El gran seísmo
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La decisión de Ciudadanos de morir matando encumbra a Ayuso como contrapoder a Sánchez, interpela el liderazgo de Casado y altera el juego de mayorías en el CongresoLa huerta mediterránea no es Dinamarca. Ciudadanos quiso ayer jugar a 'Borgen' y le salió un capítulo a medio camino entre 'Juego de tronos' y 'House of Cards' escrito en pleno delirio bukowskiano. Empieza uno sacudiendo los frutales de Murcia para intentar volver a los ... tiempos de la naranja mecánica y acaba provocando un corrimiento de las placas tectónicas de la política española que no se sabe cómo puede acabar. De momento, en el corto plazo, en los tribunales, que tendrán que dirimir si prevalecen las elecciones anticipadas convocadas por Isabel Díaz Ayuso en cumplida respuesta a la dentellada liberal o las mociones de censura presentadas por Más Madrid y el PSOE en modo 'veloce come il vento'.
Como apunta el filósofo Daniel Innerarity, toda decisión política suele venir precedida por un cálculo electoral, pero, una vez tomada, sus consecuencias son incalculables. Ejemplos recientes tenemos en España: las elecciones catalanas que convocó Artur Mas en 2012 pensando en obtener mayoría absoluta y que, al fracasar estrepitosamente, acabaron precipitando la desaparición del pujolismo, volteando la tortilla en favor de ERC y larvando el 'procés'. El demencial efecto dominó -una tentativa de disolución parlamentaria y dos mociones de censura- que sacudió ayer el frágil juego de bloques derecha-izquierda nos asoma a una incertidumbre parecida, a un abismo muy español de un tiempo a esta parte, el de un país atrapado en un multipartidismo que no ha sabido metabolizar. Hasta tal punto que un diputado andaluz de Cs, el partido que ha originado el caos al presentar batalla cuando se le daba por agonizante, parafraseó ayer al primer presidente de la I República española, que, harto de la incapacidad de la clase política de aquel 1873, se despachó: «Señores, voy a serles franco. Estoy hasta los cojones de todos nosotros».
Al día siguiente, Estanislao Figueras cogió un tren y se largó a Francia sin siquiera presentar su dimisión. No es de esperar que Fran Carrillo, el parlamentario que llamó la atención sobre la irresponsabilidad de poner el país patas arriba en plena pandemia, haga lo mismo. Tampoco su jefa de filas, Inés Arrimadas, que dio pábulo a una operación orquestada, como casi todo, en el búnker de La Moncloa, y de la que estaban al tanto las estructuras territoriales del PSOE. El movimiento naranja es arriesgadísimo y se asemeja al del soldado herido que decide morir matando: al girar la bisagra hacia la izquierda renuncia a que los votantes de centroderecha vuelvan y facilita a Sánchez su largamente acariciado sueño de hacerse con todo el espacio del centro. Es difícil que Cs salga triunfante de una maniobra que podría significar su implosión definitiva. La jugada, en todo caso, interpela directamente el frágil liderazgo de un Pablo Casado que no gana para sustos.
El momento está milimétricamente elegido por uno de los personajes a priori (solo a priori) más beneficiados por el gran seísmo, el propio presidente Sánchez, que no renuncia a su propósito de triturar al PP para confrontar directamente con Vox. Masacrados por las revelaciones de Bárcenas y desangrándose por las batallas de Teodoro García Egea contra los líderes regionales, a los populares solo les faltaba perder buena parte de su poder territorial, que es lo que mantiene en pie a cualquier sigla. Pero Sánchez no contaba, o sí, con que pondría en bandeja a su némesis durante toda la pandemia el salto definitivo a escena como contrapoder en la derecha. El movimiento de Ayuso, si finalmente hay elecciones, también es arriesgado porque la deja en manos de Vox, obligada a sumar más escaños que la desunida izquierda madrileña y forzada a enarbolar un populismo peligroso. Pero, si le sale bien, puede encumbrarla como la única capaz de contener a los de Abascal y crear otro problema más a Casado al situarla en la pista de despegue del liderazgo nacional.
Mientras tanto, Sánchez también tiene razones para mantener los ojos bien abiertos porque salta por los aires la mayoría de la investidura en el Congreso, a cuya descomposición definitiva, de la que ya avisaban las negociaciones entre ERC y Junts, ha intentado adelantarse. El acercamiento a Arrimadas no ahuyentará al PNV pero sí revolverá más a un Podemos que ya hacía el juego al independentismo catalán hasta extremos difícilmente soportables para el PSOE. Si, además, se fracturara el grupo naranja en el Congreso, Sánchez podría sufrir más de lo esperado. En un país en campaña permanente, las generales podrían estar más cerca de lo que parecen.
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