Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
«Siempre me ha gustado adquirir compromisos. Si tienes la solución al problema, tienes que pelear por conseguirlo». A Idoia Mendia (Bilbao, 1965) le gustan los retos, ir a por el más difícil todavía. Por lo pronto no parece que sea muy plácido asumir justo ... ahora, con la que está cayendo y la que va a caer, una cartera como Empleo y Trabajo. Pero la nueva vicelehendakari segunda y consejera ha bregado en más de una ocasión en la peor de las circunstancias. Este es el enésimo capítulo, tal vez el último en la política, de una vida a contracorriente, a pesar de todo.
Porque si Mendia hubiera tomado la senda natural, hoy seguiría midiendo 1,84 metros, pero no tendría que agacharse a diario para colocarse a la altura del termómetro láser que toma la temperatura a cada persona que entra en la sede del PSE en Bilbao. Se crió en una familia nacionalista hasta la médula. A su padre, marino, conocer mundo no le hizo flojear en sus convicciones. Pero esa «visión única» no iba con ella y lo demostró desde pequeña. El «criterio propio» lo forjó en la ikastola Lauro de Loiu, a donde llegó por recomendación de su pediatra, Santiago Brouard, histórico dirigente abertzale asesinado por los GAL en su consulta de la capital vizcaína. Y más tarde en la Universidad de Deusto, donde se licenció en Derecho y tuvo de profesores a Xabier Arzalluz y Aitor Esteban.
Lo suyo siempre ha sido una rebeldía «discreta, pausada», valores que destacan quienes más le conocen. Nada de locuras ni excentricidades. Ni un canuto en su aventura de veinteañera en Ámsterdam ni un intrépido viaje en la montaña rusa con sus dos hijos, Álvaro y Pablo, que desde las alturas confían en su servicio como «guardarropa». Su marido, Alfonso Gil, fue quien le abrió literalmente la puerta de la política. Lo hizo cuando Mendia tocó el timbre de la agrupación socialista de Abando para afiliarse pese a las reticencias iniciales de su familia.
Desde entonces se ha metido en todos los charcos. Concejala en Barrika cuando ser edil del PSE significaba estar automáticamente en la diana de ETA, parlamentaria en la oposición en los años más turbulentos de la política vasca, consejera y portavoz en el primer Ejecutivo no nacionalista y secretaria general de un partido que por aquel entonces nadie quería liderar. Al frente del PSE desde 2014, cuando relevó a Patxi López, ha sido testigo privilegiada de esa nueva realidad social que le permite salir a pasear a su perra Lur por las calles de Bilbao sin miedo ni escolta, pero también la que ha restado muchos votos al socialismo.
En 2016, con la economía en la rampa de despegue tras la dura crisis, pudo haber entrado en el Gobierno que acordó con el PNV, pero aquello debió de parecerle poco desafío. Otra vez a contracorriente, es ahora cuando asume el riesgo. Ya lo dijo, «las circunstancias son otras» y hay que «remangarse». El reto es hercúleo y lo sabe. Iñigo Urkullu deja en sus manos la responsabilidad de doblegar la curva del paro para situarlo por debajo del 10%. Mendia quiere hacer de ese manido «no dejar a nadie atrás» su legado político en una Euskadi que ya había alcanzado una 'nueva normalidad' de paz antes de la pandemia.
Su entrada en el Ejecutivo autonómico, con el rango de vicelehendakari segunda, consolida de paso el papel protagonista del PSE en la gobernabilidad del País Vasco. Es la otra herencia política que quiere dejar a quien acabe siendo su sucesor al frente del partido, un melón que se abrirá más pronto que tarde. El legado de haber apuntalado una sigla de larguísima historia que ha sido capaz de llegar a puntos de encuentro con otras ideologías contrapuestas. Algo, tal vez hoy más que nunca, en contra de lo corriente.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.