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Un paso, sí, pero ni histórico ni definitivo. Así definiría yo las declaraciones de ayer de Arnaldo Otegi. Es indudable que lo dicho no supone una mala noticia, y por lo tanto nos debe agradar, incluso puede ser considerado como una nueva noticia en el ... camino emprendido desde hace una década, no sin retrocesos memorables, por la izquierda abertzale; pero el líder carismático de Euskal Herria Bildu no puede, con las declaraciones del lunes, pretender que nos entreguemos todos el martes a una alocada petición de firmas para que sea nominado al Nobel de la Paz.
En este sentido me sorprende que, de forma prácticamente unánime desde la mayoría gubernamental, se haya categorizado su declaración como de «histórica» o «un paso sin precedentes». Desde el PSOE (por parte de una persona que conoce demasiado bien la realidad vasca como Patxi López), Unidas Podemos, Izquierda Unida, Más País o ERC, cuyo representante Gabriel Rufián ya ha dictado sentencia al decir que quienes osen criticar al «Mandela vasco» son, somos, directamente «no ya malos periodistas, sino malas personas», y han elevado esta declaración a la categoría de hito.
Realmente lo aportado ayer por Otegi, aun reconociendo dos o tres palabras nuevas en su discurso, no supone un cambio exponencial con respecto a lo aportado hace una década «Si he añadido dolor a las víctimas de ETA, lo siento de corazón» (16-9-2012), de ahí que las loas, elogios y alabanzas escuchadas, repito que sin merma alguna de la buena dirección por la que se encamina la denominada IA, me resultan sospechosamente excesivas.
Y es que esa fuerza política, y el conglomerado asociativo que le rodea, deben comprender que sus discursos no son fáciles de aceptar cuando durante una década nos tienen acostumbrados a pedir disculpas a las víctimas para a los pocos días defender la lucha de quienes les victimizaron, es decir a construir un discurso absolutamente incompatible al querer hacer coincidir su duelo por los asesinatos cometidos con la consideración de «acción de venganza» al referirse al apresamiento y encarcelamiento de los asesinos. Vuelvo a repetir que declaraciones similares, y espero que haya muchas más, han de llenarse de contenido para que la consideración de «fuerza política democrática» sea algo ganado desde la reflexión ética y no desde apuestas estratégicas, algo exigible a Arnaldo Otegi, pero aún más demandable a quien pretende pactar con la fuerza política que representa. Un filtro ético es precisamente eso.
Bienvenidas sean, por muy tarde que las consideremos, estas nuevas palabras, pero es necesario que sean fruto de una política de la sinceridad, pues como dije hace varios años en estas mismas líneas hay una vieja jota que dice: «No me digas que me quieres si no te sale de dentro, que árbol de pocas raíces se lo lleva cualquier viento».
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