluña, mientras que, según sus cálculos, tanto el principal partido de la oposición, al que podría 'sorpassar' Vox, como sus socios de gobierno quedarán «tocados». «A partir de ahí podrá centrarse en lo importante: los fondos europeos, la reforma de las pensiones en el Pacto de Toledo, el salario mínimo...», opinan los socialistas. «Sánchez es frío, pero está trasladando que pondrá orden tras las elecciones. Creemos que retomará su liderazgo», abundan sus aliados en el Congreso, que únicamente temen que si los 'comunes' se dieran hoy un batacazo Iglesias exagere aún más sus posiciones, incluso con afán de provocar una ruptura.
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Pero nadie en el PSOE ni en Podemos cree en la posibilidad real de que el Gobierno de coalición haga aguas tras el 14-F. «A dónde van a ir», ironizan los socialistas. Los morados, por su parte, inciden en el interés de Iglesias en no perder a sus bases «más antisistema y con querencias 'indepes'» y también a cierta inercia hacia la tensión por los constantes choques y desavenencias entre la ministra de Igualdad, Irene Montero, y la vicepresidenta Carmen Calvo a cuenta de la 'ley Trans' y, a finales de semana, de la Ley de Igualdad de Trato, conocida como 'ley Zerolo'. El resto de ministros de la pata morada de la coalición, incluida la de Trabajo, Yolanda Díaz, que avaló la calidad democrática de España, «van a lo suyo» y buscan ganar peso en el consejo, dicen. «Pero de ruptura, nada».
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