Los actos de traspaso de carteras entre ministros pueden ser anodinos, cargados de pronunciamientos meramente protocolarios y lugares comunes o pueden ofrecer algunos destellos de lo que realmente pasa por la cabeza de sus protagonistas. Y en los vividos este lunes, tras una de las ... más drásticas remodelaciones de un Gobierno que se recuerdan en democracia, hubo mucho de lo segundo. La jornada dejó ver a un José Luis Ábalos tocado, un Miquel Iceta dolido, un Félix Bolaños empoderado y una Carmen Calvo, colocada entre las grandes perdedoras de la crisis, serena y hasta contenta.
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La actitud obsequiosa mostrada por la hasta ahora vicepresidenta primera y ministra de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática con Bolaños, su principal heredero, tiene un porqué más allá de la buena relación entre ambos. Fuentes de toda solvencia del PSOE apuntan que Pedro Sánchez quiere que asuma la presidencia del Consejo de Estado en sustitución de María Teresa Fernández de la Vega, a la que él mismo elevó al cargo en 2018.
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La que fuera durante casi dos legislaturas la 'número dos' de José Luis Rodríguez Zapatero en el Gobierno -que como el propio expresidente y la plana mayor del Ejecutivo, acudió ayer a la despedida de la política cordobesa- ingresó como consejera permanente del principal órgano consultivo del Ejecutivo en 2010 y recientemente ha pasado a la jubilación forzosa como magistrada del Tribunal Superior de Justicia de Madrid tras cumplir 72 años.
«Éste es el traspaso más amoroso de la historia de la política española», dijo la ya exvicepresidenta tras fundirse en un abrazo con Bolaños. Ambos han tenido que cooperar y han sabido entenderse en muchos de los encargos realizados en los últimos tres años por Sánchez, desde la operación para exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos a, junto al exministro de Justicia, Juan Carlos Campo, los expedientes para los indultos a líderes del 'procés'; algo que en cambio no siempre les resultó fácil con el jefe del gabinete del presidente, el caído Iván Redondo. «Me voy agradecida y tranquila -dijo-, con una etapa cubierta y dispuesta a hacer por mi país lo que haga falta».
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El discurso del ministro entrante tampoco estuvo exento de miga. Como secretario general de Presidencia, Bolaños ya desempeñaba muchas labores de supervisión y coordinación que ahora se verán potenciadas. En el PSOE, donde siempre miraron a Redondo con recelo, su nombramiento ha sido muy bien recibido porque, a diferencia del experto en comunicación, él sí es socialista y, también entre bambalinas, ha realizado estos años para el partido una importante labor como autor, entre otras cosas, del reglamento interno.
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Muchos pensaron ayer de inmediato en el defenestrado 'gurú' electoral cuando Bolaños confesó: «La de veces que he pensado y me he alegrado de no ser ministro... Pero estas cosas ni se deben pedir ni se pueden rechazar». A pesar de que él hizo pública el sábado una nota de despedida al presidente en la que daba a entender que su marcha era voluntaria, fuentes socialistas sostienen que a Redondo le han acabado penalizando sus ansias expansivas y que Sánchez dijo basta cuando pretendió hacerse, justamente, con el Ministerio de Presidencia.
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El ánimo festivo del traspaso de carteras en el departamento situado en el corazón de la Moncloa nada tuvo que ver con el ambiente que se respiró en el Ministerio de Transportes, con un Ábalos abatido y solo. Ni ministros ni miembros de la ejecutiva socialista lo acompañaron. El también secretario de Organización del PSOE -cuya caída en desgracia nadie explica más allá de que estaba muy quemado por asuntos como el 'Delcygate' o las ayudas a Plus Ultra, sobre las que en los próximos meses puede pronunciarse la Comisión Europea o el Tribunal de Cuentas- ni siquiera dirigió las casi obligadas palabras de agradecimiento a Sánchez. Lo que sí hizo fue reivindicar su labor y dejar caer a su sucesora, Raquel Sánchez, que tiene suerte porque recibe un Ministerio en mejores condiciones que él.
Y otro que no ocultó su tristeza fue Miquel Iceta, desde enero ministro de Política Territorial y Función Pública y ahora titular de Cultura. La búsqueda de una solución al problema catalán es su obsesión política desde hace décadas. No siempre estuvo en sintonía con las direcciones del PSOE pero con Sánchez como líder sus planteamientos parecían haber encontrado eco. «Siento mucho dejar este Ministerio, lo quiero decir así de claro; aquí hemos puesto mucha ilusión y muchas horas», se sinceró.
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