Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Es conocido que los partidos tienen por costumbre negar en campaña supuestos pactos vergonzantes que después no tienen empacho en alcanzar. Es tan escaso el fuste de tales declaraciones que algunos líderes incluso reniegan ante notario de potenciales socios indeseados. Pero lo habitual es el ' ... donde dije digo', una técnica que perfeccionó como nadie Pedro Sánchez al hacer vicepresidente a Pablo Iglesias solo unos meses después de vetarle con el argumento de que no le dejaría dormir tranquilo.
Los hechos confirmarían más tarde que el inefable líder de Podemos provocaba efectivamente más desvelos en el Gobierno que un bidón de cafeína. Tal vez por eso Ángel Gabilondo, deseoso de atraer al votante moderado con su campaña descaradamente inspirada en el 'Urkullu style' - «soso, serio y formal», se define el candidato socialista, como Loquillo- ha entonado también el 'con Iglesias, no'. O mejor dicho «con este Iglesias, no». El matiz le exime de explicar por qué en diciembre de 2019 fue que sí y porque hoy sigue siendo que sí en el Gobierno de España. Y recuerda al 'con Rivera, no' que canturreaba la muchachada del PSOE en abril de ese año. Los vetos cruzados y los hiperliderazgos son los males endémicos que han convertido la política española post bipartidista en un lodazal. Aquel error de cálculo de un empecinado Albert Rivera y la animadversión que provocó a la vez en el PSOE impidieron el Gobierno moderado y socioliberal de los 180, el error político más grave desde la Transición, según lamentan hoy dirigentes críticos de Cs como Francisco Igea.
De ese extremismo paralizante pretende huir el profesor Gabilondo al proponer un Ejecutivo del PSOE apoyado por Cs y Más Madrid. Pero la idea tiene algunos problemas. Para empezar, la tozuda realidad o, al menos, la que dibujan las encuestas. No está en absoluto claro que el bloque de la izquierda pueda derribar a Ayuso sin el concurso de Podemos. Y tampoco está claro que los liberales -veneno para las urnas por el goteo de deserciones- superen la barrera del 5%, que en el sistema electoral madrileño premia al que entra automáticamente con siete escaños.
Entre siete y cero, en la suerte que corra la candidatura de Edmundo Bal puede estar la clave. La víscera inclinará a los naranjas a sumarse al bloque antiAyuso tras el traumático divorcio de su exvicepresidente Aguado. El instinto de supervivencia les alejará de un Iglesias que parece imprescindible en cualquier suma. Seguramente, el líder morado es consciente de ello. Y le da igual porque sabe que no va a ser presidente de Madrid y porque su extemporánea candidatura busca precisamente rehabilitar políticamente a Podemos, garantizar su supervivencia a costa de achicar espacio al PSOE y allanarse personalmente o bien un retiro dorado en el extranjero o el control del partido con una bicefalia al estilo PNV.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.